Acr¨®batas sobre las ruinas de la guerra
Decenas de j¨®venes practican el ¡®parkour¡¯ entre los escombros de la ciudad vieja de Alepo para descargar las tensiones vividas durante la contienda
Transcurridos quince meses desde que se acallaran los ¨²ltimos combates en la ciudad vieja de Alepo, EL PA?S recorre de nuevo sus calles. Esta vez no seguimos a francotiradores hacia el frente de combate sino a un grupo de adolescentes acr¨®batas que han transformado un dantesco escenario de posguerra en su lugar de recreo. Nacido en los suburbios parisinos, el parkour lleg¨® a Alepo en plena guerra y como ant¨ªdoto para unos j¨®venes ¡°que necesitaban sacar la rabia del cuerpo¡±. Hoy saltan de techo en techo, entre coches calcinados, escalan el milenario zoco de la ciudad y hacen piruetas sobre una manta de salvas y morteros.
Omar Kushi, soldado de 30 a?os, es el entrenador que en 2015 reuni¨® en Alepo a un grupo de muchachos de entre 16 y 18 a?os a los que bautiz¨® como los Foxies. ¡°Compartimos una pasi¨®n por el deporte y es lo que nos ha permitido sacar fuera toda la energ¨ªa negativa y la presi¨®n psicol¨®gica que trajo la guerra¡±, cuenta al tiempo que da instrucciones a cuatro chavales sobre c¨®mo saltar entre los poyetes de una destartalada casa otomana. Kushi asegura que ya son m¨¢s de 120 los j¨®venes que practican el parkour en Alepo, aunque no pocos han emigrado al extranjero en busca de un mejor futuro o para eludir hacer el servicio militar obligatorio.
Varias chicas gimnastas entrenan con ellos y sue?an con viajar a Alemania, la meca del parkour en Europa porque ¡°all¨ª la arquitectura de las ciudades es ideal para hacer acrobacias¡±. Este arte callejero lleg¨® primero a Damasco y en plena guerra en 2015 para luego extenderse a la costa, a Latakia, y al norte, a Alepo, en territorios bajo control gubernamental. Tambi¨¦n lo practican los j¨®venes al otro lado del frente en zonas insurrectas. Estos adolescentes pertenecen a una generaci¨®n crecida bajo el sonido de las bombas y los morteros, cuyos escombros han convertido en obst¨¢culos que saltar. Son chicos que no aprendieron a jugar al f¨²tbol porque, como en toda guerra, sus madres les prohibieron los peligros de las calles para condenarlos a los intramuros del hogar.
¡°?Parkuri! Parkuri!¡±, gritan los ni?os al volante de sus bicicletas con los ojos rebosantes de admiraci¨®n al verles pasar a toda velocidad por la carretera. Transe¨²ntes de todas las edades?visitan la ciudad vieja armados con sus m¨®viles y negando en silencio con breves gestos de cabeza las secuelas de la contienda que se yerguen ante ellos. Hay que tener buenos pulmones para seguir a Yasser Mardini, el m¨¢s ¨¢gil del grupo que desaparece a cada portezuela del viejo zoco en busca de nuevos desaf¨ªos. Entre semana se dedica, como sus compa?eros de parkour, a estudiar para la selectividad y sue?a con cursar educaci¨®n f¨ªsica en la universidad. Sol¨ªan entrenar en un gimnasio de la residencia universitaria hasta que un mortero destroz¨® el lugar. ¡°Limpiamos la metralla y reconstruimos el gimnasio. Dos meses despu¨¦s ya est¨¢bamos entrenando otra vez¡±.
A falta de fondos con los que hacerse con equipamiento para practicar, han expandido su zona de entrenamiento a cielo abierto apropi¨¢ndose de una ciudad aun resacosa de la guerra. El pelirrojo Luai Garba es el m¨¢s joven con 16 a?os. Ten¨ªa nueve cuando estall¨® el conflicto. T¨ªmido, se apresura a despejar el suelo de escombros donde habr¨¢ de aterrizar Ibrahim Cabra, de 18, que se dispone a hacer un doble salto hacia atr¨¢s. "?Espera! ?Espera!", le grita Cabra cuando ve al joven empecinado en arrastrar una valla en la que ha quedado atascado un mortero sin detonar.
Adentr¨¢ndose en casas abandonadas los j¨®venes descubren un puesto de francotirador. Sacos de arena encuadran un agujero cavado en la pared y latas oxidadas de munici¨®n han quedado olvidadas sobre un ladrillo. Ante ellos se abre un panel de edificios agujereados y techos ennegrecidos. Sobre el suelo se esparcen ropas y enseres, testigos mudos de la vida que un d¨ªa habit¨® esta milenaria casa ¨¢rabe. Ayul Husein es el cuarto integrante de los Foxies. "?Sin golpes no se aprende!", exclama Husein ante las risas de sus colegas mientras se frota el costado izquierdo que se acaba de golpear contra el borde de una fuente de m¨¢rmol. Visten ch¨¢ndal y lucen modernos cortes de pelo con tup¨¦s engominados que a cada salto se peinan con los dedos.
Con la adrenalina como compa?era, en ocasiones se les olvida explorar la zona antes de lanzarse en una triple voltereta y darse de bruces con un barre?o de mermelada casera que alg¨²n vecino dej¨® macerando al sol. El veterano Kushi acumula una hilera de cicatrices en la piel. Algunas son herencia de los combates que libr¨® junto al Ej¨¦rcito sirio en la campi?a de Alepo, otras, fruto de accidentados aterrizajes mientras practicaba el parkour.
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