El ¡®gran vecchio¡¯
El ¨²ltimo episodio turbio de la vida de Andreotti le ligaba a una cuenta secreta del banco vaticano
Ha muerto Giulio Andreotti a los 94 a?os. Y casi parecen pocos. Cualquiera hubiera pensado que el hombre que domin¨® la pol¨ªtica italiana durante la pr¨¢ctica totalidad de la Primera Rep¨²blica era m¨¢s que centenario. Un personaje infinito, un dios local sin edad, hasta tal punto fue omnipresente en el escenario turbio y complicado de Italia en los a?os que van de la posguerra hasta principios de los a?os noventa. Romano de nacimiento y cat¨®lico de misa diaria, Andreotti siempre nutri¨® una cierta vocaci¨®n cardenalicia. Si se inclin¨® por la pol¨ªtica laica fue porque, como sol¨ªa reconocer, las mujeres le atrajeron desde muy joven. ?l fue fiel a la suya, Livia Danese, que se mantuvo en un discret¨ªsimo segundo plano. El estilo pol¨ªtico de Andreotti no hubiera desentonado en la curia romana, con la que siempre estuvo en total sinton¨ªa.
Aunque no puede decirse que la pol¨ªtica civil le fuera mal. Desde la etapa constituyente hasta el desmoronamiento de la Democracia Cristiana, tras el hurac¨¢n judicial de mani pulite (manos limpias), Andreotti lo fue todo en la vida pol¨ªtica italiana. Ministro en una veintena de gabinetes democristianos, siete veces primer ministro, estuvo a punto de concluir su carrera pol¨ªtica en el Quirinal. Si no consigui¨® ser presidente de la Rep¨²blica fue porque dos mafiosos arrepentidos le identificaron como el principal referente de la Mafia siciliana en la pol¨ªtica romana. La batalla judicial, iniciada en 1995, se cerr¨® tras las correspondientes apelaciones como muchas veces ocurre en la historia judicial italiana, con la prescripci¨®n del delito. Para entonces, Andreotti, con su figura encorvada y su aspecto vacilante, era un anciano todav¨ªa influyente, en su calidad de senador vitalicio.
Lo sorprendente del poder andreottiano es su capacidad de adaptaci¨®n pese a la sucesi¨®n de esc¨¢ndalos en los que invariablemente aparec¨ªa su nombre
Desde su estudio privado de la plaza romana de San Lorenzo in Lucchina, donde recibi¨® a EL PA?S en junio de 1998, Giulio Andreotti segu¨ªa ejerciendo una notable influencia en la pol¨ªtica italiana. En la antesala de su despacho, media docena de personas esperaban ser recibidos por el gran l¨ªder. Lo sorprendente del poder andreottiano es su capacidad de adaptaci¨®n pese a la devastadora sucesi¨®n de esc¨¢ndalos en los que invariablemente aparec¨ªa su nombre. El m¨¢s grave de todos, probablemente, el secuestro y asesinato por las Brigadas Rojas, en 1978, del entonces l¨ªder de la Democracia Cristiana, Aldo Moro. ?En qu¨¦ medida era culpable Andreotti de la tragedia? Los escritos de Moro, redactados mientras estaba en manos de sus secuestradores, son duros con su correligionario. Y las zonas de sombra en la investigaci¨®n del secuestro ¡ªpistas no exploradas, errores policiales¡ª alimentaron las teor¨ªas conspirativas que ve¨ªan una y otra vez en Andreotti el representante de un poder oscuro y manipulador, una especie de gran vecchio que manejaba los hilos de la alta pol¨ªtica italiana.
El nombre de Andreotti aparec¨ªa detr¨¢s de la bancarrota del banco Ambrosiano, en 1982, con su estela de muertes nunca aclaradas; detr¨¢s del asesinato del periodista Mino Pecorelli, colaborador de los servicios secretos italianos, o de las intrigas ligadas a la logia mas¨®nica P2. El ¨²ltimo episodio turbio en la abultada biograf¨ªa de Andreotti qued¨® al descubierto en mayo de 2009, cuando el periodista Gianluigi Nuzzi ¡ªel hombre que destap¨® los papeles del Vatileaks¡ª public¨® documentos secretos sobre las cuentas an¨®nimas del Instituto para las Obras de Religi¨®n (Ior), m¨¢s conocido como el banco vaticano, en las que aparec¨ªa Andreotti como titular o como beneficiario. Cuentas por las que transitaban sumas considerables de dinero en los a?os noventa, con destino a proyectos m¨¢s o menos caritativos de Andreotti, e incluso a financiar iniciativas pol¨ªticas pr¨®ximas. Todo el material procede de un archivo de documentos guardado cuidadosamente por un monse?or empleado en el Ior durante a?os. El libro cay¨® como un mazazo en el Vaticano, pero Andreotti se mantuvo impasible. Preocupado, quiz¨¢s, por otros juicios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.