Los gemelos Trump y Assange
Antes vistos como polos opuestos, el presidente electo y el fundador de Wikileaks son hoy aliados
¡°Un grandioso sentido de autoimportancia¡±. Definici¨®n m¨¦dica del trastorno narcisista de la personalidad.
Desde tiempos de Homero, o quiz¨¢ desde antes, los seres humanos hemos necesitado h¨¦roes, personajes luminosos, intr¨¦pidos, casi siempre rebeldes que encarnan nuestros valores en su m¨¢s ilustre expresi¨®n. Los hemos identificado, cada quien seg¨²n sus preferencias, en figuras como Aquiles, El Cid, Juana de Arco, Napole¨®n, Lenin, Hitler, Gandhi, Thatcher o Mandela. Hoy hay dos que saltan a la vista: Donald Trump y Julian Assange, pareja emblema de los tiempos confusos en los que vivimos.
Hasta hace poco hubi¨¦ramos visto a Trump y Assange como representantes de dos polos ideol¨®gicamente opuestos; se hubiera supuesto que sus admiradores pertenec¨ªan casi a dos especies diferentes. El presidente electo de Estados Unidos es un magnate de la construcci¨®n que pertenece al ala m¨¢s derechista del conservador Partido Republicano; el fundador de Wikileaks, el azote del imperio capitalista yanqui, es un h¨¦roe de la izquierda internacional.
Hoy resulta que Trump y el australiano Assange son aliados; los admiradores de Trump ahora son admiradores de Assange tambi¨¦n.
El fundador de Wikileaks se empez¨® a ganar el amor de la derecha estadounidense en plena campa?a electoral presidencial el verano pasado. Declar¨® que utilizar¨ªa sus recursos para socavar la campa?a de la rival de Trump, Hillary Clinton. Esto fue m¨²sica para los o¨ªdos de Trump, que respondi¨® en un acto electoral: ¡°Amo Wikileaks¡±. Hoy, tras su triunfo, Trump cita con aprobaci¨®n a Assange en Twitter, su medio favorito de comunicaci¨®n. La semana pasada, en v¨ªsperas de su inauguraci¨®n presidencial, declar¨® que depositaba m¨¢s confianza en Assange que en la CIA, el FBI y todos los dem¨¢s servicios de inteligencia de su pa¨ªs.
En 2010, cuando el mundo pol¨ªtico era m¨¢s previsible, cuando la izquierda era la izquierda y la derecha, la derecha, Trump declar¨® que las famosas filtraciones masivas de Wikileaks eran ¡°una verg¨¹enza¡±. ¡°Creo que se deber¨ªa imponer la pena de muerte o algo¡±, dijo en una entrevista con Fox News. De manera similarmente incendiaria respondi¨® en aquel momento Sarah Palin, la estrafalaria excandidata republicana a la vicepresidencia de Estados Unidos, la profeta que le abri¨® el camino al mes¨ªas neoyorquino. El veredicto de Palin sobre Assange: ¡°Un antiamericano con sangre en sus manos¡±.
Palin se refer¨ªa en aquel entonces no solo al da?o personal que le hab¨ªa ocasionado Wikileaks, que fue sustancial, sino a la infinidad de secretos diplom¨¢ticos estadounidenses que salieron a la luz gracias a la campa?a medi¨¢tica que Assange hab¨ªa orquestado.
Ninguna sorpresa que celebridades progresistas como Hugo Ch¨¢vez, Michael Moore, Lady Gaga, Oliver Stone, Bianca Jagger, Noam Chomsky, Baltasar Garz¨®n o Pablo Iglesias hicieran cola entonces para proclamar su admiraci¨®n por Assange. Tan incondicional que cuando Assange se refugi¨® en la Embajada de Ecuador en Londres en 2012 para evadir una solicitud de extradici¨®n a Suecia, pa¨ªs donde a¨²n le busca la justicia para que responda a cargos de supuesta agresi¨®n sexual, sus ac¨®litos coincidieron en que Assange no era un pr¨®fugo de la ley de un pa¨ªs democr¨¢tico, sino un asilado pol¨ªtico, como si de un disidente norcoreano se tratase.
Tal era la necesidad de los famosos de izquierdas y sus seguidores de mantener a Assange en su pante¨®n que prefirieron cerrar los ojos y los o¨ªdos cuando individuos que hab¨ªan colaborado estrechamente con ¨¦l salieron del armario y empezaron a retratarle como realmente era: un personaje cuyos rasgos psicol¨®gicos resultan ser casi id¨¦nticos a los de Donald Trump.
Daniel Domscheit-Berg, que fue el n¨²mero dos de Assange en Wikileaks, dice en un libro llamado Dentro de Wikileaks que este era ¡°tan paranoico, tan hambriento de poder, tan megal¨®mano¡± que se cre¨ªa ¡°un C¨¦sar¡±. El autor Andrew O¡¯Hagan pas¨® muchos d¨ªas y noches con Assange con el prop¨®sito fallido de colaborar en la escritura de su autobiograf¨ªa autorizada. Lo describi¨® despu¨¦s en un largo ensayo como ¡°un narcisista¡± que amaba ¡°la fama m¨¢s que nada¡± y ten¨ªa poca conciencia de la vida individual de los dem¨¢s.
Trump demostr¨® su poca humanidad de manera siniestra cuando se declar¨®, m¨¢s de una vez, a favor de la tortura. Assange demostr¨® la poca empat¨ªa que ¨¦l ten¨ªa en una comida con periodistas de The Guardian. Los periodistas le estaban hablando del peligro que correr¨ªan afganos que hab¨ªan colaborado con el Ej¨¦rcito estadounidense si sus nombres llegasen a aparecer entre las filtraciones de Wikileaks. ¡°Bueno¡±, coment¨® Assange, ¡°son informadores. Si los matan, se lo merecen¡±.
Un periodista de The New York Times, que colabor¨® con Assange en las filtraciones de Wikileaks en 2010, me coment¨® la semana pasada que ve¨ªa a Trump y a Assange casi como gemelos. ¡°Comparten una ciega autoadmiraci¨®n¡±, dijo. ¡°Ambos tienen que ser siempre el centro de atenci¨®n; ambos son populistas en el sentido de que siempre ans¨ªan la adoraci¨®n de las masas¡±. Ambos tambi¨¦n comparten el dudoso honor de haber sido acusados de abuso sexual, y de negarlo todo como parte de una conspiraci¨®n en su contra. Lo cual no ha impedido que la extra?a pareja no solo sume, sino comparta aduladores.
H¨¦roe o traidor
Sarah Palin no solo declara su admiraci¨®n por ¨¦l, sino que le ha pedido p¨²blicamente perd¨®n por sus anteriores ofensas. La ultraderechista Fox News tambi¨¦n se ha volcado con Assange. Nada que ver con principios, todo que ver con que el australiano hizo causa com¨²n con el trumpismo en contra de la campa?a de Hillary Clinton, utilizando Wikileaks para diseminar informaci¨®n contra ella.
Est¨¢ claro que lo que ha motivado a Assange en su campa?a a favor de Trump es la esperanza de que el futuro presidente intervenga para evitar que se haga realidad lo que dice ser su principal terror: la extradici¨®n a EE UU para responder a cargos de que viol¨® la ley al revelar secretos de Estado a trav¨¦s de Wikileaks.
La cuesti¨®n ahora es si los famosos de la izquierda internacional que han insistido en consagrar a Assange como santo, m¨¢rtir y audaz defensor de sus valores tendr¨¢n la osad¨ªa moral de seguir el ejemplo de Sarah Palin y Donald Trump y cambiar p¨²blicamente de opini¨®n; si optar¨¢n por dar su bendici¨®n a Trump o, quiz¨¢ m¨¢s factible, si pedir¨¢n perd¨®n y reconocer¨¢n que Assange, convertido hoy en h¨¦roe de la derecha m¨¢s extrema del imperio, es un fraude, un loco y un traidor.
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