Un campo minado
El panorama actual en los Balcanes, que recorren masas de refugiados, es desolador
![En septiembre de 2015, un grupo de refugiados caminaba por la frontera entre Macedonia y Serbia, cerca del pueblo de Miratovac.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QEKCSZM7C3TFXRJN72I4BMK5YA.jpg?auth=28a76fd977e89cc9925e8dfc8d0e6915a7931ce3edf4644e1103fda5f6efd892&width=414)
Cuando a finales de la primavera del a?o pasado una enorme masa de refugiados empez¨® a andar a trav¨¦s de los Balcanes, desde Grecia hasta las fronteras austriacas y alemanas, se prest¨® escasa atenci¨®n al hecho de que aquella gente que hu¨ªa del campo de batalla caminaba sobre un campo minado. Pongamos s¨®lo un ejemplo: Kumanovo, en la frontera entre Macedonia y Serbia, es una de las v¨ªas de paso en este tr¨¢nsito de refugiados. Sin mirar m¨¢s all¨¢ del dedo que les se?alaba, pocos percibieron que en la misma ciudad se hab¨ªa producido en mayo una batalla campal en un barrio alban¨¦s, donde la polic¨ªa asalt¨® las casas de un grupo guerrillero independentista de la antigua U?K ¡ªkosovar y macedonia¡ª, con el resultado de 8 polic¨ªas y 10 guerrilleros muertos.
Si observamos hoy el mapa del trayecto que recorre la larga marcha de los refugiados en los Balcanes, el panorama resulta desolador: la fr¨¢gil Grecia a punto de salir del euro, levantando campos de internamiento; la corrupta Macedonia, a la que Grecia bloquea su ingreso a la UE por culpa de un antiguo conflicto territorial, empobrecida por un Gobierno autoritario; Serbia, donde mandan los herederos de Milosevic y que sue?a con meter la mano en Bosnia y en Kosovo; Croacia, la cat¨®lica pura con el confesionario lleno de pecados inconfesos¡ Y sobre este polvor¨ªn, se ha reactivado un choque en el tablero global de la geopol¨ªtica, con Rusia y Turqu¨ªa aprovechando la debilidad europea para hacerse un puesto entre las comunidades ortodoxas y musulmanas.
En la ciudad kosovar de Mitrovica encontr¨¦ este verano enormes fotos de Putin colgadas en la fachada de las casas que se levantan al lado serbio de la ciudad dividida por un puente que separaba a los albaneses de los serbios. Kosovo, el pa¨ªs ¡°independiente¡± que sue?a con la Gran Albania; Kosovo, la ¡°protegida de Occidente¡±, sigue todav¨ªa hoy bajo administraci¨®n de la UE y se ha convertido en un ejemplo inquietante de este nuevo colonialismo consistente en meter dinero a mansalva y tolerar una ¨¦lite corrupta, criminal, a cambio de que mantenga el orden. Se trata del mismo colonialismo que ahora se exige en el resto de los Balcanes. La infamia por encargo. En vez de asosegar la tensi¨®n en la Europa perif¨¦rica ocup¨¢ndose de los refugiados, la UE tensa los pa¨ªses m¨¢s necesitados y toma partido por la autarqu¨ªa y la corrupci¨®n, aunque sea a cambio de renunciar al reto esperanzador e idealista de la Europa pol¨ªtica de los ciudadanos, la democracia y los derechos humanos.
Hace 25 a?os, a finales del mes de junio de 1991, Eslovenia declar¨® su independencia. Al d¨ªa siguiente, empezaba la guerra que terminar¨ªa con la Rep¨²blica Federal Socialista de Yugoslavia (RFSY). La guerra en Eslovenia fue corta y de baja intensidad: los combates duraron escasos 10 d¨ªas y solo hubo 18 muertos por parte eslovena, 44 del Ej¨¦rcito yugoslavo (JNA), adem¨¢s de 12 extranjeros.
Aquellos combates se conocen como la Guerra de los 10 D¨ªas y fueron el principio de un nuevo estallido de violencia que durar¨ªa hasta finales del a?o 1999, y deparar¨ªa en los Balcanes algunos de los sucesos m¨¢s espeluznantes ocurridos en Europa despu¨¦s de la II Guerra Mundial. Srebrenica, Vukovar, Mostar, Gorazde o Sarajevo forman parte de los nombres que quedar¨¢n en el recuerdo de la ignominia, el terror, el genocidio y la limpieza ¨¦tnica entre comunidades y religiones.
El nunca m¨¢s del armisticio de 1945 volver¨ªa a ser una vez m¨¢s, sin que apenas hubiera pasado una generaci¨®n. ¡°De regreso a Belgrado despu¨¦s de visitar Vukovar llena de cad¨¢veres¡±, me cont¨® una periodista serbia, ¡°abrac¨¦ a mi padre, que, sobresaltado, se apart¨® como si hubiera recibido una sacudida el¨¦ctrica. Pensaba que nunca m¨¢s volver¨ªa a sentir este insoportable olor de la guerra, dijo rechaz¨¢ndome antes de arrancar a llorar desconsoladamente¡±.
Durante aquellos ¨²ltimos d¨ªas de junio y primeros de julio de un soleado verano de 1991, decenas de periodistas acudieron en masa hasta Liubliana, capital de Eslovenia. Al entrar en el hotel donde se alojaba la prensa, mi primera visi¨®n fue la del veterano corresponsal Francisco Eguiagaray, sentado en la cabecera de una larga mesa, rodeado de j¨®venes periodistas.
Como ocurri¨® en la guerra yugoslava, la UE se muestra de nuevo sin un proyecto pol¨ªtico en la ex Yugoslavia
Eguiagaray, cuya voz en Radio Nacional hab¨ªa retumbado desde Mosc¨² en los tiempos de Franco, viv¨ªa entonces en Viena y trabajaba para TVE. Al llegar a Liubliana, se agenci¨® varias cajas de champ¨¢n y encarg¨® etiquetar cada botella con la palabra Svoboda ¡ªlibertad¡ª. Todo aquel que estuviera dispuesto a escuchar sus largas lecciones de historia, historia de la Europa Central y del Este, del Imperio austroh¨²ngaro, era invitado a champ¨¢n hasta altas horas de la madrugada, momento en el que un camarero le ofrec¨ªa el brazo para acompa?arle hasta su habitaci¨®n y se retiraba por el pasillo tarareando la melod¨ªa de la Marcha Radetzky. Hoy estoy convencido de que si hubi¨¦ramos escuchado con m¨¢s atenci¨®n a aquel periodista enamorado de la historia no se habr¨ªa tardado tanto en entender que la nueva guerra que empezaba en Liubliana era una guerra vieja, una guerra que ven¨ªa de lejos. Y que si no ¨¦ramos capaces de escuchar los latidos que palpitaban bajo la tierra que pis¨¢bamos nada podr¨ªamos descifrar de lo que se avecinaba.
De hecho, sin saberlo todav¨ªa, ya est¨¢bamos caminando en Eslovenia sobre los restos de una historia europea donde todav¨ªa pod¨ªa escucharse de viva voz la experiencia personal de dos guerras mundiales, un imperio, un reinado y un r¨¦gimen comunista.
Veinticinco a?os despu¨¦s, Europa vuelve a cometer los mismos errores. Como antes ocurri¨® con la guerra yugoslava, se muestra de nuevo sin un proyecto pol¨ªtico com¨²n en los Balcanes. En vez de trabajar para los ideales europeos, levanta vallas, discrimina y maltrata. Prefiere sacarse el problema de encima, y lo hace atizando el fuego all¨ª donde las sociedades son m¨¢s fr¨¢giles, volvi¨¦ndolas todav¨ªa m¨¢s, en una suerte de subcontrataci¨®n del trabajo sucio que no se quiere hacer en el propio territorio.
Cuando finaliz¨® esta ¨²ltima guerra, la necesidad de acallar la violencia no tuvo entonces una segunda parte donde se trabajara para zurcir las heridas y ayudar a construir unos Estados democr¨¢ticos integrados a la UE. De tal manera que la ficci¨®n de estabilidad se asent¨® sobre la aceptaci¨®n de Estados donde la pol¨ªtica autocr¨¢tica se ha convertido en norma y la econom¨ªa criminal funciona como la gasolina. Pa¨ªses donde los oligarcas controlan el Estado. El dinero p¨²blico subvenciona una administraci¨®n de amigos, paga campa?as electorales, engrasa el fluido de la corrupci¨®n. Se trata de comunidades cuya base ideol¨®gica construye la pol¨ªtica a partir de las identidades, la etnia, la religi¨®n, el territorio o la familia en una especie de ultraliberalismo corrupto donde la pertenencia al grupo es hoy la protecci¨®n, el colch¨®n emocional, del trauma provocado por el conflicto entre vecinos.
Es como si un le?ador decide cortar las ramas de un ¨¢rbol enfermo pensando que salva el tronco sin comprender que est¨¢ matando el ¨¢rbol. O que, quiz¨¢s, como ocurre en los chistes idiotas de le?adores, estemos todos los europeos sentados encima de la rama que serramos.
Bru Rovira es periodista. Cubri¨® como enviado especial las guerras de la antigua Yugoslavia. Acaba de publicar S¨®lo pido un poco de belleza (Ediciones B).
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