30 minutos de TV y valent¨ªa
M¨¢s de 80 millones de estadounidenses presenciaron lo que, en rigor, fue una magistral pieza, devastadora para McCarthy y la caza de brujas
En todo relato del siglo XX estadounidense que se respete hay siempre un sastrecillo valiente, un Juanito Habichuela matador de gigantes: alguien como Edgar R. Murrow.
Se atribuye a Murrow, junto con William L. Shirer, la ¡°invenci¨®n¡± del periodismo radial estadounidense. A comienzos de los 50, su prestigio se remontaba a los a?os de anteguerra, cuando el joven Murrow transmit¨ªa desde Praga clarividentes reportes sobre la crisis de M¨²nich que desembocar¨ªa en la Segunda Guerra Mundial.
Culto y cosmopolita, para 1953 Murrow era el ¡°ancla¡± de un programa pionero del telereportaje ¡°en profundidad¡±: See it now (V¨¦alo ahora), de la red CBS. Los valores pol¨ªticos de Murrow eran los del dem¨®crata liberal estadounidense, pluralista y tolerante. Con ese perfil, era un verdadero milagro que Murrow no figurase todav¨ªa en la lista negra del senador Joe McCarthy, cazador de critpocomunistas.
Murrow sab¨ªa inevitable que el protervo subcomit¨¦ investigador de ¡°actividades antiamericanas¡±, presidido por McCarthy, se fijase en ¨¦l y hurgase maliciosamente en su trayectoria de independencia intelectual.
Con el tiempo acort¨¢ndose cada d¨ªa, la noche del 9 de marzo de 1954 la emisi¨®n de V¨¦alo ahora?estuvo por completo dedicada al senador McCarthy y sus m¨¦todos.
El efecto de aquella ¨²nica transmisi¨®n de s¨®lo media hora fue devastador para McCarthy y la caza de brujas. Antes de salir al aire, Murrow debi¨® ponerse los guantes con la gerencia ante la amenaza de los patrocinadores de retirar la publicidad, pero esa historia nos llevar¨ªa muy lejos.
M¨¢s de 80 millones de estadounidenses presenciaron lo que, en rigor, fue una magistral pieza de revelaci¨®n de una personalidad psicop¨¢tica, al tiempo que una oportuna y contundente vindicaci¨®n de los derechos constitucionales de los estadounidenses. Al d¨ªa siguiente, uno de los impresionados televidentes, el mism¨ªsimo presidente Eisenhower, declar¨® que Joe McCarthy era ¡°un peligro para el partido republicano¡±.
Semanas m¨¢s tarde, ABC inici¨® la transmisi¨®n televisada de las audiencias del ¡°comit¨¦ McCarthy¡±. Cada tarde, los televidentes confirmaban los asertos de Murrow al ver los arrebatos, las desmesuras, los abusos verbales, las triqui?uelas de abogado fullero y ¡°aporreador¡± del senador McCarthy en el curso de sus interrogatorios.
En 2005, George Clooney dirigi¨® un meritorio film sobre el papel de Murrow en la derrota del macartismo. El extraordinario David Strathairn, encarnando a Murrow, fue postulado para el Oscar como mejor actor.
La transcripci¨®n de la emisi¨®n en vivo del V¨¦alo ahora?del 9 de marzo del 1954 se lee, todav¨ªa hoy, como modelo de equidad informativa en tiempos de gran crispaci¨®n pol¨ªtica. En diciembre de aquel a?o, a menos de siete meses de haber salido al aire el reportaje sobre el comit¨¦ McCarthy, el Senado de los Estados Unidos aprob¨®, por 65 votos contra 22, la censura a McCarthy por su ¡°conducta indigna del senado de una rep¨²blica¡±. Era el final del comienzo para el macartismo.
En el texto de despedida del programa, le¨ªdo por Murrow aquella noche, hay resonancias de Thomas Jefferson: ¡° No debemos confundir la disidencia con la deslealtad. No caminemos atemorizados los unos de los otros. Si hurgamos en nuestra historia [¡] veremos que no descendemos de hombres temerarios.Pero tampoco de hombres que temiesen escribir, hablar y asociarse para defender causas moment¨¢neamente impopulares.¡±
La alocuci¨®n de Murrow finalizaba con una pregunta ret¨®rica, extra¨ªda del Julio C¨¦sar?de William Shakespare: ¡°?De qui¨¦n ha sido la culpa? Ciertamente no suya [de McCarthy ]. El no cre¨® esta situaci¨®n de temor: simplemente la explot¨® exitosamente. Casio [el personaje shakesperiano] ten¨ªa raz¨®n: ¡®La culpa de nuestras desdichas, querido Bruto, no la tienen los astros, sino nosotros mismos¡¯¡±.
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