En la cabecera del enfermo
El diagn¨®stico es de la m¨¢xima gravedad. Si atendemos a lo que nos dice el doctor, sentado junto al lecho, nos daremos cuenta de que expresa con palabras moderadas una realidad inquietante. Se entiende perfectamente, a pesar de los eufemismos y las atenuaciones ret¨®ricas. E incluso de los desmentidos y aclaraciones que no tardar¨¢n en llegar. Este enfermo igual est¨¢ en trance de muerte.
Eso es lo que dicen, literalmente, las palabras de Jean-Claude Juncker en su discurso ante el Parlamento Europeo. "Nuestra UE atraviesa en buena parte una crisis existencial", es decir, un momento que puede terminar con ella. El doctor que le toma el pulso asegura que "nunca como ahora hab¨ªa visto un territorio de entente entre nuestros Estados miembros tan reducido", "un n¨²mero de dominios de trabajo en com¨²n tan peque?o", "tantos dirigentes preocupados solo por sus problemas nacionales", "gobiernos tan debilitados por el populismo", "como si no hubiera punto de encuentro alguno entre la Uni¨®n y sus capitales nacionales", ni "tanta fragmentaci¨®n y tan poca convergencia¡±. Hasta el punto de preguntarse: "?Vamos a dejar que nuestra Uni¨®n se descomponga ante nuestros ojos".
Para Juncker, "la triste perspectiva de ver que uno de sus miembros abandona sus filas" es uno de los s¨ªntomas de la enfermedad europea. Aqu¨ª se queda el reproche, junto a una amarga referencia --que ha hecho los titulares en la prensa brit¨¢nica-- sobre el maltrato y la agresi¨®n a trabajadores polacos hasta llegar incluso el asesinato de uno de ellos en las calles de una ciudad inglesa. Aunque no alude directamente a Reino Unido y menos todav¨ªa a los inciertos y pol¨¦micos m¨¦todo y plazos del divorcio, la enfermedad del Brexit nunca citada impregna su entero discurso.
La UE que dibuja Juncker con sus palabras es distinta por la mera ausencia brit¨¢nica. Londres aportaba mucho pero tambi¨¦n obstaculizaba. Pronto habr¨¢, por ejemplo, una estructura de defensa permanente a la que los brit¨¢nicos hasta ahora se opon¨ªan. Ser¨¢ m¨¢s social, m¨¢s proteccionista y reguladora, m¨¢s pol¨ªtica incluso. M¨¢s renana y menos atl¨¢ntica, m¨¢s parecida a Alemania. "Europa no es el Far West, sino una econom¨ªa social de mercado", dijo el luxemburgu¨¦s. Adem¨¢s de negociar el Brexit, la UE deber¨¢ empezar a trabajar ahora con el alivio que da la desaparici¨®n del socio inc¨®modo y puntilloso.
Tras este diagn¨®stico tan grave, la prescripci¨®n. Juncker cree que todo se jugar¨¢, casi a vida o muerte, en los pr¨®ximos doce meses. Sus ideas incluyen un Libro Blanco que proporcionar¨¢ una visi¨®n de largo plazo y se aprobar¨¢ en marzo de 2017, en el 60 aniversario del Tratado de Roma, y diez programas de acci¨®n que abarcan todos los ¨¢mbitos, y atienden a las cuestiones m¨¢s calientes: los refugiados, la seguridad interior y exterior, el crecimiento y el empleo, la econom¨ªa digital¡
El diagn¨®stico y las recetas suenan bien. Pero la autoridad de este m¨¦dico, aunque acierte, es escasa y contestada. No es seguro que se le haga caso. ?l mismo reconoce que los ciudadanos "necesitan que alguien gobierne". Y no se refer¨ªa a Espa?a, como todos entender¨ªamos, sino al conjunto de Europa.
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