Trump lanza una potente rebaja de impuestos sin aclarar qui¨¦n pagar¨¢ el coste
Tras fracasar en la reforma sanitaria, el presidente de EEUU anuncia una fuerte reducci¨®n del impuesto de sociedades y el aumento de la deducci¨®n m¨ªnima para los trabajadores
Donald Trump regresa a territorio seguro. Vapuleado por sus coqueteos racistas en el deporte, humillado en su fracasada reforma sanitaria y cada vez m¨¢s cuestionado internacionalmente, el presidente de EE UU ha recurrido a la baza econ¨®mica. En un acto en Indian¨¢polis, el multimillonario ha presentado este mi¨¦rcoles una reforma fiscal que busca la cuadratura del c¨ªrculo: rebajar los impuestos a los m¨¢s ricos y reducir la carga a las empresas al tiempo que alivia a las clases medias y trabajadoras. Un sue?o de aires reaganianos que deja sin resolver la cuesti¨®n esencial: qui¨¦n pagar¨¢ la factura.
Trump se multiplica a s¨ª mismo en el espejo fiscal. Consciente de que su gran atractivo electoral siempre fue la conducci¨®n econ¨®mica, ha buscado tierra amiga y ha vuelto a enarbolar la promesa de prosperidad que en los comicios le dio tan buenos resultados. ¡°Es el mayor recorte fiscal de la historia de Estados Unidos. El sistema actual era una colosal barrera que vamos a tumbar para ser m¨¢s competitivos. Volvemos a situar a Am¨¦rica primero y los beneficiados no ser¨¢n los ricos y bien conectados. Mi plan ayudar¨¢ a la clase trabajadora, a los peque?os propietarios y a los granjeros¡±, clam¨® Trump en Indiana, el Estado del que fue gobernador su vicepresidente, Mike Pence.
La iniciativa trata de satisfacer a todos. Recorta el impuesto de sociedades del 35% al 20%, rebaja el tope para los m¨¢s pudientes del 39,6% al 35%, drena la presi¨®n de los peque?os propietarios de empresas hasta el 25% y duplica el m¨ªnimo exento (situado ahora en 12.000 d¨®lares para un matrimonio con ambos c¨®nyuges trabajando). Un hachazo que se combina con una amplia panoplia de medidas para repatriar capital y una simplificaci¨®n de los tramos fiscales, que pasan de siete a tres (12%, 25% y 35%).
La reforma est¨¢ dise?ada para hacer estallar el entusiasmo en filas republicanas. Trump se ha volcado en ello. Desde que present¨® sus l¨ªneas maestras en abril, ha mimado su plan como ninguno. No quiere repetir la amarga experiencia de la ley sanitaria, fracasada una y otra vez por la incapacidad de los republicanos de ponerse de acuerdo. Una rebeld¨ªa, crecida en los largos y salvajes a?os de oposici¨®n a Barack Obama, que ha tornado en ingobernables las C¨¢maras. Para conjurar este peligro, Trump ha pactado el giro fiscal con los l¨ªderes conservadores del Congreso. Pero logrado el apoyo de su bancada, falta todav¨ªa un paso mucho m¨¢s importante: superar la prueba de la realidad. Dirimir si lo anunciado son fuegos artificiales o un paquete eficaz.
"Yo no me beneficio"
Donald Trump siempre se ha presentado como un multimillonario. No le ha importado exagerar su fortuna (10.000 millones de euros) y hasta poner precio a su apellido como marca (3.000 millones). El dinero, tan calvinista, es signo de su ¨¦xito. Pero tambi¨¦n es fuente de sospechas. No ha hecho p¨²blicos sus impuestos y muchos consideran que la rebaja fiscal le beneficiar¨¢. Algo que ¨¦l ha negado: ¡°Yo no me beneficio¡±.
A medida que se han ido conociendo las cifras del plan, los expertos han puesto en duda su viabilidad. El think tank Tax Foundation ha calculado que su puesta en marcha puede acarrear al erario una sangr¨ªa de hasta 5 billones de d¨®lares en 10 a?os. Un agujero inmenso y que descalabrar¨ªa los intentos republicanos para reducir el d¨¦ficit, situado en 2016 en el 3,2% del PIB (587.000 millones de d¨®lares), y la deuda p¨²blica, superior al 82% del PIB.
La Casa Blanca ha tratado de soslayar este escollo con fuertes dosis de optimismo. El mismo que alumbr¨® a los ap¨®stoles de Ronald Reagan y que nunca ha dejado de alimentar el fuego sagrado del liberalismo americano. Aferrados a la curva de Laffer, enunciada en 1971 y que jam¨¢s ha logrado el consenso acad¨¦mico, los republicanos creen que una rebaja impositiva potente detonar¨¢ el crecimiento con suficiente fuerza como para compensar la p¨¦rdida de ingresos fiscales. Es una hip¨®tesis arriesgada y que los actuales datos del PIB, con un aumento en torno al 2% anual, no validan.
Pero la iniciativa no se limita al debate num¨¦rico. Su verdadero objetivo, el n¨²cleo de la propuesta, es electoral. Reducir la carga de las empresas, dej¨¢ndola por detr¨¢s de pa¨ªses como Francia y Jap¨®n, y duplicar la deducci¨®n m¨ªnima, persiguen generar la euforia del votante registrado. Son p¨ªldoras de alegr¨ªa inmediata para millones de ciudadanos. Y posiblemente tambi¨¦n un anest¨¦sico para problemas mayores.
El precio a pagar no se ha enunciado. Pero los dem¨®cratas ya han se?alado qui¨¦n se har¨¢ cargo de la factura: los programas sociales, la red p¨²blica que Barack Obama luch¨® por ampliar y de la que dependen decenas de millones de desamparados. Un golpe bajo para los m¨¢s d¨¦biles pero que en una Administraci¨®n cuya reforma sanitaria est¨¢ dispuesta a dejar a 20 millones de ciudadanos sin seguro m¨¦dico, no parece que sea un obst¨¢culo.
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