Mismas aguas del Mediterr¨¢neo, otra misi¨®n
La misi¨®n de Frontex en el Mediterr¨¢neo central supedita los rescates a la seguridad de las fronteras
En el hangar de popa, la doctora Cristina Vaz Pereira se olvida por un momento de los casi 300 migrantes arrumbados en cubierta y pasea de la mano de un ni?o subsahariano de dos a?os que arrastra un volquete amarillo. ¡°Brrrrrr, brrrrrrr¡±, jalea el cr¨ªo, intrigado, tirando del camioncito. ¡°La primera reacci¨®n que tuvo cuando se lo dimos fue de miedo, posiblemente es el primer juguete que ve¡±, explica la m¨¦dico. Al fondo, reposan al abrigo del relente una decena de migrantes, algunas embarazadas, mientras prosigue el registro de los hombres tras un d¨ªa pr¨®digo en rescates: tres embarcaciones, 296 personas, la mayor¨ªa tunecinos, todos en buen estado. Es tal el flujo de llegadas que el registro de los pasajeros de la segunda barcaza se solapa con el del tercero.
Finales de mayo, Mediterr¨¢neo central, aguas internacionales frente a las islas italianas de Lampedusa y Pantelleria; en el interregno de la formaci¨®n de Gobierno en Roma. La escena de los migrantes en cubierta podr¨ªa pertenecer a cualquier rescate efectuado por ONG, guardacostas o incluso mercantes. Pero la doctora Vaz Pereira es primera teniente de la fragata portuguesa D. Francisco de Almeida, que integra el dispositivo de Frontex (agencia europea de fronteras y costas) en la Operaci¨®n Themis: diez barcos, dos aviones y dos helic¨®pteros prestados por los Veintiocho, m¨¢s Noruega, ya que la agencia carece de medios propios pese a que ha triplicado su presupuesto hasta 2027. Su objetivo, blindar el Mediterr¨¢neo central, parece estar consigui¨¦ndose: si en 2017 Frontex rescat¨® a 21.500 personas en las costas de Italia ¡ª38.500 si se suman las de Grecia y Espa?a¡ª, las llegadas en lo que va de a?o se han reducido en un 82%.
La ¨²ltima semana de mayo, en la que EL PA?S se embarc¨® en la fragata por invitaci¨®n de Frontex, 380 personas fueron salvadas. En los dos meses que dur¨® su misi¨®n, de finales de marzo a finales de mayo, el nav¨ªo portugu¨¦s ¡ª122 metros de eslora y una tripulaci¨®n de 167 personas¡ª rescat¨® a 801.
Pero el blindaje tiene un precio, y frente a la imagen afable y bienaventurada de los rescates de ONG ¡ªla esperable¡ª, en la actividad de la fragata portuguesa se plasma de continuo la idea de Europa como fortaleza. La palabra m¨¢s repetida a bordo es seguridad, y por eso el protocolo de rescate sigue una secuencia de controles milim¨¦trica. Los reci¨¦n llegados son cacheados; sus pertenencias, consignadas hasta el desembarco, en especial los m¨®viles para que no env¨ªen las coordenadas a otras barcas a punto de zarpar y puedan as¨ª burlar la vigilancia fronteriza; fotografiados uno a uno, con la mu?eca derecha cruzada sobre el pecho y en ella, bien visible, su n¨²mero de registro en una pulsera de pl¨¢stico ¡ªel mismo que se pone a la bolsa con sus cosas¡ª, y sometidos luego a triaje m¨¦dico, para finalizar con el registro de sus datos personales y un r¨¢pido interrogatorio por dos polic¨ªas del servicio de extranjer¨ªa portugu¨¦s que viajan tambi¨¦n a bordo, al igual que dos agentes italianos, uno de la Guardia Costera (salvamento mar¨ªtimo) y otro de la Guardia di Finanza (polic¨ªa judicial). Los datos recabados ir¨¢n directos a Frontex y Europol, la agencia policial europea.
¡°No sabemos qui¨¦nes son, por qu¨¦ vienen, cu¨¢les son sus intenciones. Esa es la primera pregunta que nos hacemos. Algunos pueden estar huyendo de una guerra o persecuci¨®n en su pa¨ªs de origen; otros sin duda buscar¨¢n una vida mejor, pero tal vez tambi¨¦n haya alguien con intenciones menos confesables. Es nuestra obligaci¨®n intentar responder a esas preguntas, es parte de nuestra misi¨®n¡±, explica Jo?o Pedro Monteiro da Silva, el comandante de este buque de la Armada portuguesa, con toda su potencia de fuego oculta ¡ªlas ametralladoras junto al puente se tapan con una lona negra durante los rescates¡ª y un par de detalles que revelan este nuevo cometido civil, coyuntural: un v¨¢ter port¨¢til en la cubierta de popa, y una red llena de juguetes ¡ªtra¨ªdos por la guarnici¨®n desde sus casas¡ª al fondo del hangar que se convierte en improvisado dormitorio para mujeres y ni?os; la mayor¨ªa de los hombres duermen en cubierta, bajo las mantas.
Las risas del beb¨¦, y sus lloros alternados con rabietas, arrancan una sonrisa f¨¢cil a los marinos; que el D. Francisco de Almeida sea un barco militar no implica que su tripulaci¨®n no ponga toda su humanidad en lo que hace. El marinero buzo Luis Lacerda es el primero que contacta con ellos en el abordaje de las barcazas: ¡°Mi mirada es la primera firme que ven en d¨ªas; mis brazos, el primer abrazo que reciben. Al ponerlos a salvo, se muestran aliviados, sobre todo si han estado a la deriva mucho tiempo, y por eso pese a la ansiedad que manifiestan, acaban acatando nuestras ¨®rdenes para subir [a la fragata] ordenadamente. Para ellos es la salvaci¨®n¡±. En el salvamento participan tambi¨¦n fuzileiros (fuerzas especiales de la Armada portuguesa), con su uniforme de camuflaje y el arma al cinto. Ellos son los encargados de mantener el orden en cubierta durante la noche ¡ªmientras la fragata navega hacia puerto¡ª, sobre todo si hay alborotadores, a los que reducen atando sus mu?ecas con cinchas de pl¨¢stico azul. As¨ª, apartados del resto de compa?eros de traves¨ªa, ser¨¢n entregados a las autoridades en tierra.
Los rescates tienen algo que remotamente recuerda una operaci¨®n de carga y descarga: una cantidad equis, variable, de seres salvados de las aguas que ser¨¢n depositados al d¨ªa siguiente en puerto (en el caso de la Operaci¨®n Themis, en alguno de los cuatro puertos sicilianos pr¨®ximos a un hotspot). Y tambi¨¦n algo de medieval: el izado de una bandera amarilla al tocar puerto, se?al internacional de que todo el pasaje est¨¢ sano (y que no hay que temer a la peste). El viernes 25 de mayo, la fragata desembarca a los 296 migrantes rescatados la v¨ªspera en el puerto de Pozzallo, en una operaci¨®n que se demora durante horas: el m¨¦dico del puerto se empe?a en examinarlos uno a uno como requisito para autorizar su bajada a tierra. Abajo, en una secci¨®n del muelle cerrada al p¨²blico, un pandem¨®nium de agentes (Frontex, Guardia Costera, Guardia de Finanzas, Squadra Mobile, Polizia di Stato, Cruz Roja, ONG¡) aguarda a pleno sol para realizar la identificaci¨®n y la toma de huellas dactilares, antes de trasladarlos al hotspot cercano.
Durante la traves¨ªa, Frontex impide a los periodistas a bordo el acceso a los migrantes, y un par de oficiales de la fragata los gu¨ªan en sus recorridos por cubierta. Izabella Cooper, portavoz de la agencia, explica por qu¨¦ desde Varsovia: ¡°Por seguridad y para protegerles, y para no obstaculizar cualquier indicio de investigaci¨®n: algunos pueden tener derecho a protecci¨®n como refugiados; otros pueden ser v¨ªctimas de trata (la de Libia es la mayor ruta de personas traficadas; menos, la de T¨²nez), eventualmente, puede haber sospechas de terrorismo. A bordo se recogen datos de inteligencia que tambi¨¦n van a la polic¨ªa italiana [Polizia di Stato], para que puedan profundizar en la investigaci¨®n¡±. A bordo de la fragata, el inspector Orlando Ribeiro, del Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF) de la polic¨ªa portuguesa, dispone, seg¨²n las estad¨ªsticas de Frontex, de s¨®lo 12 segundos por migrante para determinar cu¨¢l es su situaci¨®n (o qu¨¦ clase de amenaza supone). ¡°El 80% o 90% viene indocumentado, debemos averiguar su nacionalidad y tambi¨¦n informaci¨®n de sus circunstancias: rutas, redes de tr¨¢fico, tendencias migratorias que no est¨¢n en absoluto cerradas sino que van cambiando. Son datos para Frontex y para Italia, as¨ª como para Europol. Pero determinar en tan poco tiempo si son v¨ªctimas de trata o de una red de tr¨¢fico de personas es muy dif¨ªcil; en el caso de las mujeres, ayuda la experiencia, el conocimiento de sus pa¨ªses de origen. Este es un trabajo ¨²til para la seguridad de Europa aunque a veces te sientes impotente [por la falta de tiempo]¡ pero el solo hecho de ayudar a una madre con su beb¨¦, compensa¡±.
Vetado el acceso directo a los migrantes, el relato de sus vicisitudes se escucha en boca de algunos de los rescatadores o agentes a bordo, su identidad amparada en el anonimato por cuestiones, otra vez, de seguridad. ¡°Casi todos llegan de la costa de T¨²nez en barcazas de madera; antiguos pesqueros de los muchos que se venden en el mercado de barcos robados de Sfax. En comparaci¨®n con los que llegan de Libia, los que zarparon de T¨²nez parecen reci¨¦n duchados; los de Libia se perciben incluso de noche desde cubierta por el hedor que desprenden¡±. Hacia Italia, la ruta de Libia, mucho m¨¢s penosa y terrible, est¨¢ siendo relegada por la de T¨²nez y, de manera incipiente, la de Argelia (la de Marruecos se dirige a Espa?a). ¡°Todos los que llegan son j¨®venes, es dif¨ªcil ver a alguien de m¨¢s de 30 a?os¡±, coinciden todos. El jugador de f¨²tbol tunecino deseoso de una oportunidad en Europa. Los magreb¨ªes reincidentes por segunda y hasta por tercera vez (el precio del pasaje da derecho a intentarlo). Las embarazadas casi a t¨¦rmino. Diosas nigerianas que enseguida disparan las alarmas acerca de una presunta trata. O el joven subsahariano que tras dos d¨ªas de traves¨ªa confiesa a los agentes: ¡°Si hubiera sabido lo que era el mar, no habr¨ªa salido de casa. No le deseo a nadie el miedo que pas¨¦ en la barca, cre¨ªa que iba a morir¡±.
La Europa humanitaria, la de la mano tendida, se bate en estas aguas frente, o contra, la Europa fortaleza, como si no fueran las dos caras de la misma moneda, la de un drama humano de proporciones b¨ªblicas como en su d¨ªa fue el ?xodo.
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