Escuelas de corrupci¨®n
La paradoja es que cuando los pol¨ªticos cometen el delito de alta traici¨®n, robando al pueblo, ¨¦ste sigue vot¨¢ndoles, afirma el autor
Hay t¨¦rminos como bondad o justicia, que todos aspiramos a alcanzar sin conseguirlo, y otros, como corrupci¨®n, que todos queremos combatir, sin conseguirlo tampoco. La corrupci¨®n se ha convertido en la enfermedad incurable de las democracias y est¨¢ carcomiendo, ya sea en Brasil, en M¨¦xico, en Espa?a y en otros muchos pa¨ªses, las bases del sistema de convivencia y la credibilidad pol¨ªtica.
Si se analiza su origen ¡ªcon independencia de su justificaci¨®n hist¨®rica como una herencia de Espa?a a sus colonias¡ª, no es un problema que se aclare o arregle s¨®lo con leyes, con iniciativas m¨¢s o menos intermitentes de la justicia o con grandes campa?as de denuncia en la prensa. Con ella pasa, gen¨¦ticamente, como con el instinto democr¨¢tico, el respeto a las leyes o a la vida: hay cosas que no se aprenden porque las leyes te obliguen, sino que se maman desde la cuna. Pues bien, el mundo latino no mam¨® el desprecio a la corrupci¨®n.
En ese contexto, si se le preguntase a Lula da Silva por qu¨¦ durante su mandato se organiz¨® la mayor red de corruptelas de la historia en un sistema tan prostituido como el brasile?o, el expresidente y los miembros de su Gobierno contestar¨ªan que el fin justificaba los medios. En una visi¨®n t¨¢ctica, la justificaci¨®n ser¨ªa que, en vista de que era la primera vez que la izquierda gobernaba en Brasil, no se pod¨ªa detener el avance de la historia por peque?as consideraciones morales. As¨ª naci¨® el caso Mensal?o (el esc¨¢ndalo de las mensualidades, esto es, la compra de votos pura y dura en el Congreso), y de ¨¦ste a Petrobras y de ah¨ª a la destrucci¨®n del sistema.
La corrupci¨®n se ha convertido en la enfermedad incurable de las democracias
M¨¦xico es un punto y aparte, un pa¨ªs donde un pol¨ªtico se atrevi¨® a decir que la moral es algo que crece en un ¨¢rbol que produce moras. Los recientes esc¨¢ndalos sobre la compra de casas millonarias por parte de los miembros m¨¢s relevantes del Gobierno, incluido el propio presidente de la Rep¨²blica, Enrique Pe?a Nieto, muestran que no hay diferencia entre lo p¨²blico y lo privado. Y si durante los ¨²ltimos cincuenta a?os la mordida ha formado parte de la vida mexicana, esa mordida ha terminado por comerse a la sociedad.
Asimismo, si se preguntase a los partidos espa?oles, en esta ocasi¨®n al Partido Popular (PP) por qu¨¦ son tan corruptos, podr¨ªan contestar muchas cosas. La verdad es que, formalmente, Espa?a desde la Transici¨®n ha creado un sistema democr¨¢tico que, en principio, es impecable. Sin embargo, el problema es que los protagonistas de la Transici¨®n, mi generaci¨®n, al atravesar el Jord¨¢n de la reconciliaci¨®n sin sangre, consideraron que se hab¨ªan ganado el derecho casi sist¨¦mico a producir abusos (como en el caso de Lula) por el bien del pueblo. Aunque el bien muchas veces consistiera en apropiarse de las cuentas corrientes y la v¨ªctima fuera siempre la institucionalizaci¨®n.
Si durante los ¨²ltimos cincuenta a?os la mordida ha formado parte de la vida mexicana, esa mordida ha terminado por comerse a la sociedad
La corrupci¨®n pone de manifiesto lo que parecen olvidar los pueblos por una parte, y los dirigentes, por otra: los pol¨ªticos vienen del pueblo al cual traicionan, usando la corrupci¨®n como un arma, aunque sea aparente, de desarrollo social.
Al final, parece que nadie escapa a la tradici¨®n de la corrupci¨®n en los pa¨ªses latinos. No es que ¨¦sta no se d¨¦ en los anglosajones, pero s¨ª tienen m¨¢s instinto de conservaci¨®n y un sentimiento, no s¨¦ si de temor o de convicci¨®n, inculcado desde la cuna, por el que la corrupci¨®n no queda impune, aunque cuando estalla es tan brutal como en nuestra cultura, donde nacemos con la obligaci¨®n del derecho a ser corruptos.
La paradoja de todo esto es que la democracia ha provocado dos situaciones: primera, que la clase pol¨ªtica suplante el poder popular; segunda, que cuando los pol¨ªticos cometen el delito de alta traici¨®n, robando al pueblo, ¨¦ste sigue vot¨¢ndoles.
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