La crisis abre dudas sobre el sistema pol¨ªtico de Estados Unidos
El dise?o del Congreso est¨¢ concebido para proteger a las minor¨ªas pero convierte la tarea de gobernar en una pesadilla y lleva con demasiada frecuencia a la par¨¢lisis pol¨ªtica
Entre las muchas consecuencias de la crisis abierta por la negociaci¨®n sobre el abismo fiscal, quiz¨¢ la m¨¢s importante de todas es la de las dudas desatadas sobre la vigencia y eficacia del sistema pol¨ªtico de Estados Unidos, que impide a un presidente reci¨¦n reelegido y con un 57% de respaldo popular, seg¨²n la ¨²ltima encuesta de Gallup, hacer su propia pol¨ªtica econ¨®mica.
Barack Obama carece de instrumentos constitucionales para sacar adelante las reformas sobre impuestos y gasto p¨²blico que fueron refrendadas por los ciudadanos en las elecciones del pasado 6 de noviembre, y necesita el apoyo de ambas c¨¢maras del Congreso para evitar el abismo fiscal. Eso exige, tanto en la C¨¢mara de Representantes, donde el Partido Republicano es mayor¨ªa, como en el Senado, pese a que ¨¦ste es controlado por el Partido Dem¨®crata, el apoyo de la oposici¨®n conservadora.
El sistema pol¨ªtico norteamericano est¨¢ concebido para proteger a las minor¨ªas y reflejar de la forma m¨¢s precisa posible la voluntad popular. Para ello, en una de las c¨¢maras, el Senado, el partido minoritario tiene capacidad de obstaculizar la tramitaci¨®n de las leyes hasta que una mayor¨ªa de 60 senadores de los 100 que la componen lo impida. La otra c¨¢mara, la C¨¢mara de Representantes, se renueva por completo cada dos a?os, lo que obliga a sus miembros a estar en permanente campa?a electoral o, dicho de otra manera, en constante sinton¨ªa con los deseos de sus votantes.
En la pr¨¢ctica, esto convierte la tarea de gobernar en una pesadilla y lleva con demasiada frecuencia a EE UU a la par¨¢lisis pol¨ªtica. Se comprob¨® en 2008, cuando la C¨¢mara de Representantes rechaz¨® inicialmente el rescate de la banca y provoc¨® en unas horas el hundimiento de todas las Bolsas de valores del mundo. Volvi¨® a ocurrir en 2011, durante una dram¨¢tica negociaci¨®n sobre el aumento del techo de deuda que dio lugar a que las agencias calificadoras rebajaran la nota del cr¨¦dito norteamericano. Y ha vuelto a suceder ahora.
La separaci¨®n ideol¨®gica se ha profundizado y los partidos act¨²an en el Congreso en bloque
Este peligro no era tan evidente en el pasado, cuando dentro de cada partido conviv¨ªan fuerzas de derecha y de izquierda que cruzaban los votos frecuentemente y conformaban mayor¨ªas distintas a la divisi¨®n estricta entre dem¨®cratas y republicanos. Pero se ha agravado considerablemente en los ¨²ltimos a?os, en los que la separaci¨®n ideol¨®gica se ha profundizado y los partidos act¨²an en el Congreso en bloque, de forma algo m¨¢s parecida a lo que ocurre en los sistemas parlamentarios europeos.
La diferencia es que la mayor¨ªa de los sistemas europeos est¨¢n dise?ados para darle al partido gobernante las mayor¨ªas que necesita para sacar adelante su programa. En EE UU, sin embargo, ha avanzado la divisi¨®n ideol¨®gica al estilo europeo, pero se mantiene un sistema pensado para gobernar por consenso.
Recientemente, se han mencionado distintas formas de resolver ese dilema. El l¨ªder de los dem¨®cratas en el Senado, Harry Reid, entre otros, ha propuesto la limitaci¨®n del poder de filibusterismo de la oposici¨®n. Pero, si no es f¨¢cil conseguir un acuerdo de la clase pol¨ªtica para evitar el abismo fiscal, mucho m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ obtenerlo para reformar el sistema.
Por otra parte, no est¨¢ del todo claro que haya que hacerlo. En ¨²ltima instancia, la culpa de la inoperancia actual corresponde tanto, al menos, a la propia clase pol¨ªtica como al sistema con el que se rige. Lo m¨¢s f¨¢cil para eliminar los obst¨¢culos que presenta un sistema ¡°demasiado democr¨¢tico¡± es hacerlo ¡°algo menos democr¨¢tico¡±, pero esa no es necesariamente la mejor soluci¨®n.
Este debate sobre el sistema pol¨ªtico se ha intensificado tras la llegada a Washington de los congresistas del Tea Party. La C¨¢mara de Representantes est¨¢ pensada para eso, para traer asiduamente a la capital sangre joven y energ¨ªa transformadora ¨Cel Senado, en contraste, es casi vitalicio-. El radicalismo de los miembros del Tea Party no ha sido, en alguna medida, m¨¢s que una actitud coherente con las promesas por las que fueron elegidos.
El problema ha surgido cuando ese radicalismo no se ha visto compensado por la necesaria responsabilidad para desarrollar la tarea de gobierno. El sistema pol¨ªtico norteamericano quiz¨¢ necesita una adaptaci¨®n a los nuevos tiempos. Pero, desde luego, los padres fundadores lo concibieron con la esperanza de que ser¨ªa utilizado siempre por personas que pondr¨ªan los intereses de la naci¨®n por encima de sus propios dogmas.
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