Una nueva guerra fr¨ªa no tendr¨¢ lugar
La tensi¨®n actual de aires preb¨¦licos entre Rusia y EE UU, no es bipolar ni confronta dos ideolog¨ªas
Regresan los aires g¨¦lidos y tenebrosos de una nueva guerra fr¨ªa, otra vez entre Rusia y Estados Unidos. Soplan desde hace algunos a?os, especialmente desde el incendio de Ucrania, cuando se produjo la anexi¨®n de Crimea por Rusia en 2014, un hecho ins¨®lito en territorio europeo desde 1945. Pero se han intensificado en los ¨²ltimos meses, por un pu?ado de acontecimientos, todos inquietantes.
Por una parte, Vlad¨ªmir Putin ha terminado de consolidar su poder al asegurarse la presidencia rusa hasta 2024, camino de superar en longevidad pol¨ªtica a Joseph Stalin, la figura hist¨®rica en alza con quien el actual inquilino del Kremlin comparte la idea de fortaleza y de protagonismo mundial. La pieza central de su campa?a presidencial, ganada antes de librarla en las urnas, fue la exhibici¨®n de un nuevo arsenal de armas nucleares que declar¨® invencibles.
La inseguridad y el miedo no tienen su origen en una amenaza de destrucci¨®n nuclear mutua asegurada sino en la proliferaci¨®n y el descontrol
De la otra, el Londongrado de los magnates rusos ha proporcionado escenas que parecen extra¨ªdas de las novelas de John le Carr¨¦, como el ataque qu¨ªmico a un exesp¨ªa de Mosc¨² y a su hija y las expulsiones masivas de diplom¨¢ticos y agentes secretos rusos por parte de Reino Unido, Estados Unidos y una veintena larga de pa¨ªses aliados, replicadas inmediatamente por la Federaci¨®n Rusa con medidas sim¨¦tricas.
Washington y Mosc¨² se hallan enfrentados tambi¨¦n en dos contiendas peculiares. Una bien caliente y sangrienta, la de Siria, en la que ambos Estados mayores se coordinan para no dispararse directamente, pero aprovisionan, instruyen e incluso bombardean para favorecer a los bandos enfrentados que apadrinan cada uno de ellos: Rusia a Bachar el Asad e Ir¨¢n, y Washington a los rebeldes sun¨ªes y a los kurdos. La otra, subrepticia pero bien ruidosa, es la que desarrolla Rusia en la ciberesfera, en la que se le atribuyen numerosas interferencias en elecciones y procesos pol¨ªticos, empezando por la propia elecci¨®n de Trump.
Atendiendo a las sonoras broncas en el Consejo de Seguridad, donde los embajadores intercambian terribles acusaciones de genocidio y de terrorismo, se dir¨ªa que el mundo ha regresado a los cincuenta y sesenta. Si entonces fueron la crisis de los misiles de Cuba, Berl¨ªn dividido o la guerra de Vietnam lo que suscitaba los vetos y divisiones en el impotente m¨¢ximo organismo de Naciones Unidas, e incluso una alineaci¨®n en bloques polarizados, ahora es la guerra de Siria y especialmente el uso de armas qu¨ªmicas por parte de Bachar el Asad.
El miedo que atenazaba entonces al mundo era el de la destrucci¨®n mutua asegurada (MAD, en sus siglas en ingl¨¦s) como resultado de un incidente incontrolado y de una escalada entre Mosc¨² y Washington que condujera a un intercambio de disparos y al consecuente apocalipsis nuclear. Ahora el miedo se ha hecho plural, es m¨¢s diverso. Persiste el temor nuclear limitado a la pen¨ªnsula de Corea, ante la escalada nuclear norcoreana y la espiral de amenazas que la ha acompa?ado hasta hace apenas unas semanas. Pero son el terrorismo, las inmigraciones descontroladas, el ascenso de las ideolog¨ªas extremas, los brotes de nacionalismo ¨¦tnico y la crisis de las democracias liberales lo que suscita los mayores temores de inestabilidad, p¨¦rdida de riqueza y aparici¨®n de conflictos calientes, especialmente en los lindes del continente europeo.
La idea de una guerra fr¨ªa es una contradicci¨®n en sus t¨¦rminos, un ox¨ªmoron seg¨²n el cat¨¢logo de las figuras de la ret¨®rica cl¨¢sica. Si es guerra, es caliente. Si no es caliente, es que no es guerra. Fue un t¨¦rmino surgido al final de la II Guerra Mundial ante el creciente temor a una inmediata tercera guerra, en la que se enfrentar¨ªan los dos aliados de la segunda, Estados Unidos y la URSS.
La aparici¨®n del t¨¦rmino se produjo en 1947, justo antes de que Mosc¨² fabricara su bomba at¨®mica. Despu¨¦s de Hiroshima y Nagasaki estaba claro que la siguiente guerra ser¨ªa nuclear. Afortunadamente no sucedi¨®: no se han vuelto a utilizar estas armas y lo que empez¨® propiamente fue una paz armada, con escalada armament¨ªstica y de tensi¨®n, que no cej¨® hasta la llegada de Mija¨ªl Gorbachov al Kremlin en 1985.
La Guerra Fr¨ªa era una contienda sin hostilidades abiertas entre las dos superpotencias, que solo se enfrentaban de forma encubierta, en guerras por procuraci¨®n, especialmente en el denominado Tercer Mundo, pero practicaban una intensa belicosidad psicol¨®gica, mediante la propaganda, la infiltraci¨®n y el espionaje, en una larga partida de ajedrez por la hegemon¨ªa mundial, que permite buscar analog¨ªas en la renovada rivalidad actual entre Mosc¨² y Washington.
La mayor semejanza entre ambas ¨¦pocas es el riesgo de una conflagraci¨®n caliente que subyace detr¨¢s de la imagen de una paz armada
Por encima de la ret¨®rica y de las analog¨ªas siempre posibles y atractivas, lo que cuenta son las diferencias, que historiadores y polit¨®logos sit¨²an en cuatro cuestiones. En primer lugar, el actual no es un enfrentamiento global, ni divide el mundo en zonas de influencia como sucedi¨® entonces. No hay, en segundo lugar, un enfrentamiento entre dos ideolog¨ªas y dos sistemas como eran el capitalismo y el comunismo. La tercera caracter¨ªstica es que el actual no es un enfrentamiento bipolar y total, que busque la derrota absoluta y sin compromiso del adversario y con ella la hegemon¨ªa mundial. Finalmente, a pesar de los peligros actuales, no hay hoy nada semejante a la MAD, cuando el planeta entero se encontraba bajo la amenaza de entrar en un invierno nuclear despu¨¦s de perder a millones de sus habitantes y de sufrir la destrucci¨®n de numerosas ciudades como resultado de los lanzamientos nucleares encadenados.
La m¨¢s destacada diferencia se concentra en el concepto de globalizaci¨®n, resultado directo del final de la confrontaci¨®n bipolar y ahora considerada como irreversible nada menos que por el todopoderoso l¨ªder chino, Xi Jinping. A pesar de sus aver¨ªas, que son muchas y serias, es imposible imaginar un mundo dividido en dos hemisferios pr¨¢cticamente incomunicados y en competencia ideol¨®gica como era el planeta en los a?os de la aut¨¦ntica Guerra Fr¨ªa.
No habr¨¢ una nueva guerra fr¨ªa, pero puede haber algo peor, una buena guerra caliente. As¨ª lo cree el ministro de Exteriores ruso, Serg¨¦i Lavrov, o al menos fingi¨® creerlo amenazadoramente ante las represalias suscitadas por el ataque qu¨ªmico de Salisbury. Lawrence Freedman, profesor em¨¦rito del King¡¯s College, comparte esta impresi¨®n (¡°La nueva guerra fr¨ªa de Putin¡±, en New Statesman). Para este insigne historiador de la guerra, la mayor semejanza con la Guerra Fr¨ªa es la posibilidad creciente de una guerra caliente, que tiene esta misma semana en Siria su punto de fricci¨®n m¨¢s peligroso.
Hay muchos puntos de ignici¨®n para una gran guerra caliente inaugural de la nueva etapa, como fueron la contienda civil griega (1946-49) y la de Corea (1950-53). Algunos se han neutralizado ya, como es el caso de Ucrania. Otros parecen estar en v¨ªas de neutralizaci¨®n, como Corea. Destaca en todo caso el escenario de la guerra siria, con su capacidad de seguir ampliando su dimensi¨®n sin que nadie, y quien menos Naciones Unidas, pueda frenarla.
Empez¨® como una revuelta urbana, se convirti¨® enseguida en guerra civil a varias bandas y ahora ya es una guerra internacional de dimensi¨®n sobre todo regional, a punto de adquirir esta semana la categor¨ªa de un ins¨®lito conflicto directo entre dos potencias mundiales como Rusia y Estados Unidos. Si llega el enfrentamiento entre ambas, lo que empieza ahora no tendr¨¢ nada que ver con la Guerra Fr¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.