La presi¨®n para destituir a Rousseff en Brasil tiene una tregua
Un acuerdo t¨¢cito entre empresarios y pol¨ªticos para retomar el control de la crisis ayuda a la mandataria a ganar tiempo y a¨ªsla a su peor enemigo, el presidente de la C¨¢mara de los Diputados
La adrenalina de las recientes protestas multitudinarias que pidieron la destituci¨®n de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue dando lugar a una curiosa serenidad en los d¨ªas posteriores al domingo, 16. Al menos en el centro del poder. Despu¨¦s de varias humillaciones p¨²blicas que culminaron con las manifestaciones, Rousseff tuvo d¨ªas menos ¨¢cidos. Una victoria para el ajuste fiscal, con la aprobaci¨®n en el Senado de un proyecto que aumenta los tributos de empresas, el pasado mi¨¦rcoles. La visita de la canciller alemana, Angela Merkel, para ampliar negocios el jueves, y 50.000 personas en la calle en protestas contra su destituci¨®n en ese mismo d¨ªa. Menos que los 800.000 del domingo pasado, en todo caso, pero un aliento en el desierto de su baja popularidad.
Para completar el cuadro, una denuncia contundente en el Supremo contra su gran enemigo, el presidente de la C¨¢mara de los Diputados, Eduardo Cunha, acusado de promover chantajes para obtener sobornos millonarios de contratistas de Petrobras.
El cambio repentino de clima se debe a un pacto entre actores econ¨®micos y pol¨ªticos para frenar lo que parec¨ªa un torbellino sin fin, que tuvo su auge diez d¨ªas antes de que los gritos anti Rousseff invadieran las calles. El 6 de agosto, la C¨¢mara, insuflada por Cunha, instaur¨® una Comisi¨®n Parlamentaria de Investigaci¨®n (CPI) del Banco Nacional del Desarrollo Econ¨®mico y Social (BNDES), la entidad p¨²blica que ha concedido cr¨¦dito a casi todas las principales empresas brasile?as.
"La investigaci¨®n pondr¨ªa a todos los empresarios que negociaron con BNDES en un clima peligroso, como si hubiera algo il¨ªcito. Todos se vieron bajo el riesgo de la exposici¨®n", observa el polit¨®logo Fernando Limongi.
Ese mismo d¨ªa, la C¨¢mara, liderada por Cunha, vot¨® a favor del aumento de sueldos de algunos servidores p¨²blicos que pasar¨ªan a ganar m¨¢s que la presidenta. Era un golpe contra el ajuste fiscal que el pa¨ªs necesita para restablecer la credibilidad en la econom¨ªa.
Cunha le hizo la vida imposible a Rousseff desde que asumi¨® la presidencia de la C¨¢mara en febrero. Dej¨® de votar proyectos importantes y la critic¨® en todas las oportunidades que tuvo. La mala relaci¨®n se avinagr¨® cuando se hizo p¨²blico, a mediados de julio, el v¨ªdeo del delator Julio Camargo. Este lobista de una empresa que trabajaba para Petrobras, investigado por la operaci¨®n Lava Jato, denunci¨® que Cunha lo presionaba para recibir un soborno de cinco millones de d¨®lares. Fue entonces cuando el presidente de la C¨¢mara anunci¨® su ruptura con el Gobierno. Cre¨ªa que Rouseff estaba involucrada para perjudicarlo pol¨ªticamente.
Nadie se quej¨® mientras sus ataques intentaban desgastar a Rousseff . Pero cuando la sed de venganza del diputado puso en riesgo la ya fragilizada econom¨ªa (y aument¨® las posibilidades de que Brasil perdiera la actual nota de inversi¨®n de las agencias de riesgo) el establishment reaccion¨®. Y advirti¨®, p¨²blicamente, de que los due?os del capital - que financian las campa?as electorales - no pod¨ªan seguir viviendo en ese ambiente de inseguridad pol¨ªtica que contamina la econom¨ªa.
La bronca funcion¨® y Cunha empez¨® a ver menguar su poder. Dos d¨ªas antes de las protestas, la Justicia le cort¨® las alas al diputado al determinar que las cuentas p¨²blicas de Rousseff tienen que ser evaluadas por la C¨¢mara y por Senado, y no solo por los diputados, como quer¨ªa Cunha. Los gastos p¨²blicos del Gobierno en 2014 est¨¢n bajo an¨¢lisis del Tribunal de Cuentas. Si este encuentra irregularidades, puede dar fuerza a una petici¨®n de impeachment en el Congreso, una estrategia no muy segura, seg¨²n varios polit¨®logos, porque un proceso de este tipo vale para delitos cometidos durante el mandato en vigor. Rousseff fue reelegida en octubre del a?o pasado.
En Brasil se respira un sentimiento de que, independientemente de lo que suceda ¨C guerras pol¨ªticas que pueden incluso culminar con una destituci¨®n- no se puede perder lo conquistado hasta ahora. Este a?o ya se han perdido 345.000 puestos de trabajo y la expectativa es que muchos m¨¢s trabajadores pierdan su empleo hasta diciembre. Tambi¨¦n la inflaci¨®n castiga a Brasil, con una alza que puede llegar a 10%, sobrepasando la meta establecida por el Banco Central por primera vez en una d¨¦cada.
Pero Brasil cre¨® 20 millones de empleos en los ¨²ltimos 13 a?os y venci¨® una inflaci¨®n de 80% al mes en 1994. M¨¢s a¨²n, el Producto Interior Bruto (PIB) se multiplic¨® por tres desde 1995, cuando el pa¨ªs dom¨® la hiperinflaci¨®n. Todas estas conquistas est¨¢n en riesgo. Pero si el hurac¨¢n sigue, las consecuencias ser¨¢n m¨¢s graves.
La percepci¨®n de la sociedad brasile?a - de los empresarios y de la poblaci¨®n inconforme con el Gobierno pero que no se uni¨® a las protestas contra Rouseff - es que el pa¨ªs est¨¢ mal con la presidenta pero estar¨ªa peor sin ella, porque no hay alternativas de liderazgo. Al menos por ahora. La destituci¨®n podr¨ªa salir adelante si se comprueba que los gastos p¨²blicos de este a?o han usado alguna maniobra contable que afect¨® al equilibrio fiscal. Otra posibilidad es que se descubra el uso irregular de dinero en su campa?a electoral del a?o pasado.
El viernes por la noche, el juez del Supremo y vicepresidente del Tribunal Superior Electoral, Gilmar Mendes, pidi¨® investigaciones sobre los gastos para la reelecci¨®n de Rousseff, alegando que hay "indicios" de que su campa?a se benefici¨® de dinero de sobornos procedente de Petrobras. El polit¨®logo Thiago Arag?o no ve gran potencial para que este pedido perjudique a la presidenta, pero seguro que la mantiene bajo la presi¨®n deseada por sus opositores. Prueba de que el alivio pos protestas puede durar mui poco. La prueba de que el alivio post protestas puede durar muy poco.
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