¡°Con Trump la violencia vuelve a las calles de Jerusal¨¦n. A las suyas y a las nuestras¡±
Mientras el este de la ciudad secunda la huelga general palestina en protesta por la decisi¨®n del presidente de EE UU, los israel¨ªes celebran la medida en el oeste sin modificar su rutina
Ninguna barrera f¨ªsica separa el este del oeste de Jerusal¨¦n y, sin embargo, despu¨¦s de que el presidente norteamericano, Donald Trump, la reconociese el mi¨¦rcoles como la capital de Israel, la divisi¨®n entre ambas partes de la ciudad resulta m¨¢s evidente que nunca. ¡°Mira qu¨¦ d¨ªa m¨¢s bonito amaneci¨® hoy. ?Es una bendici¨®n del cielo!¡±, celebra Oshar, que regenta un puesto de legumbres en el Mahane Yehuda, el principal mercado de Jerusal¨¦n Oeste. Como muchos israel¨ªes, agradece a Trump su declaraci¨®n. ¡°Los jud¨ªos siempre estuvimos aqu¨ª, desde hace 3.000 a?os. ?Qu¨¦ hay de malo en que reconozcan que nuestra ciudad nos pertenece?¡±, se pregunta en ladino con una sonrisa. Naci¨® en Jerusal¨¦n, en el seno de una familia de origen sefard¨ª. A¨²n conserva el idioma judeoespa?ol de sus ancestros. Como una gran parte de los jerosolimitanos del oeste, Oshar nunca ha pisado los barrios ¨¢rabes de Jerusal¨¦n oriental. ¡°Es peligroso para los jud¨ªos. Los ¨¢rabes quieren matarnos¡±, musita sombr¨ªo.
La gente va y viene como de costumbre por Jerusal¨¦n Oeste. La respuesta inmediata cuando se pregunta por la decisi¨®n de Trump suele ir acompa?ada de la palabra simj¨¢, alegr¨ªa en hebreo. ¡°El presidente de Estados Unidos ha sido muy valiente. Vino aqu¨ª, vio la ciudad y le qued¨® claro que es realmente nuestra capital¡±, sostiene Sima a la entrada del Ayuntamiento de Jerusal¨¦n, donde la alcald¨ªa ha ordenado colgar una bandera gigante de Estados Unidos en se?al de agradecimiento al presidente republicano. La ense?a de las barras y las estrellas tambi¨¦n ondea en la plaza Safra, donde se ubica la sede de la municipalidad.
En el oeste de la Ciudad Santa la vida sigue como un d¨ªa cualquiera. Mientras tanto, en el Este, los comercios, las universidades y las escuelas permanecen cerradas. ¡°Hoy no he llevado a los ni?os al colegio porque no quiero correr riesgos¡±, asegura Diala. Vive en Beit Hanina (noreste) y sus hijos, de tres y seis a?os, estudian en la Jerusalem School, un colegio norteamericano de Jerusal¨¦n Este que, como centro internacional, no secunda la huelga general palestina convocada en protesta por la decisi¨®n del presidente de EE UU. ¡±Lo que ha hecho Trump solo nos traer¨¢ problemas. Jerusal¨¦n no es jud¨ªa, musulmana, cristiana, israel¨ª o palestina porque alguien lo declare. La ciudad es como es. Lo ¨²nico que cambiar¨¢ es que la violencia va a volver a las calles. A las nuestras y a las suyas¡±, advierte tajante refiri¨¦ndose al este y al oeste.
Ni rastro tampoco, por la ma?ana, del tradicional bullicio de mercadillo de la Puerta de Damasco, el principal acceso al barrio musulm¨¢n de la Ciudad Vieja de Jerusal¨¦n. En plena ma?ana las tiendas est¨¢n cerradas, apenas hay luz en el laberinto de calles del zoco. A pesar de no haber abierto sus negocios, algunos comerciantes que se han acercado a echar un vistazo se re¨²nen en corrillos. ¡°Todos los d¨ªas me traen el pan aqu¨ª, as¨ª que he venido a recogerlo¡±, se justifica Ahmed. Tiene una tienda de recuerdos en la misma V¨ªa Dolorosa. Del candado de la puerta de su local pende una bolsa repleta de pan de pita. ¡°Para nosotros se trata de una humillaci¨®n. Trump nos ha ignorado. Jerusal¨¦n no es israel¨ª porque ¨¦l lo diga. Ha dejado claro de qu¨¦ lado est¨¢ y ser¨¢ responsable de lo que pase aqu¨ª. Habr¨¢ enfrentamientos y peores que en julio¡±, advierte, al referirse a los disturbios en la Explanada de las Mezquitas, mientras deshace el nudo de la bolsa y se aleja con el pan.
La vida cotidiana se ha paralizado en los barrios cristiano y musulm¨¢n de la Ciudad Vieja. Tan solo en la plaza del Santo Sepulcro, peregrinos y turistas siguen adelante con las visitas que ten¨ªan programadas. ¡°Lo que est¨¢ sucediendo es una l¨¢stima. Impresiona que eso est¨¦ as¨ª¡±, dice una turista de Ucrania. Armado con un tr¨ªpode y una c¨¢mara, su marido no deja de fotografiar las calles semidesiertas del casco hist¨®rico. ¡°Vamos hacia este punto, ?es seguro?¡±, pregunta se?alando en un mapa la Iglesia de Santa Ana, al otro extremo del barrio musulm¨¢n, cerca de la Puerta de los Leones.
Desconocen a¨²n que algunos Consulados, entre ellos el de Espa?a, aconsejan extremar ahora la precauci¨®n en las visitas a la Ciudad Vieja y especialmente en las inmediaciones de la Explanada de las Mezquitas, el escenario habitual de los conflictos en la Ciudad Santa al que pretenden dirigirse.
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