¡°La Iglesia ha hecho la vista gorda ante la Mafia¡±
El sacerdote, que dirige la asociaci¨®n Libera contra el crimen, ha logrado el apoyo del Vaticano
![El Papa y el padre Luigi Ciotti, el pasado 21 de la marzo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/472LVUQYRJTYNGTXNNSYVDNWPY.jpg?auth=6d495b6af0e71ef85ddd191d9e014b75ecd443139e78efe8a5d3c75ed3b9bc5e&width=414)
El sacerdote Luigi Ciotti (Pieve di Cadore, 1945) es un referente de la lucha contra las mafias en Italia. Aunque desde hace dos d¨¦cadas dirige Libera, una asociaci¨®n c¨ªvica que combate el crimen y promueve la legalidad, jam¨¢s logr¨® el apoyo expreso del Vaticano. Una indolencia que se rompi¨® por fin en marzo, cuando el papa Francisco asisti¨® en Roma a una vigilia por las v¨ªctimas. Bergoglio y Ciotti entraron de la mano en el templo. Pocas semanas despu¨¦s, el Papa lanz¨® en Calabria su hist¨®rica excomuni¨®n a la ¡®Ndrangheta.
?La fe no puede ser un salvoconducto a la ¨¦tica!
?C¨®mo pueden servir las palabras del Papa en Calabria en la lucha contra la Mafia?Las palabras del Papa marcan un punto de no retorno. En el pasado, la actitud de la Iglesia en relaci¨®n con las mafias ha dejado espacio a reticencias y silencios, y esto chocaba con el compromiso de quienes, en cambio, denunciaban y daban la cara. De don Pino Puglisi y don Peppe Diana, que perdieron la vida, a tantos otros que, sin ser noticia, contin¨²an construyendo esperanza en territorios aplastados por la presencia criminal. Las palabras del Papa, que, no lo olvidemos, tienen un precedente en otras de Juan Pablo II y Benedicto XVI, despejan el campo de cualquier ambig¨¹edad. Las mafias son ¡°la adoraci¨®n del mal¡± y los mafiosos est¨¢n, por eso mismo, excomulgados, fuera de la comuni¨®n con la Iglesia. A menos que se conviertan, que es algo m¨¢s que el hecho de arrepentirse frente a la ley. Es hacer del reconocimiento del mal causado el eje de un cambio radical de su propia vida.
?Hasta qu¨¦ punto la Iglesia oficial no ha estado a la altura de las circunstancias?Las palabras del Papa quitan todas las excusas a una Iglesia que ha sido demasiado tibia con las mafias y ha mirado con indulgencia e incluso con agrado la falsa devoci¨®n de los mafiosos, haciendo la vista gorda sobre sus delitos y violencias. ?La fe no puede ser un salvoconducto a la ¨¦tica! Rosario Livatino, un joven magistrado y hombre de fe, asesinado por la Mafia en 1990, escribi¨® sobre esto una frase muy bella: ¡°Al final no nos preguntar¨¢n si hemos sido creyentes, sino si hemos sido cre¨ªbles¡±.
Despu¨¦s de su encuentro con el Papa en la ceremonia de marzo, ?cree que el Vaticano ser¨¢ por fin m¨¢s cercano a las v¨ªctimas?Sin duda. Nunca antes una representaci¨®n de las v¨ªctimas de la Mafia hab¨ªa sido recibida por un Papa. Y la palabra ¡°recibida¡± no refleja completamente el esp¨ªritu del encuentro. Francisco nos ha escuchado, nos ha abrazado. Ha estado mucho rato en silencio escuchando el nombre de las personas asesinadas por la Mafia y el testimonio de sus familiares. No se ha mostrado humilde: lo ha sido. Espero de coraz¨®n que toda la Iglesia tome ejemplo de la actitud de su m¨¢xima autoridad: de un lado, el retorno a la sobriedad y a la esencia del evangelio; del otro, la denuncia y el rechazo del poder de las mafias y a un sistema econ¨®mico que estrangula la vida de las personas.
El problema de las mafias no es solo criminal: es, sobre todo, un problema pol¨ªtico
?C¨®mo puede luchar un ciudadano cualquiera que vive en un peque?o pueblo de Calabria contra el poder de la ¡®Ndrangheta?La batalla contra las mafias ¡ªy la corrupci¨®n que allana su campo¡ª se puede vencer si se libra en compa?¨ªa: ciudadanos y magistrados, pol¨ªticos y agentes de las fuerzas del orden, educadores y emprendedores. Las mafias son fuertes en una sociedad fragmentada e individualista. Se hace fuerte gracias a un Estado sin los recursos para garantizar la escuela, el trabajo, la asistencia sanitaria...
?Usted teme un desaf¨ªo fuerte, incluso sanguinario, de la ¡®Ndrangheta en respuesta a las palabras del Papa?Es dif¨ªcil prever la reacci¨®n de las mafias. Pero si miramos la tendencia de estos a?os, creo que se podr¨ªa excluir. Las mafias han entendido que los actos violentos, sanguinarios, les son perjudiciales y adem¨¢s anacr¨®nicos. Perjudiciales porque atraen la atenci¨®n e interfieren los asuntos criminales que necesitan opacidad y zonas de sombra. Y anacr¨®nicos porque, en un mundo donde lo que domina es la l¨®gica de las ganancias, las mafias siempre tienen cada vez menos necesidad de recurrir a la violencia directa pudiendo usar aquella que viene garantizada por los tr¨¢ficos criminales. La de las mafias es ya, salvo excepciones, una ¡°violencia de guante blanco¡±, escondida y en cierto modo protegida por las injusticias y las desigualdades de nuestro tiempo. Por esto, el problema de las mafias no es solo criminal: es, sobre todo, un problema pol¨ªtico.
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