Brasil, lo que queda por hacer
Aloizio Mercadante recrea la d¨¦cada del nuevo desarrollismo brasile?o: la contestaci¨®n a los l¨ªmites y distorsiones de nuestra democracia representativa y de nuestro sistema pol¨ªtico
Las sublevaciones, las protestas y las grandes manifestaciones pueden ocurrir incluso en un cuadro econ¨®mico y social positivo y en democracias plenas. Algunos autores, como Lara Resende, citan como ejemplo el movimiento de Mayo del 68 en Francia. Esa rebeli¨®n estudiantil, que surgi¨® s¨²bitamente en las universidades y calles de Par¨ªs y de otras metr¨®polis francesas, tambi¨¦n se dio en el cuadro de una democracia y en un ambiente socioecon¨®mico que era, en general, positivo. Esto, sin embargo, no impidi¨® que esos movimientos adquiriesen grandes dimensiones y suscitasen amplios cuestionamientos sobre aspectos relevantes de la sociedad francesa. Como en el Brasil de 2013, esos movimientos criticaron todo y pusieron en duda la legitimidad de las autoridades constituidas y de los partidos. Por un breve periodo, en la primavera francesa, se vivi¨® la sensaci¨®n de que era posible satisfacer todas las utop¨ªas y reivindicaciones en el corto plazo. La frase escrita en un muro de Par¨ªs, ¡°S¨¦ realista, pide lo imposible¡±, resume bien el car¨¢cter libertario y, en cierta forma, an¨¢rquico, de aquellos movimientos juveniles.
Pero no fue solo el Mayo del 68 Franc¨¦s. La d¨¦cada de los sesenta fue pr¨®diga en movimientos y protestas que implicaban a j¨®venes contestatarios y libertarios, que tambi¨¦n se dieron en un contexto socioecon¨®mico de crecimiento y de afirmaci¨®n del Estado de bienestar, al contrario de lo que ocurre hoy. En EE UU hubo grandes protestas estudiantiles que, aunque provocadas en gran parte por la guerra de Vietnam, manifestaron una amplia serie de insatisfacciones con la sociedad y la pol¨ªtica estadounidenses. La efervescencia pol¨ªtica y cultural de la ¨¦poca tambi¨¦n estuvo vinculada al movimiento feminista, al movimiento de los derechos civiles y a varios movimientos de afrodescendientes. El propio movimiento de los hippies, aunque contrario a grandes manifestaciones, tambi¨¦n expres¨® una gran inconformidad con los valores y rumbos de la sociedad de la ¨¦poca.
Todos esos colectivos, surgidos a pesar de la bonanza econ¨®mica del momento, y tal vez incluso causados por ello, ten¨ªan motivaciones pol¨ªticas, culturales y de comportamiento desvinculadas de un cuadro de deterioro social y econ¨®mico. Con todo, fueron movimientos muy fuertes y relevantes, que dejaron marcas profundas en sus sociedades.
Sus causas estaban mucho m¨¢s vinculadas a factores de cultura y comportamiento. El choque de generaciones y de valores, la revuelta contra el autoritarismo difuso y el malestar contra el ¡°vac¨ªo¡± de la sociedad de consumo tuvieron un papel mucho m¨¢s preponderante que cualquier factor econ¨®mico coyuntural. Eran m¨¢s propiamente movimientos ¡°contraculturales¡± que insurrecciones desencadenadas por el cuadro social y econ¨®mico de la ¨¦poca.
Los j¨®venes de la clase media brasile?a est¨¢n inmersos en una nueva cultura, la de Internet y las redes sociales
Esto no es sorprendente. Freud, en su obra El malestar en la cultura, ya se?alaba que la represi¨®n de los instintos, imprescindible para impedir el colapso de la civilizaci¨®n, causaba un inevitable malestar, una insatisfacci¨®n permanente, una situaci¨®n de conflicto entre individuo y sociedad que pod¨ªa apenas ser mitigada por la sublimaci¨®n. Obviamente, los j¨®venes son siempre m¨¢s sensibles a ese malestar difuso, y menos propensos a aceptar pasivamente cualquier forma de autoritarismo y orden establecido.
En el caso espec¨ªfico del Brasil de 2013, tambi¨¦n podemos identificar factores de esa naturaleza.
Los j¨®venes de la clase media brasile?a, as¨ª como los j¨®venes de casi todo el mundo, est¨¢n inmersos en una nueva cultura, la cultura de Internet y de las redes sociales. Esa nueva cultura, surgida del paradigma tecnol¨®gico basado en la microelectr¨®nica y en la expansi¨®n extraordinaria de la sociedad en redes, tiene como caracter¨ªsticas principales la horizontalidad, la adaptabilidad, la flexibilidad y la cooperaci¨®n. En ella no existe lugar para la verticalidad de la organizaci¨®n, para la concentraci¨®n de las decisiones y para los liderazgos en el sentido tradicional. Adem¨¢s de eso, en las redes sociales la velocidad de la informaci¨®n y de las respuestas es enorme. Existe una instantaneidad en la interacci¨®n que no tiene paralelismo con las formas tradicionales de organizaci¨®n, lo que no impide la constituci¨®n de grupos de inter¨¦s en las redes sociales, pero les da, en la mayor parte de las ocasiones, un trazo de identidad peculiar.
Pues bien, esa cultura digital, horizontal, flexible y de intensa colaboraci¨®n e interacci¨®n es diametralmente opuesta a la cultura anal¨®gica, verticalizada, de baja flexibilidad e interactividad que se observa en el mundo offline de las grandes organizaciones.
Ese, dig¨¢moslo as¨ª, ¡°choque cultural¡± es m¨¢s intenso y evidente cuando hablamos del Estado y de la representaci¨®n pol¨ªtica. La gran verticalidad, la rigidez de las estructuras, la lentitud de las respuestas, y la baja interactividad son caracter¨ªsticas destacadas del aparato del Estado, que lo confrontan con la nueva cultura de las redes digitales expandidas. Esta confrontaci¨®n se hace m¨¢s aguda cuando el sistema pol¨ªtico es poco transparente, tiene bajo nivel de accountability y est¨¢ atrapado por grandes intereses econ¨®micos.
A pesar de los grandes avances recientes, este es, infelizmente, el caso del sistema pol¨ªtico brasile?o, a¨²n muy marcado por el amiguismo, por la ausencia de partidos org¨¢nicos, por la influencia avasalladora del poder econ¨®mico en las elecciones y por lo que ya denominamos la ¡°privatizaci¨®n del Estado¡±. Adem¨¢s, las instituciones p¨²blicas a¨²n est¨¢n imbuidas, en general, de una cultura administrativa burocratizada y poco eficiente. Por eso mismo, uno de los grandes desaf¨ªos que Brasil tendr¨¢ que afrontar para consolidar el Nuevo Desarrollismo ata?e justamente al perfeccionamiento de su democracia y de sus instituciones republicanas, as¨ª como a la promoci¨®n de una mayor participaci¨®n de sus ciudadanos en el sistema pol¨ªtico.
El fil¨®sofo Marcos Nobre argumenta que ese fue, en realidad, el principal factor desencadenante de las manifestaciones de junio de 2013. Para Nobre, el obst¨¢culo fundamental para el social-desarrollismo brasile?o se refiere a las distorsiones y l¨ªmites del Estado y de la representaci¨®n pol¨ªtica en Brasil, que exige coaliciones con partidos amiguistas para garantizar la gobernabilidad.
Sin embargo, en el contexto actual de claras insuficiencias, distorsiones y l¨ªmites del sistema pol¨ªtico brasile?o, no sorprende que las protestas de las calles de Brasil hayan manifestado un intenso rechazo a la representaci¨®n pol¨ªtica y a los partidos pol¨ªticos en general. As¨ª como ocurri¨® en algunos pa¨ªses de Europa, el lema ¡°no nos representan¡±, alusi¨®n a los pol¨ªticos y a los partidos, tambi¨¦n se apoder¨® de las calles de Brasil. La cultura digital y participativa de las redes sociales entr¨® en choque frontal con la cultura anal¨®gica y representativa del sistema pol¨ªtico.
En ese aspecto, los movimientos en Brasil tienen, de hecho, un claro punto en com¨²n con los otros movimientos internacionales de j¨®venes, en particular con los de los ¡°indignados¡± europeos: la contestaci¨®n a los l¨ªmites y distorsiones de nuestra democracia representativa y de nuestro sistema pol¨ªtico. Como en Europa, los j¨®venes brasile?os tambi¨¦n exigen nuevas formas de hacer pol¨ªtica y mecanismos innovadores que ampl¨ªen la democracia participativa. Aparte de eso, han podido apropiarse de esl¨®ganes, como el ¡°no nos representan¡±, que velozmente se diseminan por las redes sociales, traspasando fronteras nacionales y su sentido original.
Brasil: de Lula a Dilma (2003-2013), de Aloizio Mercadante, de Clave Intelectual, est¨¢ ya a la venta. 492 p¨¢ginas. 25 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.