Los bosnios dan de nuevo la batalla
La ciudad de Tuzla, escenario de encarnizados combates hace dos d¨¦cadas, es la cuna de las protestas contra la destrucci¨®n de las industrias y la corrupci¨®n
A juzgar por las pintadas que emborronan la sede del Gobierno cantonal ¡ª¡°Muerte al nacionalismo¡±, ¡°Stop a la divisi¨®n nacional de la poblaci¨®n bosnia¡±, ¡°Bosnia unida¡±¡ª, se podr¨ªa pensar que en Tuzla con Tito se viv¨ªa mejor. Esta poblaci¨®n de 170.000 habitantes del noreste del pa¨ªs, un desolador paisaje de f¨¢bricas arrumbadas, bloques de viviendas como celdas y un cielo con textura de engrudo, es la cuna de las protestas que desde el mi¨¦rcoles pasado han puesto en jaque a los diferentes gobiernos ¡ªel federal, los cantonales y los locales¡ª de Bosnia-Herzegovina. El levantamiento esencialmente pac¨ªfico de miles de ciudadanos que salen a la calle a diario para reclamar justicia social.
La f¨¢brica Dita, que produc¨ªa detergente y empleaba a 110 personas a las que se adeudan 27 meses de salario (y 50 de contribuci¨®n en pensiones y seguro m¨¦dico), es el epicentro de la insurrecci¨®n popular. Sin pretenderlo, sus trabajadores han prendido la mecha del descontento en todo el pa¨ªs, y ni siquiera se explican c¨®mo. ¡°Nos manifest¨¢bamos todos los mi¨¦rcoles desde hace dos a?os para reclamar nuestro dinero, y el ¨²ltimo todo cambi¨®. Ahora s¨ª sentimos que tenemos apoyo¡±, explica en el patio de la f¨¢brica Mirza Bukvic, que ha ocupado las instalaciones con otros compa?eros ¡°para evitar que el due?o se lleve las cosas de valor¡±.
El propietario es un magnate de Sarajevo que compr¨® esta y otras plantas en Bosnia cuando el Estado las privatiz¨®, y que las ha dejado morir poco a poco ¡ªcuando no desguazado¡ª, con un expediente de quiebra que vale menos que el papel mojado y que las distintas administraciones se rebotan con la excusa de no tener competencias para tramitarlo. Muchos ven detr¨¢s del proceso un intento apenas disimulado para recalificar terrenos y a dar un pelotazo urban¨ªstico.
¡°No tenemos subsidio de paro, ni ayudas de ning¨²n tipo. Llevamos dos a?os viviendo de nuestras familias: de los padres o de los hijos. Como mucho, alguna chapuza por horas o d¨ªas¡±, apunta Bukvic. Slalojka Markanovic, una compa?era de trabajo con el rostro igual de agrietado que ¨¦l, explica que en su casa son seis de familia (uno de ellos menor), que ninguno de los adultos trabaja, y que todos viven de los 300 marcos convertibles (150 euros) de la pensi¨®n del padre. Treinta a?os de trabajo a sus espaldas y sin seguro m¨¦dico desde hace tres; tampoco tendr¨¢ pensi¨®n si no se resuelve el conflicto. ¡°Que no digan los pol¨ªticos que los manifestantes son hooligans¡±, clama, en alusi¨®n a los disturbios del viernes, que las autoridades atribuyeron a hinchas del equipo de f¨²tbol local. ¡°Son nuestros hijos, que llevan a?os vi¨¦ndonos sufrir; es el hambre. Los verdaderos hooligans han sido los ministros y el jefe del Gobierno [del cant¨®n de Tuzla], que no quieren entender lo que es no tener nada que comer¡±.
Dita no es la ¨²nica f¨¢brica afectada por un proceso privatizador salvaje (y sin garant¨ªas legales); por la reconversi¨®n hacia ninguna parte de la industria pesada, contaminante, de la ¨¦poca yugoslava. Tuzla era el coraz¨®n econ¨®mico de la regi¨®n, y otras cuatro f¨¢bricas han corrido la misma suerte. Al margen de la central t¨¦rmica, que exporta electricidad ¡ªa costa de escupir un humo amenazante y acre, con volumen de hongo at¨®mico¡ª, otras f¨¢bricas sobreviven en estado calamitoso, como Solana, que procesa la sal de las salinas locales y cuya producci¨®n se amontona en sacos en el patio porque Sarajevo, cant¨®n vecino y te¨®rico socio de Tuzla en el seno de la Federaci¨®n bosnio-croata, ya no le compra existencias para deshacer la nieve en invierno; al contrario, la importa del extranjero. Solana exporta a pa¨ªses de la regi¨®n, s¨ª, pero Bosnia la ignora. Cosas de la pol¨ªtica local: peleas entre nacionalistas (Sarajevo) y socialistas (Tuzla), mientras parte de la poblaci¨®n protesta porque pasa hambre.
En Tuzla no parece que haya ca¨ªdo el tel¨®n de acero. Ciudad tirando a izquierdista, de raigambre obrera y tradici¨®n insurrecta ¡ªel monumento al minero, aplicado ejemplo de realismo socialista, recuerda sus luchas en el siglo pasado¡ª, conserva la p¨¢tina desva¨ªda y terrosa de la Serbia profunda o de las ciudades atrasadas de Kosovo. Una reliquia de la Europa del Este, rediviva 25 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn, solo que adem¨¢s te?ida de sangre.
Mehmedovic Djivaz, presidente del sindicato de trabajadores de Dita, lo sabe bien, pues fue combatiente ¡°y defensor de la ciudad¡± durante la guerra (1992-1995). ¡°Los que nos acusan de causar disturbios, de quemar edificios [el viernes ardieron en parte la sede del Gobierno cantonal y el Ayuntamiento] no saben lo que dicen. Defend¨ª esta ciudad jug¨¢ndome la vida durante la guerra; soy un trabajador, no un l¨ªder ni un pol¨ªtico. Seguiremos manifest¨¢ndonos, porque no es una protesta solo de obreros, sino de toda la ciudadan¨ªa¡±, explica Djivaz.
Acaba de salir del juzgado, de reclamar por en¨¦sima vez una soluci¨®n al expediente de quiebra que todos se pasan de mano en mano y nadie acierta ¡ªo se atreve¡ª a resolver. Es un esforzado superviviente, con el ¨¢nimo tan fr¨¢gil como la l¨ªnea divisoria entre la desesperaci¨®n ciudadana y el abismo que todo lo engulle de la violencia.
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