Las heridas del terrorismo recorren Par¨ªs
La violencia pol¨ªtica lleva a?os sacudiendo la capital francesa. Las huellas de los atentados se multiplican en sus calles
El cementerio del P¨¨re Lachaise, en el este de Par¨ªs, es el ¨²nico monumento p¨²blico que los turistas han podido visitar este fin de semana. En uno de sus muros fueron fusilados, entre el 21 y el 28 de mayo de 1871, miles de defensores de la Comuna, la gran revoluci¨®n popular que se hab¨ªa apoderado de la ciudad. Siempre hay flores frescas, que recuerdan que en Par¨ªs la violencia pol¨ªtica es vieja y persistente. Uno de los supervivientes de aquella masacre fue el escritor y periodista Jules Vall¨¨s, director del diario revolucionario El grito del pueblo. Est¨¢ enterrado en este bello cementerio y tiene una calle dedicada en Par¨ªs, que hace esquina con la rue Charonne. Se encuentra a apenas unos metros del caf¨¦ La Belle ?quipe donde unos terroristas dispararon el viernes por la noche contra la multitud ¨Cla polic¨ªa habla de que fue algo parecido a un fusilamiento¨C. El terror ha tejido una red invisible de conexiones que se extiende por esta ciudad herida, que no logra acostumbrarse a la violencia.
"Nos sentimos rodeados. Nos encontramos perdidos", asegura Philippe, un anestesista de 60 a?os, que camina con la prensa dominical bajo el brazo a pocos metros del supermercado Hypercacher, donde el pasado 9 de enero Amedy Coulibaly asesin¨® en una toma de rehenes a cuatro personas antes de ser abatido por la polic¨ªa, poco despu¨¦s de los atentados contra Charlie Hebdo. "Estaba muy cerca del supermercado entonces, justo enfrente, y mi hija vive a 50 metros de la sala Bataclan", donde fueron asesinadas m¨¢s de 80 personas el viernes, prosigue este m¨¦dico. "Este ataque es peor, no s¨®lo por el n¨²mero de muertos, sino porque el Hypercacher era un objetivo claro, ahora han fusilado a gente al azar".
El supermercado, que fue atacado por tratarse de un negocio jud¨ªo, se encuentra protegido por la polic¨ªa desde entonces. Aunque los vecinos se?alan que, en la sinagoga cercana, han bajado la guardia, porque hasta hace poco hab¨ªa siempre militares desplegados y en la ma?ana del domingo estaban ausentes. "No hay que relajarse. No estamos seguros en Par¨ªs. Y ya hemos visto que no van solo contra los jud¨ªos, sino contra cualquiera", explica David Benhas, de 60 a?os.
Las papeleras en la ciudad son bolsas de pl¨¢stico transparente despu¨¦s de que, en los noventa, el grupo terrorista argelino GIA las utilizase para poner bombas. Esta tarde se ha producido un momento de p¨¢nico cerca de la rue des Rossiers, porque se escucharon detonaciones, que resultaron ser petardos, no disparos. En esta calle estaba situado el restaurante jud¨ªo Jo Goldenberg (ahora una tienda de ropa), donde en 1982 un grupo terrorista palestino ametrall¨® a los clientes causando seis muertos y decenas de heridos, un atentado que inaugur¨® una oleada de terror que no ha terminado todav¨ªa.
A diferencia del Hypercacher, cerca de la sede de Charlie Hebdo, la revista sat¨ªrica donde los hermanos Kouachi asesinaron a 11 personas el 7 de enero, no queda ning¨²n recuerdo, apenas alguna pegatina de Je suis Charlie. Las flores, las velas, los mensajes en torno a los que se concentraron miles de personas en aquellos d¨ªas tr¨¢gicos han sido reemplazados por el silencio y la normalidad. Sin embargo, por el vecino bulevar Richard-Lenoir, donde fue asesinado sin piedad el polic¨ªa Ahmed Merabet ante los ojos del mundo, circulan constantemente personas con flores en la mano. Un grupo se abraza entre l¨¢grimas en plena calle. Se dirigen a homenajear a las v¨ªctimas de la sala Bataclan, que se encuentra a unos cientos de metros. La tela de ara?a del terror crece y se extiende, cada vez menos invisible, cada vez m¨¢s amplia.
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