El gran tr¨ªo que busca nuevos equilibrios en la lucha contra el calentamiento
EE UU, China y Alemania, actores claves en la lucha contra el cambio clim¨¢tico, maniobran con dificultad para redefinir su posici¨®n pol¨ªtica
El aura ambientalista de ¡®la canciller del clima¡¯ palidece
Alemania es el pa¨ªs co-anfitri¨®n de la cumbre de Bonn y es tambi¨¦n la punta de lanza de la diplomacia ambiental global. Berl¨ªn predica para el mundo una pol¨ªtica decidida contra el calentamiento del planeta, que le ha costado a la canciller Angela Merkel un enfrentamiento abierto con Donald Trump, el presidente negacionista del efecto de los gases de efecto invernadero sobre el planeta. ¡°El cambio clim¨¢tico es la principal lucha de nuestro tiempo¡±, dijo Merkel el jueves en Bonn, durante la apertura de la fase final de las negociaciones de la cumbre de Naciones Unidas.
El aura ambientalista de la llamada ¡°canciller del clima¡± podr¨ªa estar sin embargo apag¨¢ndose. Nadie duda de que el cambio clim¨¢tico sigue ocupando un lugar central en la pol¨ªtica internacional alemana. Ni tampoco de que Alemania se haya convertido de la mano de Merkel en un referente mundial en renovables gracias a la llamada ¡°revoluci¨®n energ¨¦tica¡±, que ha disparado el consumo de energ¨ªas limpias. De ellas procede cerca del 30% de la producci¨®n de electricidad. El gran problema es el elefante en la habitaci¨®n del c¨®ctel energ¨¦tico alem¨¢n: el carb¨®n.
Cerca de un 40% de la electricidad alemana procede del carb¨®n, considerado en buena parte culpable de que Berl¨ªn vaya camino de incumplir los compromisos internacionales clim¨¢ticos. La mayor econom¨ªa europea se ha propuesto reducir un 40% sus emisiones para el a?o 2020 y a este ritmo de emisiones, parece dif¨ªcil que lo vaya a conseguir.
¡°Las renovables han sido cruciales. Sin la gran inversi¨®n en energ¨ªas limpias, el incremento de emisiones en Alemania habr¨ªa sido tremendo¡±, explica Claudia Kemfert, especialista en energ¨ªa y medio ambiente del Instituto Alem¨¢n para la investigaci¨®n Econ¨®mica (DIW). ¡°Pero lo m¨¢s importante ahora es cerrar las centrales viejas e ineficientes [alimentadas por carb¨®n], que es de donde proceden la mayor parte de las emisiones¡±, a?ade. El transporte es la segunda fuente m¨¢s contaminante y donde el margen de maniobra para mejorar es enorme debido a la gran industria automovil¨ªstica del pa¨ªs y la capacidad de innovaci¨®n.
La explicaci¨®n de por qu¨¦ la onda expansiva de la energ¨ªas limpias no ha alcanzado al sector del carb¨®n es, como casi siempre, pol¨ªtica. Porque es cierto que la gran mayor¨ªa de los alemanes dice en las encuestas ser fervientes defensores de las renovables. Y que en una reciente de Emnid que publicaba Die Zeit, un 76% de los encuestados dijo querer que el pr¨®ximo Gobierno alem¨¢n opte por ¡°una eliminaci¨®n gradual del carb¨®n para alcanzar los objetivos clim¨¢ticos¡±. Pero igual de cierto es que ning¨²n Gobierno se ha atrevido hasta ahora a meter mano en un sector del que dependen cerca de 20.000 puestos de trabajo. Esos empleos se sit¨²an adem¨¢s en regiones econ¨®micamente d¨¦biles, desiguales y pol¨ªticamente sensibles. La necesidad de garantizar el suministro tras el apag¨®n nuclear alem¨¢n, as¨ª como evitar el encarecimiento del precio de la electricidad son otros de los argumentos que manejan los pol¨ªticos a la hora de arrastrar los pies.
El momento pol¨ªtico actual en Alemania es adem¨¢s particularmente peliagudo. Merkel negocia desde hace casi dos meses la formaci¨®n de un gobierno tripartito ¨Cla llamada coalici¨®n Jamaica- despu¨¦s de ganar por cuarta vez las elecciones en septiembre, pero no logra la mayor¨ªa necesaria para gobernar en solitario. Adem¨¢s del bloque conservador de Merkel (CDU/CSU), los Liberales y los Verdes est¨¢n llamados a formar esa in¨¦dita coalici¨®n, en la que precisamente los temas ambientales se han convertido en uno de los grandes obst¨¢culos. Reducir gradualmente el consumo del carb¨®n en Alemania ha sido desde el principio una de las exigencias del partido ecologista, que de momento, ni los liberales ni el bloque se Merkel parecen dispuestos a aceptar.
Los expertos y las ONG albergaron ayer hasta el ¨²ltimo momento la esperanza de que Merkel aprovechara su intervenci¨®n en Bonn para anunciar un calendario de reducci¨®n, pero la canciller del clima decepcion¨®. ¡°Merkel solo ten¨ªa que hacer una cosa. Ten¨ªa que venir a Bonn y demostrar que ha escuchado el sufrimiento de la gente del Pac¨ªfico y del resto del mundo y asumir su responsabilidad poniendo fin al carb¨®n. No ha cumplido¡±, dijo Jennifer Morgan, directora de Greenpeace. Michael Sch?fer, director de pol¨ªtica energ¨¦tica de WWF en Alemania mostr¨® una decepci¨®n similar: ¡°Internacionalmente, a Angela Merkel se la percibe como la campeona del clima, pero perder¨¢ esa reputaci¨®n si no toma medidas en casa. [¡] Esperamos que la canciller ponga fin a las maniobras t¨¢cticas y empiece a prescindir de tanto carb¨®n como sea necesario para alcanzar el objetivo de 2020¡±.
Trump, en el aislacionismo m¨¢s absoluto
6 de diciembre de 2009. Medio centenar de grandes empresarios estadounidenses publican un anuncio a p¨¢gina entera en The New York Times. Piden al presidente Barack Obama que tome medidas para combatir el cambio clim¨¢tico y que defienda ¡°la humanidad y el planeta¡±. Entre los firmantes figura el multimillonario neoyorquino Donald J. Trump.
6 de noviembre de 2012. Trump escribe en Twitter: ¡°El concepto de cambio clim¨¢tico fue creado para y por China para atacar la competitividad de las manufacturas estadounidenses¡±.
La opini¨®n del ahora presidente de Estados Unidos es tan variable como sus intereses pol¨ªticos. No le importan los informes cient¨ªficos ni los desastres naturales. Tampoco que su pa¨ªs sea el segundo emisor mundial de di¨®xido de carbono. En su manual prima el oportunismo y la ganancia electoral. Y el cambio clim¨¢tico no es una excepci¨®n. Salir del Acuerdo de Par¨ªs en junio pasado form¨® parte de su doctrina de Am¨¦rica Primero. Esa ideolog¨ªa patriota y xen¨®foba que le dio el poder y que acusa a la globalizaci¨®n de los males de Estados Unidos. ¡°Fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh, no de Par¨ªs. No se puede poner a los trabajadores ante el riesgo de perder sus empleos. Este acuerdo es un castigo para EEUU: China puede subir sus emisiones y nosotros no¡±, declar¨® al anunciar la retirada.
Fue un momento clave de su mandato. Consumaba el giro aislacionista y las encuestas, aunque con el rechazo de la mayor¨ªa, le premiaron con una reactivaci¨®n de su base electoral: la gran masa que identifica a China, M¨¦xico y Alemania con competidores desleales y que supersticiosamente atribuye a los pactos multilaterales, como el NAFTA o el Acuerdo de Par¨ªs, su p¨¦rdida de poder adquisitivo.
La retirada, adem¨¢s, permiti¨® a Trump avanzar un paso m¨¢s en su objetivo m¨¢s querido: la demolici¨®n del legado de Obama, quien despu¨¦s de largos titubeos se hab¨ªa comprometido en 2015 a reducir las emisiones entre un 26% y un 28% para 2025 respecto a los niveles de 2005.
Pese al estruendo, el golpe lo dio con suma comodidad. El acuerdo no estipula sanciones y, para facilitar su degluci¨®n, la salida no se hace efectiva hasta 2020, de ah¨ª la presencia de negociadores estadounidenses en Bonn. Un puro formalismo que no oculta la inmensa soledad de Estados Unidos.
A diferencia de 2001, cuando George Bush padre abandon¨® el Protocolo de Kioto, nadie ha seguido esta vez a EEUU. Es m¨¢s, Nicaragua y Siria, los dos ¨²nicos pa¨ªses que faltaban, ya se han adherido. El resultado es grotesco: la primera potencia econ¨®mica mundial es la ¨²nica naci¨®n del planeta fuera del acuerdo.
Este aislacionismo absoluto, que Trump blande como muestra de firmeza, tiene enemigos en la propia Administraci¨®n. Durante las negociaciones previas a la retirada, su hija Ivanka, el influyente yerno Jared Kushner y los secretarios de Estado y Energ¨ªa se mostraron contrarios. Lo mismo hicieron gigantes energ¨¦ticos como Exxon, General Electric o Chevron, y toda la inmensa comunidad cient¨ªfica estadounidense.
Con los meses, esta tensi¨®n no se ha aligerado. La Oficina de Responsabilidad Gubernamental alert¨® en octubre del coste para las arcas p¨²blicas del cambio clim¨¢tico: 350.000 millones de d¨®lares en una d¨¦cada. Y la semana pasada, la Casa Blanca no pudo frenar un demoledor informe elaborado por 13 agencias federales sobre la devastaci¨®n causada por las emisiones.
Nada de ello ha importado. Trump no se ha movido un ¨¢pice. El mensaje a sus electores y a los lobbies que le apoyan es claro. Esto va de dinero. Si nadie le ofrece un tratado mejor, prefiere quedarse fuera. De momento, ha desmantelado con 14 ¨®rdenes ejecutivas la pol¨ªtica energ¨¦tica de Obama. El cumplimiento de los objetivos ya es imposible. Estados Unidos, con Trump, se ha vuelto un aliado del cambio clim¨¢tico.
China, l¨ªder y villano del cambio clim¨¢tico
China ¡°est¨¢ al tim¨®n en la cooperaci¨®n internacional para responder al cambio clim¨¢tico¡±. Son palabras del presidente chino, Xi Jinping, en el discurso m¨¢s importante de su mandato, el que pronunci¨® el mes pasado en el 19 Congreso del Partido Comunista que le nombr¨® para otros cinco a?os al frente. En ese discurso, mencion¨® la energ¨ªa limpia dos veces; la civilizaci¨®n ecol¨®gica, doce; el medioambiente, veinte.
Las tornas han cambiado mucho en apenas un lustro. De ser uno de los grandes culpables del calentamiento global, el pa¨ªs responsable del 28% de las emisiones globales -el mayor del mundo- se presenta ahora como el gran l¨ªder de la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Cuando Estados Unidos decidi¨® retirarse del acuerdo de Par¨ªs, Pek¨ªn subray¨® su compromiso con el pacto. Un informe esta semana indica que el calentamiento global, aunque est¨¢ lejos de la meta fijada en Par¨ªs, aumenta de modo menos dr¨¢stico gracias, sobre todo, a las medidas que han adoptado India y China.
Pek¨ªn se encuentra muy encaminado a cumplir antes de lo previsto su meta de llegar a su techo de emisiones de carbono para 2030. Para entonces, las energ¨ªas no f¨®siles deber¨¢n sumar el 20% de su cesta energ¨¦tica. Su Agencia Nacional de Energ¨ªa se ha comprometido a invertir cerca de 350.000 millones de euros hasta 2020 en renovables. Su consumo de carb¨®n, una de las grandes causas de sus problemas medioambientales, se ha reducido en los ¨²ltimos tres a?os.
Pero hay obst¨¢culos por el camino. Un informe del Global Carbon Project proyecta que este a?o sus emisiones de di¨®xido de carbono crecer¨¢n un 3,5% tras dos a?os de ca¨ªdas. El uso de carb¨®n puede crecer un 3%, debido a una menor generaci¨®n de energ¨ªa hidroel¨¦ctrica por falta de lluvia y una mayor producci¨®n industrial.
Este a?o ha echado el freno a m¨¢s de un centenar de plantas el¨¦ctricas alimentadas por carb¨®n, y el a?o pasado redujo la concesi¨®n de permisos en un 85%. Por primera vez en la historia, su capacidad total de producci¨®n autorizada se redujo este a?o. Pero a¨²n cuenta con un enorme exceso, y los gobiernos locales siguen presionando para construir nuevas plantas. Seg¨²n Lauri Myllyvirta, de Greenpeace East Asia, ¡°no porque se necesiten nacionalmente, sino por capturar una mayor cuota de mercado y generar demanda para las minas de carb¨®n locales¡±. En la actualidad se encuentran en construcci¨®n plantas que a?adir¨¢n una capacidad de 120 gigavatios
Muchos de los proyectos que se han parado en los ¨²ltimos a?os, cerca de un centenar, no han sido cancelados definitivamente, solo suspendidos, y se encuentran en un extra?o limbo, sin que est¨¦ claro si alguna vez se reiniciar¨¢n o quedar¨¢n definitivamente cancelados.
Y sus cr¨ªticos le acusan de exportar contaminaci¨®n, al continuar desarrollando ese tipo de plantas en el exterior. Una base de datos de la Global Economic Governance Initiative (GEGI), de la Universidad de Boston, arroja que desde 2000 la mayor parte de las inversiones de los bancos institucionales chinos en proyectos de energ¨ªa en el exterior se han destinado a plantas el¨¦ctricas, un 80%. De esta proporci¨®n, un 66% se destin¨® a plantas alimentadas por carb¨®n.
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