El pulso entre gigantes agita a Asia
El contencioso territorial entre Jap¨®n y China amenaza la estabilidad regional Empresas niponas barajan cerrar definitivamente sus negocios en el pa¨ªs vecino
El 18 de septiembre de 1931, el Ej¨¦rcito japon¨¦s llev¨® a cabo una explosi¨®n en una l¨ªnea f¨¦rrea al norte de la ciudad de Mukden -nombre en manch¨² de Shenyang (capital de la provincia de Liaoning)-, de la cual acus¨® a disidentes chinos, con objeto de utilizarla como pretexto para ocupar la ciudad y comenzar la invasi¨®n del noreste de China. El llamado Incidente de Mukden -o Incidente de Manchuria- puso en marcha la brutal ocupaci¨®n por parte de las tropas imperiales, que solo concluy¨® con la derrota de Jap¨®n al final de la Segunda Guerra Mundial.
Jap¨®n se ha disculpado de forma rutinaria por sus actos de guerra, pero sus pol¨ªticos provocan a menudo la ira de Pek¨ªn con sus visitas al santuario de Yasukuni, en Tokio, donde se venera a los fallecidos en contienda -entre ellos, criminales de guerra-, y algunos parlamentarios ultraderechistas siguen cuestionando las atrocidades cometidas durante la invasi¨®n de China, incluida la llamada Matanza -o Violaci¨®n- de Nanjing, ocurrida a partir de diciembre de 1937, en la cual fueron masacrados al menos 150.000 civiles, seg¨²n los historiadores. Pek¨ªn cifra el n¨²mero de muertos en 300.000.
Cada 18 de septiembre, China recuerda ¡°el d¨ªa de humillaci¨®n nacional¡± haciendo sonar sirenas. Pero este a?o, su conmemoraci¨®n ha tenido ecos mucho mayores, debido al enconamiento del contencioso hist¨®rico que mantienen los dos pa¨ªses por la soberan¨ªa de un conjunto de islas deshabitadas en el mar de China oriental. Miles de personas han protestado la semana pasada y esta en ciudades de todo el pa¨ªs para reivindicar la soberan¨ªa sobre el archipi¨¦lago Diaoyu ¨Cconocido como Senkaku en Jap¨®n-, que tambi¨¦n reclama Taiw¨¢n.
El apogeo de las movilizaciones se produjo el martes pasado, 81 aniversario del Incidente de Manchuria, cuando los manifestantes se echaron a la calle en Pek¨ªn, Shanghai y otras ciudades, enarbolando pancartas y gritando esl¨®ganes como ¡°Las islas Diaoyu pertenecen a China. Enviemos una bomba a los japonesitos¡±, ¡°Guerra a Jap¨®n¡± y ¡°Unidad. Amor a China. Nunca olvidar nuestra humillaci¨®n nacional¡±.
En algunos casos ¨Cespecialmente durante el fin de semana pasado-, las protestas fueron violentas. En Guangzhou (capital de la provincia de Guangdong), fue destrozado un coche de marca japonesa y fueron da?ados escaparates y carteles de publicidad. Concesionarios de Toyota y Honda fueron incendiados en Qingdao (provincia de Shandong). En Hong Kong, fue atacada una pareja de japoneses, y en Guiyang (capital de Guizhou) fue asaltado otro ciudadano de este pa¨ªs.
Compa?¨ªas como Honda, Mazda, Nissan, Canon y Panasonic se vieron obligadas a suspender la actividad en algunas de sus f¨¢bricas chinas durante varios d¨ªas, tras haber sufrido actos de violencia o en previsi¨®n de posibles incidentes. Cientos de negocios, como las tiendas de ropa Uniqlo, los locales 7-Eleven y restaurantes japoneses echaron tambi¨¦n el cierre. Seg¨²n un sondeo realizado por la agencia Reuters, un 41% de las empresas japonesas con actividades en China considera que la escalada de la tensi¨®n afecta sus planes de negocios, y algunas de ellas barajan cerrar definitivamente sus actividades en el pa¨ªs vecino.
La tensi¨®n llev¨® a la embajada de Jap¨®n a recomendar a sus nacionales que no salieran a la calle solos. Muchos colegios japoneses por todo el pa¨ªs cancelaron clases.
Los disturbios estallaron en respuesta a la decisi¨®n del Gobierno de Tokio, la semana pasada, de comprar tres de las islas a su propietario privado japon¨¦s, nacionaliz¨¢ndolas de hecho. Con la medida, desactiv¨® el proyecto del gobernador de Tokio -el nacionalista Shintaro Ishihara- de adquirir y desarrollar para turismo el grupo de islotes. ¡°Jap¨®n ha querido reforzar su posici¨®n de que las Diaoyu le pertenecen, en un momento en que China est¨¢ ocupada con su pol¨ªtica interna y antes de que se produzca la designaci¨®n del nuevo presidente chino (prevista para marzo)¡±, explica Zhang Ming, profesor en el departamento de Estudios Internacionales en la Universidad del Pueblo de Pek¨ªn.
Sin embargo, el Gobierno chino vio la operaci¨®n como una afrenta ¨Cel vicepresidente y futuro l¨ªder del pa¨ªs, Xi Jinping, la ha calificado de ¡°farsa¡±-, y poco despu¨¦s estallaron las movilizaciones. Las Diaoyu-Senkaku se encuentran cerca de importantes rutas navieras, est¨¢n rodeadas por zonas ricas en pesca y albergan yacimientos petroleros submarinos sin explotar.
El archipi¨¦lago, controlado por Jap¨®n desde hace m¨¢s de un siglo, ha sido fuente de roce entre los dos pa¨ªses durante d¨¦cadas. Estados Unidos tom¨® su jurisdicci¨®n tras la Segunda Guerra Mundial, y lo devolvi¨® a Jap¨®n en 1972. China asegura que descubri¨® las islas en el siglo XIV y que tras la contienda mundial le deb¨ªan haber sido entregadas.
Las mayores manifestaciones nacionalistas contra Jap¨®n que vive China en las ¨²ltimas d¨¦cadas han vuelto a recordar la fragilidad de las relaciones entre los dos vecinos. Reflejan no solo la oposici¨®n extrema del Gobierno de Pek¨ªn a ceder un ¨¢pice de territorio que reclame, sino tambi¨¦n el odio y el resentimiento que subyace en buena parte de la poblaci¨®n por el pasado imperialista de Jap¨®n, y la rivalidad pol¨ªtica y econ¨®mica de los dos pa¨ªses en Asia. En 2005, se produjeron tambi¨¦n importantes protestas en Pek¨ªn. Desde entonces, China ha superado a Jap¨®n como segunda econom¨ªa del mundo, y su pujanza pol¨ªtica y militar, y la cada vez mayor seguridad en s¨ª mismo del Gobierno chino, inquietan a sus vecinos.
Pek¨ªn permite en raras ocasiones las movilizaciones sociales, especialmente en la capital, pero en esta ocasi¨®n ha dejado a los ciudadanos cierta libertad de movimiento y ha dado la aprobaci¨®n t¨¢cita en los medios oficiales. ¡°Las consecuencias muy destructivas de la compra ilegal de las islas Diaoyu est¨¢n emergiendo de forma continua, y el ¨²nico responsable de esto es Jap¨®n¡±, asegur¨® el lunes Hong Lei, portavoz de Exteriores.
La protesta registrada el martes frente a la embajada de Jap¨®n en Pek¨ªn, en la que participaron miles de personas, estaba perfectamente coreografiada. Grupos de 100 a 150 personas desfilan a oleadas por la avenida Liangmaqiao, que ha sido cortada, bajo la mirada atenta de miles de polic¨ªas, soldados y antidisturbios, que protegen la legaci¨®n con barreras de hierro. Muchos manifestantes agitan grandes banderas rojas reci¨¦n estrenadas. Otros enarbolan fotograf¨ªas de Mao Zedong, casi todas iguales y relucientes; un m¨¦todo seguro para criticar al Gobierno, ya que, aunque los l¨ªderes actuales utilizan la imagen del fundador de la Rep¨²blica Popular China como s¨ªmbolo unificador, sus pol¨ªticas radicales ¨Cque algunos manifestantes a?oran- han sido abandonadas.
Cuando los manifestantes llegan a la altura de la legaci¨®n japonesa, llueven botellas de agua mineral, huevos, tomates, patatas e incluso piedras contra el edificio. Varias hileras de soldados, con cascos y escudos, miran impasibles. Solo act¨²an cuando alg¨²n exaltado se excede m¨¢s all¨¢ de lo permitido.
La polic¨ªa tiene la situaci¨®n perfectamente bajo control, y da entrada a los grupos de participantes, con sus abanderados al frente, como si fuera el desfile de los equipos nacionales en la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos. Los agentes detectan r¨¢pidamente la presencia de cualquier extranjero que intenta acercarse a la embajada, le piden el pasaporte y, si se trata de un periodista, le escoltan con amabilidad hasta un lugar especialmente habilitado junto a la entrada de la embajada, separado de los manifestantes por vallas y antidisturbios. Un emplazamiento privilegiado para filmar los impactos de los tomates sobre el edificio y difundir al mundo el descontento chino con Jap¨®n.
¡°He pedido el d¨ªa libre para protestar. Es mi derecho y mi deber¡±, dice Huang, un cocinero de 26 a?os, con una pegatina de la bandera china en la mejilla. Otros participantes han llegado de provincias en autobuses, animados por sus gobiernos locales. Y aunque todo el acto tiene el benepl¨¢cito oficial, muchos est¨¢n verdaderamente furibundos contra Jap¨®n y, en ocasiones, contra lo que consideran una actitud demasiado d¨¦bil del Gobierno chino hacia Tokio.
Gran parte de los esl¨®ganes son especialmente crudos y ofensivos. ¡°Muerte a los japoneses¡±. ¡°Japonesitos, que os jodan¡±, ¡°Barramos a todos los perros japoneses¡±, dicen. Un manifestante en patines pasea una pancarta con una caricatura del primer ministro japon¨¦s, Yoshihiko Noda, con colmillos de vampiro y la palabra demonio. Otro cartel muestra su cara superpuesta en el cuerpo de un perro.
Los altavoces de la polic¨ªa instan a mantener la calma. ¡°Vuestro humor es el mismo del Gobierno. Protestad de forma razonable y obedeced la ley y las regulaciones para expresar vuestro amor por el pa¨ªs¡±, airean, mientras vuelan los tomates por encima de los antidisturbios.
¡°No podemos tolerar m¨¢s a los japoneses. Hay que dejar de comprar sus productos¡±, afirma excitada Xu, una chica de 21 a?os que trabaja en una empresa de licores, acompa?ada de dos amigas. De repente, se acerca un hombre que est¨¢ al lado y les dice: ¡°No se¨¢is idiotas. Toda esta gente est¨¢ intoxicada por el Partido Comunista. Esto es cosa de pol¨ªticos, no tiene nada que ver con el pueblo¡±. Seg¨²n a?ade Cao Shilin, que tiene 49 a?os, ¡°tres tipos de personas han salido a protestar: las que han sido organizadas por el partido, las que han acudido por s¨ª mismas y est¨²pidos¡±. ¡°Intenta pedir democracia ah¨ª, a ver si te dejan¡±, le dice Cao a Xu. Varios manifestantes en las marchas antijaponesas fueron detenidos en la ciudad sure?a de Shenzhen por pedir democracia y derechos humanos, seg¨²n un diario de Hong Kong.
Algunos participantes en Pek¨ªn muestran tambi¨¦n su enojo con Estados Unidos, aliado incondicional de Tokio. ¡°Golpeemos Jap¨®n, golpeemos Estados Unidos¡±, gritan. Medio centenar rode¨® el martes el coche del embajador estadounidense, Gary Locke, cuando iba a entrar en su legaci¨®n, cercana a la japonesa, y da?aron ligeramente el veh¨ªculo. Locke result¨® indemne.
Estados Unidos ha asegurado que no tomar¨¢ posici¨®n en la disputa territorial, ha pedido a ambas partes que dialoguen y ha instado a Pek¨ªn a mirar hacia delante. ¡°Comprendo las heridas profundas que sufri¨® China durante la Segunda Guerra Mundial. Pero al mismo tiempo no podemos vivir en el pasado¡±, ha afirmado Leon Panetta, secretario de Defensa, durante su visita a China esta semana.
La animadversi¨®n hacia Jap¨®n es cultivada en China en los colegios, donde a los ni?os se les muestran incluso im¨¢genes violentas de los cr¨ªmenes cometidos por los soldados japoneses durante la ocupaci¨®n. La televisi¨®n emite a menudo series sobre la contienda con una alta carga de propaganda. ¡°Desde peque?os, nos ense?an a odiar a los japoneses¡±, dice una joven, que prefiere omitir su nombre.
Pero la propagaci¨®n de las protestas por la geograf¨ªa china elev¨® el riesgo de que pudieran irse de las manos, lo que sumado a las quejas de las autoridades japonesas y el efecto sobre las empresas y las relaciones comerciales ha decidido al Gobierno a atajarlas, facilitando la vuelta a la normalidad de las f¨¢bricas de las multinacionales.
El mi¨¦rcoles, la circulaci¨®n fue restablecida en la avenida de la embajada, donde continuaban cientos de polic¨ªas pero apenas hab¨ªa alg¨²n manifestante despistado. ¡°?Para qu¨¦ es eso?¡±, pregunta un agente a dos j¨®venes que llevan sendas banderas chinas bajo el brazo como si quisiera decirles que ya no es d¨ªa de manifestarse. En la entrada de la embajada, varios trabajadores limpian con mangueras los impactos de los tomates y los huevos en los muros. En el barrio, ha vuelto a abrir una tienda de 7-Eleven, aunque mantiene una bandera china junta a la puerta. En otras partes de la capital, tambi¨¦n han retomado la actividad comercios y restaurantes japoneses, muchos de ellos propiedad de ciudadanos chinos.
A pesar de las llamadas al boicoteo, los chinos son grandes consumidores de productos japoneses porque aprecian su calidad, y el pragmatismo en este pa¨ªs es ley. Pero el enfrentamiento de los dos pa¨ªses supone una amenaza para la estabilidad regional y las relaciones econ¨®micas mutuas. China es el mayor socio comercial de Jap¨®n, mientras que Jap¨®n es el tercero de China. Los intercambios bilaterales ascendieron a 342.900 millones de d¨®lares (262.600 millones de euros) el a?o pasado, seg¨²n cifras chinas. Y aunque, de momento, no ha habido noticias sobre compa?¨ªas japonesas que est¨¦n pensando retirarse de China, algunas podr¨ªan repensar sus inversiones a largo plazo y efectuarlas en otros pa¨ªses.
Pek¨ªn ha dado una muestra de habilidad en la gesti¨®n de las protestas, dando rienda suelta al descontento de la poblaci¨®n, pero manteni¨¦ndolas bajo control y poni¨¦ndoles fin cuando lo ha estimado conveniente. Unas protestas que, seg¨²n asegur¨® este jueves el artista y disidente Ai Weiwei, han sido ¡°preparadas" por el Gobierno. ¡°Ha intentado presentarlas como autorganizadas, pero hab¨ªa tantos detalles que indican claramente que han sido cuidadosamente preparadas¡±, ha dicho, informa France Presse. ¡°Utilizar este tipo de t¨¢cticas en este asunto internacional es muy inocente. Es como en la d¨¦cada de 1960. Todos sabemos en China que las ¨²ltimas manifestaciones reales organizadas fueron aplastadas por los tanques¡±, dice en referencia a las de la plaza Tiananmen, en 1989.
El Gobierno ha querido presionar a Tokio sobre las islas y mostrarse como claro defensor de los intereses nacionales sin incitar a la violencia. Especialmente, cuando se dispone a celebrar en las pr¨®ximas semanas un importante congreso quinquenal del Partido Comunista Chino, en el que se producir¨¢ el relevo generacional en la c¨²pula del partido.
El contencioso contribuye, adem¨¢s, a alimentar el nacionalismo y distrae la atenci¨®n de las luchas internas en el partido desveladas por el esc¨¢ndalo protagonizado por uno de sus pol¨ªticos estrellas hasta hace unos meses, el defenestrado Bo Xilai, exsecretario del partido en la municipalidad de Chongqing.
Aunque la tensi¨®n antijaponesa es alta, pocos esperan que derive en un conflicto armado. Wang Shuo, director del grupo de comunicaci¨®n chino Caixin Media, escribi¨® un art¨ªculo la semana pasada en el que asegur¨® que, a pesar de la ret¨®rica febril, ninguna de las dos partes ¡°ha excedido el nivel de demandas previas de soberan¨ªa¡±, por lo que, seg¨²n dijo, ¡°no hay posibilidad de guerra en Asia oriental, ni remotamente¡±.
El profesor Zhang Ming coincide: ¡°No habr¨¢ guerra. China no est¨¢ segura de poder ganarla, as¨ª que el Partido Comunista ha organizado a la gente, con su viejo estilo, con la intenci¨®n de utilizar el poder del pueblo para causar p¨¦rdidas econ¨®micas a los japoneses. El partido pensaba que Jap¨®n recular¨ªa a causa de la presi¨®n de las protestas, pero no ha sido as¨ª. Adem¨¢s, ha tenido que controlar las manifestaciones por la presencia de neomao¨ªstas y alguna gente que quer¨ªa aprovecharlas para pedir democracia. Estados Unidos se ha metido como mediador, y el partido sabe que tiene que lograr un compromiso y olvidar el tema porque Jap¨®n tiene el control de las islas y China no se puede permitir el coste de un conflicto armado ni romper las relaciones comerciales¡±. Han pasado 81 a?os desde el Incidente de Manchuria orquestado por Jap¨®n, pero las heridas de la guerra entre las dos potencias siguen abiertas, alimentadas por la rivalidad pol¨ªtica y econ¨®mica.
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