Nuevo ropaje para el islamismo
La modernidad consiste en separar la fe del poder, y el Estado de la religi¨®n
Todos aquellos que han querido creer que la revoluci¨®n tunecina se liberar¨ªa de imperativos religiosos se han equivocado. Pero todos aquellos que han necesitado creer que los islamistas tunecinos no pod¨ªan "modernizarse" tambi¨¦n se han equivocado. Queda por saber si la modernizaci¨®n se asemeja enteramente a la democracia.
El caso es que en T¨²nez nos encontramos ante una contrarrevoluci¨®n. No se trata de una revancha de los predecesores, por lo tanto no es una restauraci¨®n. Es el frenazo dado legalmente por el propio pueblo a la revoluci¨®n que una parte de su juventud se hab¨ªa inventado y que resplandec¨ªa como una primavera en el mundo ¨¢rabe.
Se pensaba que en el universo ¨¢rabe-musulm¨¢n la revuelta tunecina hab¨ªa introducido la primac¨ªa de la libertad sobre la identidad, y la de los principios universales sobre la tradici¨®n ¨¦tnico-religiosa. No hay nada de ello. Sin duda la mayor¨ªa acepta una reformulaci¨®n modernista del islam que implica el respeto al estatus de la mujer y a algunos otros atributos democr¨¢ticos. Pero la fidelidad al islam, por el contrario, se ha reforzado, subrayado y celebrado. El lirismo de los te¨®ricos franco-tunecinos super¨® con demasiada rapidez al sentimiento profundo de las gentes.
Los tunecinos nos recuerdan que incluso una revuelta victoriosa contra el tirano puede muy bien acomodarse a la fe religiosa y hasta apoyarse en ella. Tambi¨¦n hay que contar con todos aquellos a quienes hab¨ªa inquietado el car¨¢cter intempestivo de la emergencia revolucionaria.
En Egipto, los Hermanos Musulmanes se han felicitado de que sus hermanos tunecinos hayan contribuido al avance de su propia causa. Los libios han confirmado, sucesivamente, el car¨¢cter teocr¨¢tico de su futuro Gobierno y el hecho de querer presentarse como musulmanes "moderados", sin que se pueda todav¨ªa saber a qu¨¦ se refiere esa moderaci¨®n, sobre todo despu¨¦s del asesinato de Gadafi. Finalmente, en Argelia y en Marruecos, donde est¨¢bamos cansados de ver celebrar en todo momento el "modelo" tunecino, la mala conciencia ha desaparecido y los hombres del poder se han sentido confortados. En resumen, el temor a una democracia de tipo occidental, que permitiera una independencia total con respecto a la religi¨®n, se ha disipado. La m¨ªstica de la fidelidad a las tradiciones ha prevalecido sobre el romanticismo del triunfo de la libertad.
Queda por saber en qu¨¦ consiste realmente esa modernizaci¨®n tunecina del islamismo que Rachid Ganuchi nos anuncia y que ha comenzado a poner en pr¨¢ctica con la formaci¨®n de un Gobierno de uni¨®n nacional. Si es sincero, podr¨ªa decirse que Rachid Ganuchi ha vuelto a nacer.
Disc¨ªpulo en otro tiempo de Naser, Ganuchi nunca disimul¨® entonces su simpat¨ªa activa por la doctrina de Hasan al Banna, el fundador egipcio de los Hermanos Musulmanes. Cuando fund¨® su movimiento isl¨¢mico en 1981, es decir, el a?o en que Anuar el Sadat fue asesinado, sab¨ªa bien que los islamistas no eran unos dem¨®cratas, aunque hoy se le atribuye haber desautorizado la violencia en un momento en el que los integristas de todos los pa¨ªses ¨¢rabes se solidarizaban con los diferentes movimientos terroristas.
Pero es un hecho cierto que Rachid Ganuchi no deja de elogiar al r¨¦gimen turco y su manera de conciliar la pertenencia al islam con la defensa de todas las libertades. Pretende crear, dice, el modelo m¨¢s democr¨¢tico del mundo ¨¢rabe.
Hay sin embargo muchos fallos en ese nuevo personaje que quiere esculpir el l¨ªder del islamismo tunecino. Dos d¨ªas antes del comienzo de la consulta electoral, Ganuchi se torn¨® amenazante al fijar ¨¦l mismo el n¨²mero de electores por debajo del cual no dudar¨ªa en lanzar sus tropas a la calle. La respuesta del primer ministro, Benji Caid Essebsi, result¨® ejemplar. No se dir¨¢ nunca hasta qu¨¦ punto este hombre habr¨¢ servido a su pa¨ªs en unas circunstancias delicadas, cuando no dram¨¢ticas.
El segundo patinazo de Rachid Ganuchi tuvo lugar la semana pasada, cuando lament¨® el modo en que los tunecinos mezclaban el franc¨¦s y el ¨¢rabe, poniendo as¨ª en riesgo la santa lengua del profeta. Hay que recordar aqu¨ª que, contrariamente al fundador del moderno T¨²nez, Habib Burguiba, la segunda lengua preferida de Rachid Ganuchi no es el franc¨¦s sino el ingl¨¦s. Forma parte de esa generaci¨®n de islamistas refugiada en Londres, ciudad a la que se ha llegado a llamar Londust¨¢n.
Esa defensa de la lengua ¨¢rabe, que es m¨¢s que nada un ataque contra la utilizaci¨®n del franc¨¦s, ha tenido lugar en numerosos centros islamistas, especialmente en Marruecos. Lo que no impide en modo alguno a millares de j¨®venes magreb¨ªes que desean viajar a Francia practicar el franc¨¦s.
No soy en absoluto partidario de proyectar una duda sistem¨¢tica sobre la sinceridad de los responsables de Ennahda, ni sobre su voluntad de modernizar el islam. Pero es preciso que, de una vez por todas, las cosas sean claras. La modernidad, si es que hay que emplear esta palabra para evitar el vidrioso t¨¦rmino de "laicidad", consiste en separar la fe del poder, y el Estado de la religi¨®n. Es sencillo, es claro y las implicaciones son evidentes.
Si tal es el proyecto de Rachid Ganuchi, ?por qu¨¦ seguir entonces apoy¨¢ndose en el islamismo y no en el islam? Despu¨¦s de todo, Ennahda quiere decir "renacimiento", y puede muy bien prescindir ¡ªsi as¨ª se decide¡ª de toda connotaci¨®n religiosa.
Para Rachid Ganuchi y los suyos no se trata solo de tranquilizar a los opositores, a los turistas y a los inversores ante la inmensidad de los problemas econ¨®micos y financieros que ya se le plantean a ese peque?o pa¨ªs. Se trata tambi¨¦n, y ello es esencial, de frenar el celo y la subversi¨®n de los extremistas religiosos, que progresar¨¢n como lo hacen cuando estiman que sus ideas est¨¢n en el poder y que ellos han determinado la victoria. Entonces se descubrir¨¢ que los verdaderos islamistas son los que se oponen a la modernizaci¨®n democr¨¢tica del islam.
Jean Daniel es fundador y editorialista de Le Nouvel Observateur.
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