Europa necesita ideas
La crisis agudiza el clamor antieuropeo. Hacen falta argumentos para combatirlo
Europa es dif¨ªcil de vender ¨²ltimamente en el Reino Unido. El viejo reflejo brit¨¢nico de desconfiar p¨²blicamente de todo lo que suceda al otro lado del Canal, mientras que en privado uno disfruta de todas las maravillas que ofrece Europa (el tiempo, la cultura, el estilo, la moda, el f¨²tbol total...) no muestra s¨ªntomas de estar desapareciendo. De hecho, desde que comenzamos el recorrido del suplemento Europa a comienzos de 2012, el clamor antieuropeo se ha vuelto incluso m¨¢s ruidoso. En la actualidad es dif¨ªcil o¨ªr a alguien defender a Europa. La UE es tan impopular como Jimmy Savile y Kim Jong-un. El partido UKIP y sus argumentos xen¨®fobos, que parecen elaborados en 1584, dominan los debates p¨²blicos de tal forma que los conservadores est¨¢n empezando a farfullar de nuevo que es necesario convocar un refer¨¦ndum sobre la salida, muertos de miedo de que les quiten m¨¢s votos sus rivales de la extrema derecha. En la izquierda, los laboristas est¨¢n pr¨¢cticamente callados; y los dem¨®cratas liberales tienen problemas m¨¢s urgentes como, por ejemplo, su supervivencia, y no tienen tiempo de ocuparse de la UE.
Ahora bien, existe una raz¨®n m¨¢s importante por la que la UE no est¨¢ nunca de moda en el Reino Unido. Siempre fue dif¨ªcil defender el europe¨ªsmo, y en la crisis actual del euro y la austeridad se ha vuelto a¨²n m¨¢s complicado. A la prensa sensacionalista le cuesta menos trabajo escribir titulares sobre los malvados bur¨®cratas de Bruselas que quieren imponer que los pl¨¢tanos tengan una forma determinada que investigar los sutiles aspectos en los que la UE hace que nuestras vidas sean mejores, m¨¢s seguras, m¨¢s ricas y m¨¢s intensas. The Daily Mail, ese indestructible creador de opini¨®n aficionado a hacer que la gente se odie entre s¨ª algo m¨¢s de lo que de todas formas se odiar¨ªa, disfruta se?alando culpables. A los brit¨¢nicos en general siempre les gusta se?alar culpables. As¨ª que decir que todo es achacable a las normas de inmigraci¨®n de la UE, o la pol¨ªtica monetaria del BCE, o los in¨²tiles de los pa¨ªses del sur, o los eur¨®cratas entrometidos, siempre encuentra buena acogida. El suplemento Europa ha intentado contrarrestar esos argumentos perezosos y ensimismados. Nuestro trabajo, abierto a los comentarios de los lectores del Guardian, ha dado pie a respuestas inteligentes. Muchos afirman, con s¨®lidos argumentos, que es muy posible amar Europa y odiar la UE. Seguir¨ªamos comerciando entre nosotros aunque no existiera el mercado com¨²n, dicen; seguir¨ªamos yendo de vacaciones al Algarve y jugando en la Champions League; seguir¨ªamos comprando empresas y contratando a trabajadores de los dem¨¢s pa¨ªses. Otros aseguran lo contrario: la UE nos ayuda en cosas que no sabemos valorar. ?Es que creemos que los chinos estar¨ªan invirtiendo en el nordeste de Inglaterra si no estuvi¨¦ramos en la UE? ?Acaso pensamos que nos tomar¨ªan en serio en Mosc¨² o Washington si nos present¨¢ramos como pa¨ªses individuales, y no como un bloque de 27, pronto 28? ?De verdad creemos que habr¨ªa m¨¢s puestos de trabajo, m¨¢s inversiones, si de pronto cerr¨¢ramos nuestras fronteras y vivi¨¦ramos en un magn¨ªfico aislamiento?
Esta edici¨®n de Europa ha descubierto que el euroescepticismo est¨¢ ganando terreno, por ahora. Europa est¨¢ inmersa en una b¨²squeda desesperada de nuevas ideas, y hemos intentado proponer unas cuantas. Pero estamos seguros de que nuestros lectores europeos tendr¨¢n las suyas propias. Europa las necesita.
Mark Rice-Oxley es redactor jefe de Internacional y coordinador del suplemento Europa para The Guardian.
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