El limbo despu¨¦s de la cat¨¢strofe
M¨¢s de 3.200 inmigrantes aguardan en Mineo a ser expulsados o aceptados en la UE
Desde la carretera parece una urbanizaci¨®n de lujo en medio de un naranjal, casas pintadas de colores, un parque infantil, un campo de f¨²tbol donde por la polvareda se ve que esta tarde hay partido. Pero enseguida aparecen las alambradas, las tanquetas del ej¨¦rcito, los agentes de polic¨ªa y, convirtiendo de pronto en invisible todo lo dem¨¢s, las historias. Las historias de los 3.240 residentes ¡ªsobre todo hombres, sobre todo j¨®venes, sobre todo de piel oscura¡ª de una urbanizaci¨®n que fue dise?ada para los estadounidenses de la base siciliana de Sigonella y que se ha convertido en el mayor centro de internamiento de inmigrantes de Europa. La historia, por ejemplo, de un joven eritreo de 24 a?os: ¡°?ramos cinco de familia. Mis padres, mi esposa, mi hijo peque?o y yo. Todos murieron en el naufragio¡±.
Mientras Sebastiano Macarrone, el director del CARA (centro de acogida y petici¨®n de asilo) de Mineo, hace restas y multiplicaciones para explicar lo dif¨ªcil que es gestionar un lugar as¨ª ¡ª404 casas de 160 metros cuadrados cada una, 3.240 personas de 35 nacionalidades¡ª, resulta muy dif¨ªcil concentrarse. Desde la orilla de las calles, bajo el dintel de las puertas, sin hacer nada porque no hay nada que hacer, ni ir a ning¨²n sitio porque no hay sitio ad¨®nde ir, fijan la mirada en los visitantes ¡ªun grupo de periodistas en una inusual visita guiada¡ª 3.240 personas que en los ¨²ltimos meses han cruzado el Canal de Sicilia dejando atr¨¢s, los que menos, su pasado; y los que m¨¢s, como el joven eritreo que cuenta su historia, todo, absolutamente todo. ¡°No me gusta hablar de aquello¡±, se conf¨ªa, ¡°aqu¨ª de aquello no solemos hablar. Sabemos que ya no los encontrar¨¢n. Que ni siquiera los buscan¡±.
As¨ª que, siempre bajo la atenta mirada de los celadores, los pocos que se atreven prefieren borrar el pasado e incluso el futuro ¡ªeste es un limbo en el que los inmigrantes permanecen una media de 12 meses hasta que son expulsados o aceptados en el para¨ªso¡ª y dedicarse al presente. Jugar al f¨²tbol, darse una vuelta por los naranjales cercanos ¡ªtienen permitido salir siempre que fichen con unas tarjetas de pl¨¢stico¡ª o, ahora que hay ocasi¨®n, quejarse de un men¨² en el que la pasta es omnipresente o de unas casas bonitas por fuera, pero ruinosas por dentro. ¡°Eso¡±, tercia Macarrone, ¡°no es culpa nuestra, aqu¨ª viene gente de todo tipo y dentro de las casas vive como le da la gana. Muchos se tendr¨¢n que ir acostumbrando al orden y a las costumbres de Europa¡±.
Suena a broma pesada: en las ¨²ltimas semanas, el centro de acogida de Mineo ha sido noticia por sus presuntas conexiones con la organizaci¨®n mafiosa Roma Capitale, una de cuyas fuentes de financiaci¨®n era la explotaci¨®n de albergues para n¨®madas y centros de acogida para inmigrantes. Pero todo ello ¡ªincluso la despreciable explotaci¨®n de los inmigrantes¡ª resulta soportable en comparaci¨®n con los sufrimientos que estos hombres j¨®venes envuelven cuidadosamente en su silencio. Solo algunos como el nigeriano Ali (que prefiere no dar su verdadero nombre), apoyado en la valla exterior del recinto, admite que a veces sue?a con que volver¨¢n. ¡°Algunas noches¡±, cuenta, ¡°me despierto feliz pensando que mi hija de dos a?os, que se me escap¨® de los brazos, est¨¢ de nuevo durmiendo junto a m¨ª. Los d¨ªas que me pasa eso ya no tengo ganas de m¨¢s, pierdo hasta el inter¨¦s de salir y de encontrar a mi familia en Holanda. Despu¨¦s de aquello la vida para m¨ª perdi¨® todo el sentido¡±. A la pregunta de si se arrepiente de haberlo intentado ¡ªtal vez en nombre de todos¡ª responde: ¡°Ninguno de nosotros se jug¨® su vida y la de los suyos por gusto¡±.
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