Los obst¨¢culos al aborto ensombrecen los avances de T¨²nez
Algunos m¨¦dicos y enfermeras del sistema p¨²blico se acogen a un inexistente derecho a la objeci¨®n de conciencia
¡°Aqu¨ª no hacemos abortos, la religi¨®n lo proh¨ªbe. Guarda este ni?o que Dios te ha enviado y ven aqu¨ª despu¨¦s para recibir la contracepci¨®n¡±, le respondieron a una funcionaria tunecina de 32 a?os en una oficina p¨²blica de planificaci¨®n familiar de provincias. Sin embargo, seg¨²n la ley, estas instituciones son las principales encargadas de practicar el aborto en T¨²nez, adem¨¢s de forma totalmente gratuita. Este pa¨ªs magreb¨ª ¡ªque acaba de aprobar una ley contra la violencia de g¨¦nero pionera en la regi¨®n¡ªes el ¨²nico en el mundo ¨¢rabe y uno de los cuatro del continente africano donde la interrupci¨®n voluntaria del embarazo es legal durante los tres primeros meses de gestaci¨®n sin tener que alegar motivo alguno, aunque en la pr¨¢ctica, ya sea por los recortes en sanidad o por la objeci¨®n de los encargados de realizarla, no todas las tunecinas disfrutan de ese derecho. Y eso que hubo un tiempo en el que la capital tunecina fue la "Londres" del Magreb.
¡°Con la excusa de la falta de recursos presupuestarios, ya en los ¨²ltimos a?os de la dictadura se cerraron algunos de los equipamientos de las oficinas de planificaci¨®n familiar en las provincias. Y despu¨¦s de la Revoluci¨®n, con el ascenso del islamismo, aparecieron nuevos obst¨¢culos¡±, lamenta Anne Emmanu¨¨le Hasairi, una veterana comadrona que asumi¨® un cargo directivo en el Ministerio de Salud y ahora trabaja para Amal, una ONG de apoyo a las madres solteras y sus hijos. En T¨²nez, los centros p¨²blicos acometen unas 16.000 interrupciones del embarazo anuales.?
La despenalizaci¨®n del aborto fue introducido en T¨²nez por primera vez en 1965, si bien con una importante restricci¨®n: tan solo para las mujeres con cinco o m¨¢s hijos. El objetivo del presidente Habib Bourguiba era reducir la elevada tasa de natalidad, al considerarla un freno al desarrollo del pa¨ªs. Ante el magro impacto de la iniciativa, en 1973, el laicista Bourguiba decidi¨® ampliar ese derecho por ley a todas las mujeres adultas hasta los tres primeros meses de gestaci¨®n con una ley de plazos. Esta vez, s¨ª consigui¨® el efecto esperado y la media cay¨® de siete hijos por mujer en los a?os sesenta a los 2,1 actuales. Por ello, el Estado ya ha perdido el celo de anta?o en frenar el crecimiento demogr¨¢fico.
¡°Algunas asistentas, comadronas y m¨¦dicos conservadores que trabajan en las oficinas de planificaci¨®n o en los hospitales p¨²blicos se niegan a practicar el aborto. A veces, simplemente, proporcionan a las mujeres una informaci¨®n incorrecta para que desistan. Se acogen a una objeci¨®n de conciencia no reconocida por la ley¡±, critica Hedia Belhadj, presidenta del Groupe Tawhida Cheikh, una ONG especializada en la defensa y promoci¨®n de los derechos reproductivos. En otros casos, presionan a la paciente para que cambie de opini¨®n o le dirigen miradas y comentarios de desaprobaci¨®n, sobre todo si es una madre soltera, una categor¨ªa que representa el 20% del total. En cambio, en pa¨ªses como Espa?a e Italia la legislaci¨®n s¨ª otorga un derecho a la objeci¨®n.
Aunque no existe un consenso entre los cl¨¦rigos musulmanes sobre la cuesti¨®n del aborto, m¨¢s all¨¢ de su necesidad cuando est¨¢ en peligro la salud de la mujer, las interpretaciones conservadoras lo consideran un pecado. Las asociaciones de mujeres tunecinas han denunciado la pasividad del Estado ante la dejaci¨®n de sus obligaciones por parte de estos funcionarios, que a menudo ni se molestan en ocultar. Por ejemplo, Messaoud Gassoumi, responsable del Departamento de Maternidad del hospital de Kaserine, incluso declar¨® sin tapujos en un programa de televisi¨®n que se negaba a practicar abortos.
¡°El Estado teme enfrentarse a los grupos islamistas¡±, espeta Hasairi. Sin embargo, Dhauha Halleb, delegada de la Oficina Nacional para la Planificaci¨®n Familiar en la provincia de Nabeul matiza la situaci¨®n: "Creo que hubo un cierto descontrol despu¨¦s de la Revoluci¨®n, pero la situaci¨®n se ha arreglado. Al menos en Nabeul, todas las mujeres que lo piden y son elegibles, tienen acceso a este derecho. Y el Estado es firme a la hora de presionarnos para que lo hagamos efectivo".?
La alternativa privada
Para las mujeres de clase media y alta, las carencias del sistema p¨²blico no representan un gran obst¨¢culo. Siempre existe la posibilidad de asistir a un centro privado, que factura unas 300 dinares (unos 100 euros) por intervenci¨®n, el equivalente al sueldo mensual de muchos trabajadores del sector informal. ¡°Escog¨ª una cl¨ªnica privada porque all¨ª trabaja a tiempo parcial mi ginec¨®logo. ?l mismo me dio hora¡±, recuerda Rabeb, una bi¨®loga hoy madre de un ni?o, pero a¨²n soltera y con un buen empleo en el momento de su primer embarazo. ¡°En todo momento, me trataron con una gran profesionalidad. Nadie me hizo ning¨²n discurso moral, ni me mir¨® mal¡±, a?ade. Hoy en d¨ªa, solo ha confiado aquella experiencia secreta a una de sus hermanas y a alguna amiga.
Mientras algunos temas sensibles, como los derechos de los homosexuales, se discuten en la plaza p¨²blica despu¨¦s de la Revoluci¨®n de 2011, el aborto contin¨²a siendo un tab¨² en la sociedad tunecina. Quiz¨¢s por esta raz¨®n, no existen encuestas que midan el grado de apoyo popular a la ley de 1973, y el Estado trata el asunto con poca transparencia. Por ejemplo, no existen datos sobre los abortos practicados en los centros privados, un aut¨¦ntico agujero negro.
Seg¨²n Hasairi, a¨²n se practican abortos clandestinos en T¨²nez, sobre todo en las provincias perif¨¦ricas. La llegada del m¨¦todo basado en una combinaci¨®n de f¨¢rmacos, que cuenta con su correspondiente mercado negro, ha reducido los riesgos para la salud asociados a esta pr¨¢ctica. Tambi¨¦n se ha llevado las pacientes de otras nacionalidades. ¡°Antes ven¨ªan a abortar aqu¨ª otras mujeres ¨¢rabes, sobre todo marroqu¨ªes y argelinas. Pero ahora, consiguen los medicamentos en sus propios pa¨ªses, se provocan una hemorragia, y luego acuden al hospital¡±, cuenta Hasairi, buena conocedora de la realidad en Marruecos.
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