Agentes de Mosc¨²
El esc¨¢ndalo por la intervenci¨®n rusa en la campa?a electoral o ¡®Rusiagate¡¯ es una amenaza para el propio presidente. La destituci¨®n del consejero de Seguridad evidencia el descontrol de Donald Trump
La bomba ha tardado 24 d¨ªas en estallar. Michael Flynn, general retirado de tres estrellas, veterano de la guerra global contra el terror y especialista en inteligencia militar, ha sido el consejero de Seguridad m¨¢s ef¨ªmero de la historia. Entr¨® en la Casa Blanca con Trump el 20 de enero, gracias a que su cargo no necesita la aprobaci¨®n del Senado, y ha salido a trompicones el pasado lunes con una carta de dimisi¨®n en la que reconoce que inform¨® al vicepresidente y a otras personas de forma incompleta respecto a las conversaciones telef¨®nicas con el embajador ruso; un fallo que adorna con malas excusas como la inexistencia de mala voluntad y ¡°la rapidez de los acontecimientos¡±.
El Consejo de Seguridad Nacional fue creado por el presidente Truman en 1947 cuando EE UU se hab¨ªa convertido en una superpotencia nuclear y se inauguraba el orden mundial que Trump ahora quiere subvertir. Como miembro destacado de este organismo supremo, una especie de consejo de ministros de Defensa y Relaciones Exteriores, su sucesor, Eisenhower, cre¨® la figura del consejero de Seguridad, cargo que han ocupado brillantes e influyentes militares e intelectuales, hasta convertirlo en la pr¨¢ctica en el n¨²mero tres del organigrama de la Casa Blanca, detr¨¢s del secretario de Estado. Entre los 25 consejeros de Seguridad que ha habido hasta ahora se cuentan McGeorge Bundy, Henry Kissinger (que lo compagin¨® con el de secretario de Estado), Brent Scowcroft, Zbigniew Brzezinski, Colin Powell, Anthony Lake o Condoleezza Rice.
Flynn tiene un excelente historial militar y un mediocre y controvertido curr¨ªculo como gestor. Seg¨²n el columnista de The Washington Post David Ignatius, es un ¡°t¨¢ctico brillante cuyo trabajo en la sombra del Comando Conjunto de Operaciones Especiales hace una d¨¦cada no le prepar¨® para retos m¨¢s amplios como fue la direcci¨®n de la Agencia de Inteligencia de la Defensa, de la que fue destituido en 2014, ni tampoco del de consejero de Seguridad¡±.
Su nominaci¨®n puede interpretarse al menos en dos claves: primera, la persistente dificultad que tiene Trump para encontrar personalidades destacadas para los puestos m¨¢s sensibles de su Administraci¨®n que no hubieran tomado distancias con su campa?a y con sus declaraciones y comportamientos incorrectos; segunda, la buena sinton¨ªa entre las ideas pol¨ªticas extravagantes y conspiranoicas de Flynn y las explicaciones infantiloides que demanda el nuevo presidente.
El general retirado, veterano de la guerra global contra el terror, es responsable de numerosas aportaciones al radicalismo trumpista
El exconsejero de Seguridad es un martillo de la correcci¨®n pol¨ªtica, a la que atribuye todas las dificultades que tiene su pa¨ªs en sus guerras por el mundo. Su idea obsesiva es que EE UU est¨¢ comprometido en un enfrentamiento b¨¦lico global con el islamismo radical, que tiene la envergadura de las pasadas guerras mundiales, con la particularidad de que cree que los terroristas est¨¢n ganando. Seg¨²n Flynn, esto sucede fundamentalmente por no llamar a las cosas por su nombre: que es una guerra y que es contra el islamismo radical.
El exgeneral ha desarrollado sus teor¨ªas en un libro (El campo de batalla. C¨®mo podemos vencer en la guerra global contra el islam radical y sus aliados), en el que ataca al Gobierno de Barack Obama y le acusa de ocultar la verdad sobre la guerra a la poblaci¨®n. Su querencia por las teor¨ªas extra?as le lleva a relacionar Al Qaeda con el r¨¦gimen isl¨¢mico de Ir¨¢n, al que considera la mayor amenaza terrorista global; alabar a reg¨ªmenes dictatoriales amigos como el de Egipto; o denunciar una especie de gran bloque terrorista antioccidental en el que incluye en un totum revolutum a Corea del Norte, Cuba, Venezuela y, lo que es m¨¢s peculiar, a la propia Rusia de Putin, precisamente la que le ha llevado a su perdici¨®n.
Flynn apunta en su libro la necesidad de aliarse con Rusia para combatir al Estado Isl¨¢mico, aunque se?ala el obst¨¢culo que significan las estrechas relaciones entre Mosc¨² y Teher¨¢n, el mayor enemigo designado por el general. Trump le ha comprado tambi¨¦n esta idea, que encaja con su proyecto de rehacer las relaciones con Putin, reconocer la anexi¨®n de Crimea, aflojar los lazos con Europa y poner en cuesti¨®n el futuro de la OTAN, al igual que le ha comprado sus ideas sobre el islam y su denuncia del pacto nuclear con Ir¨¢n. Pero lo m¨¢s sorprendente es que Flynn se ha acomodado al proyecto trumpista hasta actuar como un aut¨¦ntico agente de Mosc¨² en la Casa Blanca.
Su forma de describir el mundo responde al de la Guerra Fr¨ªa y busca una victoria definitiva en la que se ve a s¨ª mismo como protagonista
Flynn no ha sido destituido por proporcionar ¡°inadvertidamente una informaci¨®n incompleta¡± al vicepresidente, sino por una ristra de fallos que salpican al presidente y pueden comportar incluso acusaciones penales. El primero es el mero contacto con el representante de un Gobierno extranjero antes del relevo presidencial sin contar con mandato alguno. El segundo es el contenido del contacto: la conversaci¨®n entre Flynn y el embajador de Mosc¨² vers¨® sobre el levantamiento de las sanciones impuestas por Barack Obama en represalia al espionaje ruso a la campa?a electoral dem¨®crata. Y el tercero son las mentiras al vicepresidente y, lo que es m¨¢s grave, al FBI en el momento en que se interes¨® por los contactos. Seg¨²n el Departamento de Justicia, las conversaciones podr¨ªan ser utilizadas por Rusia para chantajear a Flynn en su cargo como consejero de Seguridad.
Por parte de Trump se produce un error de juicio en el nombramiento, que solo puede explicar un error todav¨ªa mayor como ser¨ªa que el presidente estuviera informado y fuera c¨®mplice de sus equivocaciones. Si se tiene en cuenta que otros tres asesores electorales ¡ªPaul Manafort, Carter Page y Roger Stone¡ª se han visto obligados a esfumarse debido a su intimidad con los servicios rusos, se entender¨¢ la desaz¨®n que produce la mera hip¨®tesis de una complicidad de Mosc¨² en la campa?a y, lo que es peor, en las iniciativas de Trump una vez instalado en la Casa Blanca.
La reacci¨®n del presidente no hace m¨¢s que alimentar las sospechas, puesto que sit¨²a los focos sobre los medios de comunicaci¨®n que han difundido las informaciones y las agencias de espionaje que las han filtrado. El anuncio de una auditor¨ªa, previa a una purga de responsables de inteligencia, no hace m¨¢s que acrecentar los temores ya no entre los dem¨®cratas, sino incluso entre los republicanos m¨¢s responsables.
Flynn se retrata a s¨ª mismo en su libro como un tipo fanfarr¨®n, truculento e intelectualmente pretencioso, que exhibe un complejo de superioridad muy propio de los militares que han arriesgado y cosechado ¨¦xitos en la acci¨®n. Su forma de describir el mundo responde a un esquema bipolar, que calca el de la Guerra Fr¨ªa, y busca una forma de victoria definitiva y reconocida en la que se ve a s¨ª mismo como el m¨¢ximo protagonista. Con un presidente que desconoce todo de la materia y que no ha hecho ni siquiera el servicio militar, es probable que so?ara en convertirse en el h¨¦roe americano que venci¨® al terrorismo islamista. Su car¨¢cter y su sentido del riesgo tambi¨¦n explican su implicaci¨®n con los rusos, hasta el punto de que pudo traicionar a su pa¨ªs creyendo servirlo.
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