Fusiles contra tanques en Damasco
Los rebeldes sirios esperan una intervenci¨®n militar internacional como en Libia
¡°Yalla irhal ya Bachar¡± (es hora de que se vaya Bachar). La pintada, de color rojo sangre, nos avisa de que ya estamos en Saqba, un suburbio de 20.000 habitantes a cinco kil¨®metros del centro de Damasco. Hasta la semana pasada se encontraba en poder del Ej¨¦rcito Libre de Siria, un conglomerado de desertores y voluntarios de origen diverso que se ha levantado en armas (escasas) contra el r¨¦gimen que gobierna Siria desde hace 40 a?os. Un reducto insurgente desde el cual, en un d¨ªa claro, se divisa sin dificultad el palacio del aut¨®crata.
El control de este barrio a las afueras de la capital es uno de los hitos m¨¢s notables de los rebeldes sirios ¡ªentre 10.000 y 30.000, seg¨²n fuentes diplom¨¢ticas occidentales¡ª, que esgrimen orgullosos sus AK-47 mientras gritan: ¡°?Y solo con esto, Asad! Con esto y con la ayuda de Dios¡±. Aparentemente, solo disponen de sus fusiles de asalto para enfrentarse a los carros de combate y la artiller¨ªa de una de las maquinarias b¨¦licas mejor engrasadas de Oriente Pr¨®ximo.
Sin quitar ojo a sus Kal¨¢shnikov, una veintena de milicianos hace guardia en el primer check point a la entrada del barrio. Unos llevan uniforme, otros van en vaqueros, pero todos completamente embozados; cubiertos con pa?uelos y pasamonta?as. Un atuendo que tambi¨¦n les ayuda a combatir el intenso fr¨ªo, porque aqu¨ª no hay garitas como en los puestos de control del r¨¦gimen. Tampoco hay ninguna barrera f¨ªsica; los milicianos saben que, llegado el caso, ellos ser¨¢n la barrera.
Ni sombra de la estricta formaci¨®n que exhiben las fuerzas del r¨¦gimen. Los rebeldes descansan aparentemente relajados sobre un muro agujereado por la artiller¨ªa de Bachar el Asad en una de sus incursiones. Se incorporan al vernos llegar. Es jueves 26 de enero y el Ej¨¦rcito Libre de Siria nos abre las puertas de Saqba. Entramos en zona liberada.
¡°Tuvimos algunos lanzagranadas, pero en noviembre nos quedamos sin munici¨®n¡±, asegura el jefe de este pelot¨®n improvisado. La mitad de ellos se excusa cuando les tendemos la mano como saludo. ¡°No puedo tocarla, soy hombre religioso¡±, repiten mientras se?alan una cinta verde en su frente con la bandera de la Siria libre y la inscripci¨®n: ¡°Allahu Akbar¡± (Ala es el m¨¢s grande).
Hay cuatro puestos como este en cada una de las entradas al barrio. Su interior se ha dividido en cuadrantes copiando el sistema que utilizan las tropas del r¨¦gimen. Pero esta es solo una parte menor, la m¨¢s visible, de la vigilancia de Saqba; la m¨¢s efectiva corre a cargo de vecinos desarmados. ¡°Si alguno ve llegar el peligro, solo tiene que avisar a nuestro ej¨¦rcito, ahora no estamos solos¡±, dice un anciano que ha perdido a un hijo y que tiene a otro ¡°muerto en vida¡± en la c¨¢rcel de las Fuerzas A¨¦reas de Damasco. ¡°Si tuviera un tercero, ser¨ªa miliciano¡±.
Pese a la propaganda de la oposici¨®n ¡ªque quiz¨¢ magnifica las deserciones en las filas del Ej¨¦rcito sirio para minar su moral¡ª apenas se ven desertores entre los rebeldes de Saqba, donde escasean la t¨¦cnica militar y el armamento. Como no tienen nada remotamente parecido a equipos de visi¨®n nocturna, las fuerzas de El Asad atacan al caer el sol sabi¨¦ndose invulnerables. ¡°En Libia¡±, recuerda un soldado que no aparenta ni siquiera los 18 a?os que dice tener, ¡°los rebeldes se hicieron con los arsenales del Gobierno. Todav¨ªa no hemos llegado a eso, pero lo conseguiremos. Es cuesti¨®n de tiempo¡±.
Organizar la resistencia ante las arremetidas constantes de las tropas del r¨¦gimen requiere mucha disciplina. Dado que no hay rangos militares en este ej¨¦rcito improvisado, la jerarqu¨ªa se basa en el prestigio y la veteran¨ªa. Una milicia ciudadana comandada por los notables locales. Uno de ellos, mec¨¢nico de profesi¨®n y al que sus compa?eros llaman Jihad, nos recibe en el s¨®tano de una peque?a mezquita: ¡°La ayuda llegar¨¢, las armas llegar¨¢n, vendr¨¢n de los pa¨ªses que nos apoyan¡ y entonces El Asad estar¨¢ perdido, solo hay que resistir hasta que lleguen¡±, afirma sin titubear. La confianza en la ayuda del exterior est¨¢ grabada a fuego entre los milicianos de Saqba. Igual que lo que ellos llaman ¡°la batalla de los hermanos libios¡±, un modelo que sue?an con imitar.
Mientras ese d¨ªa llega, decenas de heridos son intervenidos en domicilios particulares convertidos en quir¨®fanos improvisados. Cuartuchos insalubres donde los doctores se ven obligados a operar en condiciones infrahumanas con instrumental sanitario de campa?a suministrado por Arabia Saud¨ª.
Pero m¨¢s peligroso es ir a un hospital. En Saqba no se aplica la convenci¨®n de Ginebra ni opera la Cruz Roja ni ninguna otra ONG. Sufrir una herida de bala sin ser un soldado del r¨¦gimen es tener un billete directo a la c¨¢rcel. Y muchos prefieren arriesgarse antes que contraer infecciones mortales.
Los rebeldes de Saqba esperaban al s¨¦ptimo de caballer¨ªa cuando los observadores de la Liga ?rabe comenzaron a retirarse de Siria la pasada semana. Segu¨ªan esperando cuando, inmediatamente despu¨¦s, El Asad orden¨® a sus tanques aplastar este reducto opositor a tiro de piedra de su palacio. Y, aunque no hay fe que pueda plantar cara a la artiller¨ªa, los milicianos de Saqba repiten que ¡°tampoco existe artiller¨ªa que pueda borrar la fe¡±. Y la suya es poderosa.
Mariela Rubio, periodista de la Cadena Ser, estuvo en Siria como enviada especial a finales de enero.
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