Colombia, confiar o no confiar
Las posibilidades de un proceso de paz no se miden nunca por la buena voluntad del enemigo, sino por cuanto un cambio de contexto puede conducirlo a transformar la guerra en pol¨ªtica
Si el ¨¦xito de los procesos de paz dependiera de la confianza personal, los mejores pacificadores tendr¨ªan que ser sic¨®logos, religiosos, chamanes, gur¨²s en superaci¨®n personal, brujos e, incluso, uno que otro buen vendedor. Su tarea ser¨ªa convencer a las partes de que regresen al buen camino. La m¨¢s c¨¦lebre cita de Clausewitz dice que ¡°la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios¡±, por tanto la paz no es otra cosa que la continuaci¨®n de la guerra por medios pac¨ªficos. Las posibilidades de un proceso de paz no se miden nunca por la buena voluntad del enemigo, sino por cuanto un cambio de contexto puede conducirlo a transformar la guerra en pol¨ªtica.
Que las partes intenten tomar ventaja es un supuesto elemental de un proceso de paz. En una negociaci¨®n se conf¨ªa primero en el plan propio, luego en los acuerdos que se alcancen y solo al final puede aparecer alguna confianza en la contraparte. Este proceso no funciona a la inversa. La desconfianza es por tanto normal y nunca debe ser excusa para perder la oportunidad de resolver un conflicto.
El Gobierno de Colombia ha decidido correr los riesgos para lograr un acuerdo de paz con las FARC y acabar con el conflicto insurgente m¨¢s largo de Latinoam¨¦rica y con m¨¢s de un siglo de violencia pol¨ªtica en el pa¨ªs. Sostiene que Colombia y el entorno regional han cambiado. Esta premisa es correcta; si las FARC lo han entendido solo lo sabremos en el camino que va a iniciarse.
Las FARC han sido un actor pol¨ªtico, militar y tambi¨¦n criminal de la Colombia rural profunda; y la causa principal del conflicto ha sido la ausencia de Estado en esa Colombia olvidada. Pero, en la ¨²ltima d¨¦cada el Estado tom¨® control de su territorio y ahora est¨¢ presente en los 1.120 municipios del pa¨ªs. Primero con una fuerza policial y militar compuesta por 450.000 hombres y luego con los servicios y programas de educaci¨®n, salud, justicia y desarrollo. A partir de esta nueva realidad intentar hacer la paz con poderes locales alternativos al Estado, que han sido debilitados, es no solo inteligente, sino indispensable.
El fortalecimiento del Estado colombiano coincidi¨® con transformaciones econ¨®micas y pol¨ªticas en marcha en Cuba con vistas a un futuro entendimiento de la isla con EE UU, con cambios pol¨ªticos en la situaci¨®n interna de Venezuela y con el hecho de que las FARC son el patito feo de toda la izquierda latinoamericana. Las distintas izquierdas en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Uruguay, Brasil, M¨¦xico, Guatemala, Paraguay, Honduras, Per¨², Chile y en la misma Colombia han sido exitosas en lograr con votos lo que las FARC insisten en lograr con las botas y las drogas. Dejar las armas no es ahora una claudicaci¨®n, sino una necesidad. Cuanto m¨¢s tarden en abandonar la violencia m¨¢s les costar¨¢ ser una fuerza pol¨ªtica nacional y m¨¢s se convertir¨¢n en vulgares bandidos.
Es f¨¢cil asustar a los militares con la paz, pero pese a los errores, las fuerzas de seguridad colombianas han logrado un prestigio y una legitimidad sin precedentes en el continente. Colombia no es ni Argentina en los a?os setenta, ni Guatemala en los a?os ochenta. Un acuerdo de paz consiste en poner en t¨¦rminos pol¨ªticos lo alcanzado militarmente y esa correlaci¨®n de fuerzas no se altera con bombas y tiros de ¨²ltima hora. Colombia tiene ahora una din¨¢mica en la cual esta guerra es solo un tema m¨¢s, la oportunidad es grande, pero el tiempo es corto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.