Mito y consuelo de la ruptura
La idea de una ruptura con la legalidad constitucional se ha convertido en Catalu?a en un marchamo de autenticidad. La sostiene la CUP, naturalmente, pero la comparten otros componentes del frente independentista e incluso de la nueva izquierda. Contiene una descalificaci¨®n del status quo, despectivamente identificado como el r¨¦gimen del 78, y la promesa de un momento estelar, un asalto a los cielos.
Siempre hay una teor¨ªa a mano para sostener su necesidad: desde la centralidad espa?ola jam¨¢s se ceder¨¢ nada si no se fuerzan las cosas hasta el l¨ªmite, de la legalidad constitucional no surgir¨¢ nunca un reconocimiento de la personalidad diferenciada de Catalu?a, todo se ha probado dentro de un sistema que se ha revelado irreformable y corrupto de forma que ahora solo queda hacerlo fuera. Y no solo hay teor¨ªas a mano, tambi¨¦n unas pr¨¢cticas que las estimulan, concretamente las del Gobierno del PP, que utiliza la legalidad constitucional y sus instituciones como cachiporra.
El rupturismo es la garant¨ªa de autenticidad para el procesismo, como el quietismo lo es de la defensa del status quo. Es sospechoso un proceso independentista que no contenga una previsi¨®n de ruptura a plazo, porque f¨¢cilmente se desviar¨¢ hacia una negociaci¨®n en vez de un cambio de r¨¦gimen. Como es sospechoso de complicidad con el independentismo un defensor de la actual legalidad con veleidades sobre el derecho a decidir o las terceras v¨ªas.
En otro tiempo los parabienes eran para el consenso. Ahora su lugar lo ocupa el disenso y a ser posible con los vidrios de la legalidad hechos a?icos. Del consenso salen las complicidades y los pactos de silencio de una democracia falsa. Del disenso saldr¨¢ la democracia aut¨¦ntica.
El rupturismo tiene algo de nost¨¢lgico. Permite la pervivencia de la identidad revolucionaria en los actuales tiempos pacifistas y posrevolucionarios. Es el paliativo de las insurrecciones armadas de anta?o. Son habituales y l¨®gicas las simpat¨ªas o al menos las actitudes indulgentes del rupturismo con quienes han renunciado por motivos t¨¢cticos a la violencia pol¨ªtica.
La ruptura tambi¨¦n sustituye al mito de la revoluci¨®n. Sirve para imaginar un corte r¨¢pido y limpio con el pasado, aunque solo sea, y ya es mucho, con la legalidad constitucional. Todo lo que suceda luego es una hoja en blanco que solo tienen derecho a emborronar quienes han protagonizado el asalto. En Catalu?a es la independencia, una palabra limpia y deslumbrante.
En esta idea hay tambi¨¦n un prop¨®sito revisionista. Romper con la legalidad constitucional espa?ola es una correcci¨®n de la transici¨®n tal como se hizo. Si no hubo ruptura entonces, sino el pasteleo de la ruptura pactada entre los reformistas del r¨¦gimen y la oposici¨®n democr¨¢tica, hagamos ahora en diferido aquel acto definitivo que se identifica con el derrocamiento del r¨¦gimen e incluso del dictador.
El rupturismo carga las tintas hasta la caricatura como si se cargara tambi¨¦n de razones. De ah¨ª la resurrecci¨®n de Franco y del franquismo, cuya sombra impregna la entera historia democr¨¢tica en la visi¨®n rupturista de hoy. La transici¨®n, la Monarqu¨ªa, la Constituci¨®n, el Estado de las autonom¨ªas, todo es franquismo. El PP lo es por antonomasia, pero tambi¨¦n el PSOE y, qu¨¦ caray, el pujolismo, por corrupto y por c¨®mplice, aunque su inventor diera con los huesos en la c¨¢rcel franquista.
No hay que extenderse sobre la dificultad e improbabilidad de la ruptura. De momento no llega, por m¨¢s que se la invoque, cosa que obliga a corregir las hojas de ruta para aplazarla una y otra vez. O a esmerar la imaginaci¨®n, como hace el procesismo con su rupturismo homeop¨¢tico. En vez de la gran noche de la independencia, minirupturas a disposici¨®n de todos, desde los ayuntamientos hasta el parlamento, en forma de declaraciones, resoluciones, leyes de desconexi¨®n, desobediencia a las ¨®rdenes y citaciones de los jueces, e incluso vulneraci¨®n del calendario laboral de las administraciones como sucedi¨® el pasado 12 de octubre.
Sobre el papel, deber¨¢n conducir por acumulaci¨®n a un salto cualitativo. Sus estrategas cuentan con la inestimable ayuda del Gobierno del PP, que acude puntualmente con personal y arsenal jur¨ªdico a neutralizarlas. Si unos blanden la independencia como objetivo final, los otros esgrimen la suspensi¨®n de la autonom¨ªa como callada amenaza.
Una y otra estrategia minimalista y gradualista sirven de paliativo y consuelo para todos, pero tienen sus riesgos y l¨ªmites. Llega un momento en que se agotan. Puede surgir adem¨¢s el accidente de recorrido. Sobre todo si no intervienen otras estrategias m¨¢s eficaces y pol¨ªticas que rompan la din¨¢mica viciada de esos dos vectores opuestos que se retroalimentan.
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