La conquista del pueblo de los gadafistas m¨¢s duros
Las milicias de Misrata queman las casas de una ciudad donde viv¨ªan gadafistas y renombran la localidad
En la parte nueva de Tahuerga arden decenas de casas. Hace semanas que los rebeldes de Misrata echaron a los gadafistas del pueblo vecino. Pero afirman que a¨²n queda un reducto de francotiradores en el barrio viejo. "Ser¨¢n diez o sesenta, no sabemos, uno no los ve, pero ellos te ven. Se alimentan de lo que queda en las casas vac¨ªas y nos disparan desde los edificios m¨¢s altos. De momento, los mantenemos ah¨ª, aislados. Y prendemos fuego a las casas para que no tengan la tentaci¨®n de acercarse aqu¨ª¡±, comenta el miliciano rebelde Ibrahim Algwail.
Las razones para incendiar los hogares suenan poco cre¨ªbles. Parece como si se quisiera borrar cualquier recuerdo del enemigo, o tal vez, seguir castig¨¢ndolo. Tahuerga tiene el aspecto tremebundo de los lugares donde la gente tuvo que salir de la noche a la ma?ana corriendo: la ropa a¨²n tendida en los patios, las mantas liadas en bolsas de pl¨¢stico, en medio de la calle, sin tiempo para meterla en alg¨²n coche, las tiendas saqueadas, los documentos de identidad esparcidos en los patios junto a los zapatos de toda la familia, los coches incendiados y pintadas donde se puede leer ¡°Aqu¨ª vive una puta¡±, ¡°la gente de esta casa es mala¡±.
Las razones para incendiar los hogares suenan poco cre¨ªbles. Parece como si se quisiera borrar cualquier recuerdo del enemigo, o tal vez, seguir castig¨¢ndolo
Los milicianos rebeldes matan el tiempo dispar¨¢ndole a las latas o jugando al futbol¨ªn. Sobre los tejados a¨²n flamean decenas de banderas verdes, emblema inequ¨ªvoco de los leales a Gadafi. Se oye el crepitar de los muebles ardiendo dentro de las casas y tiros a lo lejos. De vez en cuando se oye tambi¨¦n lo que, seg¨²n los rebeldes, no es m¨¢s que alguna bombona de butano. Hasta hace un mes ah¨ª viv¨ªan unas 30.000 o 40.000 personas, la mayor¨ªa negros. ¡°Esta gente era peor a¨²n que las tropas de Gadafi, mucho peor¡±, explica el rebelde Ibrahim Algwail. ¡°Trabajaban casi todos en Misrata, a media hora de aqu¨ª. Ven¨ªan a nuestros hospitales. Estos edificios se construyeron con arena y ladrillos de nuestra ciudad. Sin Misrata, no habr¨ªan sido nada. Y nunca tuvimos problemas con ellos. Pero cuando Gadafi atac¨® Misrata, fueron ellos los que violaron a nuestras mujeres. Solo ellos¡±.
Los rebeldes de Misrata presumen de haber sido los que m¨¢s y mejor lucharon contra Gadafi, los que soportaron durante dos meses el asedio de 18.000 gadafistas y cien tanques. Tener tan cerca de ellos a un pueblo repleto de banderas verdes era una afrenta. Ahora, los milicianos dicen que Tahuerga ya no existe, que a partir de ahora se llamar¨¢ tambi¨¦n Misrata y pasar¨¢ a formar parte de la ciudad, aunque se encuentren a una distancia de cuarenta minutos en coche.
A unos cuatro kil¨®metros de Tahuerga hay un campo de refugiados procedentes de Sirte. Los milicianos les ofrecen alojamiento y comida durante su estancia, hasta que se marchan a otra ciudad. El trato es correcto y no hay problemas. Pero una cosa es ser blanco y de Sirte y otra bien distinta es ser negro y de Tahuerga. ¡°A esos directamente, los matan¡±, comentaba hace unos d¨ªas un refugiado de Sirte. Muchos de los que lograron escapar con vida se encuentran esparcidos en campos de refugiados, bajo el manto de algunas ONG y lejos de Misrata.
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