Los indignados se atrincheran en Londres
La protesta en la City toma cuerpo con una gran acampada permanente frente a la catedral de San Pablo
Londres, la ciudad europea con m¨¢s capitalismo por metro cuadrado, ha visto por fin cuajar un atisbo de protesta ciudadana por la crisis financiera. Si la convocatoria mundial del s¨¢bado congreg¨® en la City a algo m¨¢s de un millar de manifestantes y la polic¨ªa impidi¨® que tomaran la sede de la Bolsa, la casualidad ha querido que los indignados londinenses encuentren un campamento con el que no contaban: los aleda?os de la catedral de San Pablo.
Los manifestantes han tenido extra?os aliados a la hora de crear este Sol londinense en el que hay un centenar largo de tiendas de campa?a y todo tipo de precarias instalaciones. Por un lado, la polic¨ªa, que al cerrar la entrada a la plaza del Padrenuestro para evitar la toma de la Bolsa, desvi¨® la protesta a las escalinatas de la vecina catedral anglicana. Y por otro la Iglesia, y m¨¢s concretamente el responsable de la catedral, el reverendo Giles Fraser, que ha aceptado la acampada debido al buen tono de la protesta. La Iglesia, como tantas veces, capaz de estar en misa y repicando.
Este mediod¨ªa, el ambiente era de febril actividad en la acampada frente a San Pablo. El tono festivo y soleado del s¨¢bado se ha transformado en ajetreo, como corresponde a un lunes a las puertas de la City. Por un lado, los acampados, que para evitar ser desalojados por la polic¨ªa han aceptado ce?ir la acampada a un per¨ªmetro determinado para no dificultar el paso de peatones. En ese per¨ªmetro, gentes de todo tipo, edad y condici¨®n se afanaban para poner en marcha lo que quieren convertir en un campo base de larga duraci¨®n. Por otro, ajetreados banqueros observaban con curiosidad el campamento aprovechando la pausa de mediod¨ªa. Entre ambos grupos, varias manadas de periodistas a la caza de notas de color.
Un pu?ado de acampados discut¨ªan en asamblea la manera de proceder y las necesidades m¨¢s perentorias. La limpieza es una de las m¨¢s importantes, para no dar coartadas al enemigo y evitar un desalojo amparado en la higiene. La cocina. Los suministros de comida. Se debati¨® la delicada cuesti¨®n del reciclaje. Se pidi¨® ayuda de todo tipo al mundo exterior; pero ojo, no a cualquier precio: no se admiten limosnas de MacDonalds, por ejemplo. Aqu¨ª no se vota propiamente porque esto es una asamblea, no un parlamento: cuando a uno le gusta algo de lo que escucha,levanta los brazos y mueve las manos como si estuviera a punto de empezar la ola en un campo de f¨²tbol.
Uno de los parlamentarios se dirigi¨® a un grupo de espectadores para pedirles con cierta sorna que la City colaborara con la acampada donando sillas de oficina para la universidad libre que se est¨¢ montando. No todos sonrieron. A esas horas, decenas de banqueros y oficinistas cruzaban la zona del campamento con curiosidad y haciendo esfuerzos porno enviar se?ales de desprecio. Algunos se paraban a debatir con buen humor con los acampados. Otros le¨ªan con cierta cara de asombro las consignas de los acampados.
Gentes de todo tipo, edad y condici¨®n se afanaban para poner en marcha lo que quieren convertir en base de larga duraci¨®n. Ajetreados banqueros los observan con curiosidad
Uno de ellos, impecable traje y corbata -hoy en d¨ªa, se?al casi de rebeld¨ªa: la moda ha impuesto el uniforme de traje y camisa sin corbata- se declara ¡°divertido¡± con lo que est¨¢ viendo. No parece decirlo con iron¨ªa, pero tampoco parece divertido. En realidad, parece m¨¢s bien ofendido. ¡°Est¨¢ muy bien que la gente proteste, ?pero saben realmente lo que quieren?¡±, se pregunta.
¡°Seguro que hay bancos que han cometido excesos, pero el 99% de la City la forman gente que trabaja mucho. No creo que esta gente sepa realmente qu¨¦ es la City. De aqu¨ª salen montones de empresas,aqu¨ª es donde se crea empleo. La City es como el aceite que engrasa la maquinaria de la econom¨ªa. Sin la City, habr¨ªa que cambiar esa m¨¢quina. ?Y cu¨¢les la alternativa? ?El comunismo? Ya sabemos qu¨¦ ha hecho el comunismo y no creo que la gente est¨¦ realmente a favor de eso¡±, comenta. ?Durar¨¢ la acampada? ¡°Mmm¡ quiz¨¢s s¨ª¡±, responde tras un momento de duda. ¡°Hay mucho profesional dela protesta¡±, a?ade con cierto desprecio. ¡°Me llamo George, tengo 46 a?os y soy banquero¡±, se identifica al despedirse. Y subraya con orgullo la palabra banquero.
Dani Pelos s¨ª cree que hay alternativas. Minutos antes ha estado dirigi¨¦ndose a la asamblea para invitar a los presentes a participar en un grupo de trabajo sobre econom¨ªa alternativa. Vestido tambi¨¦n de traje y corbata, su aspecto contrasta con la ropa informal, tirando a cutre,del resto de participantes en la asamblea. Pero su pensamiento no viste ni traje ni corbata. Vive de asesorar a empresas que quieren aplicar un modelo econ¨®mico en el que lo que importa no es el dinero que se llevan los accionistas, sino la riqueza social que se crea. Pero para eso, acepta, los activistas han deaprender a generar ingresos, no solo a gestionar gastos.
Dani reniega de ¡°la pol¨ªtica de relaciones p¨²blicas¡± con que las empresas brit¨¢nicas abordan su compromiso con las causas sociales. Por eso fue ¨¦l quien advirti¨® a la asamblea que no se pueden aceptar donaciones de seg¨²n qui¨¦n. ¡°Aqu¨ª se confunde la acci¨®n social con la caridad.Por eso las donaciones implican un dilema ¨¦tico: de qui¨¦n aceptamos dinero y de qui¨¦n no¡±, explica. ?Dormir¨¢ esta noche con los acampados? ¡°Mi mujer no me deja¡±, se escabulle riendo mientras se va con un amigo a tomar caf¨¦. Eso s¨ª,reniega del Starbuck¡¯s que tiene a la espalda. Prefiere el caf¨¦ colado que reparten en el comedor de la acampada. El sol se ha escondido detr¨¢s de unas nubes. Sopla una r¨¢faga helada de viento oto?al. Quiz¨¢s sea el general Invierno el mayor enemigo de esta protesta.
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