¡°?ramos como platos desechables para el narco¡±
La capital tiene los ¨ªndices m¨¢s altos de delincuencia juvenil en M¨¦xico. Estas son las historias de tres adolescentes que estuvieron en conflicto con la ley
"Si un chavo roba o se droga, es su pedo [problema], pero la verdad es que uno no nace delincuente, el delincuente se hace", comenta Luisa, una deportista destacada que cumpli¨® una sentencia de dos meses por robo. A los 16 a?os, un amigo inculp¨® a Christian (quien tambi¨¦n pide mantenerse en el anonimato). Lo encerraron dos a?os y medio por vender drogas despu¨¦s de una redada de la polic¨ªa. Ismael Corona era un estudiante ejemplar, cuando cumpli¨® 12 a?os se convirti¨® en el miembro m¨¢s joven de la pandilla de los Sure?os Locos, ritual de iniciaci¨®n incluido: una paliza de 13 segundos. A los 15 dej¨® la escuela y robaba para irse a beber y ver a las chicas de la variedad. A los 17, una ri?a sali¨® mal y lo condenaron a casi cuatro a?os por homicidio.
En el papel, Isma, Christian y Luisa son solo parte de las estad¨ªsticas. Todos viven en la zona metropolitana de la Ciudad de M¨¦xico, que tiene los ¨ªndices m¨¢s altos de delincuencia juvenil en el pa¨ªs. En los ¨²ltimos siete a?os, las fiscal¨ªas mexicanas investigan en promedio alrededor de 40.000 delitos cometidos por menores de edad cada a?o y tres de cada 10 suceden en la capital.
Los il¨ªcitos m¨¢s comunes son robo, narcomenudeo y lesiones, de acuerdo con la Procuradur¨ªa (Fiscal¨ªa) local. No hay patrones definidos, pero s¨ª caracter¨ªsticas comunes. "Muchos vienen de entornos de violencia o situaciones de pobreza en casa, en los que es com¨²n que uno de los padres se drogue o delinca, buscan atenci¨®n y ayuda, pero no la encuentran porque sienten que no le importan a nadie¡ y en muchos casos es cierto", explica Diego Safa, que trabaj¨® como psic¨®logo en una de las comunidades para adolescentes, antes conocidas como correccionales, de la capital. "No pueden votar, no tienen dinero y no son relevantes para sus familias, para los pol¨ªticos ni para el Estado", agrega.
Y aunque los menores son responsables de menos del 2,2% de los delitos en la capital, ellos acusan que muchas veces levantan sospechas de las autoridades solo por el hecho de ser j¨®venes. Organizaciones de la sociedad civil han denunciado pr¨¢cticas que se conocen como "la portaci¨®n de cara" y que en los hechos se traducen en extorsiones, detenciones arbitrarias y prejuicios. ¡°Estamos estigmatizados, siempre sale en las noticias que los que roban y los que venden drogas son j¨®venes y la sociedad piensa que no tiene una deuda con nosotros, cuando la realidad es que s¨ª¡±, explica Christian. EL PA?S busc¨® a la Polic¨ªa capitalina para conocer su versi¨®n, pero no pudo concertar una entrevista.
Fallas en el sistema
En junio de 2016 se aprob¨® el nuevo sistema de justicia para adolescentes. La reforma, parte de las adecuaciones del nuevo sistema penal acusatorio que se aprob¨® hace 10 a?os, homolog¨® las penas en todos los Estados del pa¨ªs, dividi¨® los castigos por grupos de edad y delitos y busc¨® migrar de un sistema tutelar a uno garantista, en el que la c¨¢rcel fuera el ¨²ltimo recurso. No ha habido grandes cambios en la incidencia delictiva, pero a partir del cambio, el n¨²mero de investigaciones y de j¨®venes internos ha bajado en el pa¨ªs.
¡°Nuestras leyes son hipergarantistas, pero en la realidad hay much¨ªsimas complicaciones, se legisla ¡®con los pies¡¯, sin estudiar el problema¡±, opina Barr¨®n. Las autoridades han tenido m¨¢s problemas para perseguir los delitos, no hay recursos suficientes y no se ha podido dar seguimiento apropiado a los casos para evitar la reincidencia, opina Ni?o de Rivera. ¡°Seguimos teniendo un sistema penitenciario punitivo y vengativo: si t¨² me chingaste, ahora yo te voy a chingar a ti¡±, se?ala la fundadora de Reinserta. ¡°El punto es c¨®mo sacar a los muchachos de estos medios, pero los tratamientos de internaci¨®n y externaci¨®n son muy deficientes¡±, agrega Barr¨®n.
Cuando vino el encierro, el mundo de Ismael se abri¨®. Al estar internado aprendi¨® los c¨®digos: com¨ªa cuando llegaba la jaspia [la comida/el hambre], recib¨ªa los frankenstein [descargas el¨¦ctricas con los cables de luz sobre la espalda mojada] cuando lo disciplinaban, se curt¨ªa [peleaba] con los otros, escal¨® de chicha a padrino en la estructura informal de la prisi¨®n, y ve¨ªa como algunos intentaban corbatearse [suicidarse]. "En la c¨¢rcel se caen tus prejuicios, tus culpas, las cadenas familiares que vas arrastrando", confiesa. En San Fernando, que funciona como centro de menores desde 1908, estaban todos los perfiles: los que hab¨ªan hecho "una travesura", los que robaban por necesidad, los que ten¨ªan a familiares que eran jueces o polic¨ªas, cuenta.
Christian empez¨® a vender drogas para pagarse los libros de la escuela. El dinero no alcanzaba en casa. Al principio ganaba lo m¨ªnimo: trabajaba 12 horas en los puntos de venta de mariguana y cobraba 250 pesos [13 d¨®lares] al d¨ªa. Despu¨¦s aument¨® el salario y tambi¨¦n los riesgos. Ten¨ªa que estar despierto hasta 48 horas, con descansos para dormir dos horas d¨ªarias. Christian decidi¨® dejar la escuela y nunca gan¨® m¨¢s de 3.000 pesos [160 d¨®lares] por noche.
"Mucha gente piensa que es dinero f¨¢cil, pero la lana es para los que est¨¢n m¨¢s arriba, mientras nosotros nos arriesg¨¢bamos much¨ªsimo por unos cuantos pesos", apunta Christian. Antes hab¨ªa intentado en empleos legales: entregando folletos en la calle, de repartidor, en la cocina de un restaurante. "Me dec¨ªan que era muy peque?o, que no daba el ancho, que no ten¨ªa experiencia, nunca me dieron la oportunidad", cuenta.
Cuando la v¨ªa legal falla, los c¨¢rteles enganchan a los j¨®venes con drogas y con dinero para algunos o sentido de pertenencia para otros, explica Saskia Ni?o de Rivera, codirectora de la fundaci¨®n Reinserta. "Son adolescentes muy manipulables y con vac¨ªos enormes", detalla. "Son una carne muy d¨²ctil para el crimen organizado porque son f¨¢cilmente captables y porque las penas que enfrentan son menores a las de un adulto", concuerda Mart¨ªn Barr¨®n, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales. "?ramos como platos desechables para el narco, era f¨¢cil pagarnos menos, era f¨¢cil lavarnos el cerebro y te das cuenta de que eran chavos como t¨², que ten¨ªan la idea tonta de que meti¨¦ndose en esto pod¨ªan ganar dinero", recuerda molesto Christian. En M¨¦xico, nueve de cada diez investigaciones por delitos contra la salud son contra menores de edad, seg¨²n datos oficiales.
"A veces nos preguntamos qui¨¦nes somos, pues 'yo soy un abogado, yo soy un exconvicto, yo soy un interno", dice Ismael, despu¨¦s hace una pausa y reflexiona: "No, somos personas". La reinserci¨®n es uno de los procesos m¨¢s dif¨ªciles. Entender lo que hicieron, por qu¨¦ lo hicieron, por qu¨¦ si ya cumplieron la condena, los juicios de su entorno muchas veces no paran. Y c¨®mo resarcir el da?o. ¡°Me vi m¨¢s all¨¢ de las etiquetas, aprend¨ª que me equivoqu¨¦, pero lo proces¨¦ y entend¨ª que sab¨ªa c¨®mo acercarme al barrio para que ellos no se equivoquen como t¨² lo hiciste¡±, dice Luisa, que tiene una iniciativa en una "ciudad perdida" al poniente de la capital que combina el trabajo acad¨¦mico con intervenciones art¨ªsticas, culturales y deportivas.
Luisa quiere ser polit¨®loga y tener su propia organizaci¨®n para ayudar a otros j¨®venes. Christian tuvo que mudarse a casi 40 kil¨®metros de su barrio para seguir con el proceso de reinserci¨®n, tiene una beca para acabar con la preparatoria y quiere estudiar artes pl¨¢sticas para hacer murales colaborativos que manden un mensaje contra la violencia. Ismael escribi¨® el libro Mentes en fuga con dibujos, poemas y reflexiones durante su encierro, es actor de la compa?¨ªa de teatro penitenciario y estren¨® el a?o pasado en el Foro Shakespeare La Espera, una obra biogr¨¢fica que cuenta las historias de cuatro exreclusos. Quiere darle herramientas a su hijo para que no cometa los mismos errores que ¨¦l. Hasta noviembre pasado hab¨ªa 149 chicos internos en la capital, seg¨²n un c¨¢lculo de la fundaci¨®n Reinserta a partir de los ¨²ltimos datos oficiales.
"Cuando la gente me llama delincuente, a veces me molesta, pero otras veces a veces me da el valor de decirles 's¨ª, pero yo estoy haciendo un cambio en m¨ª y en lo que puedo de mi entorno', t¨² que eres de 'los buenos', ?qu¨¦ haces por los chicos? Lo ¨²nico que haces es se?alarlos", afirma Christian.
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