Apuntes para la reconciliaci¨®n nacional
La sociedad mexicana se edific¨® sobre conceptos de clase constituidos a trav¨¦s de redes clientelares del derecho
"Si hay alguien que no puede ejercer sus derechos a plenitud, lo que yo tengo no son derechos... son privilegios." dice Jos¨¦ Merino en el documental del D¨ªa Despu¨¦s de Diego Luna. El M¨¦xico contempor¨¢neo ha sido construido sobre esta asimetr¨ªa social; el r¨¦gimen priista edific¨® un pa¨ªs donde los derechos se constituyeron como moneda de cambio. La exclusividad en la ostentaci¨®n de un derecho fue regateada a cambio de lealtad, complicidad y obediencia. En ese contexto el derecho se convirti¨® en privilegio, y el privilegio, al ser excepcional, en un coto de poder.
La historia de la desigualdad no se puede contar sin su arquitectura social. La sociedad mexicana se edific¨® sobre conceptos de clase constituidos a trav¨¦s de redes clientelares del derecho. La democracia fue instaurada solo para aquellos dispuestos a orbitar al poder pol¨ªtico y esta desigualdad fue traducida al discurso. El aparato comunicativo del establishment se dedic¨® a promover la cultura de la excepcionalidad. Fue as¨ª que edific¨® una desigualdad narrativa del espacio; constituy¨® cotos y territorios del privilegio y foment¨® traficar y amedrentar con ellos. La prepotencia se presupone como el colmo de la desigualdad: la exigencia al otro de no solo tener que lidiar y tolerar los privilegios de los que ha sido privado sino de aprender a venerarlos.
Esa configuraci¨®n del poder se ha mantenido intacta hasta el d¨ªa de hoy. Ni la alternancia pol¨ªtica ni la restauraci¨®n del r¨¦gimen tuvieron inter¨¦s en alterar el balance del poder. Desde su punto de vista, hacerlo era innecesario y sobre todo contraproducente. El derecho a la justicia, al acceso a la salud, de la misma forma que el derecho a competir en igualdad de condiciones es barajado como un privilegio. Esto agudiza las diferencias econ¨®micas. En los ¨²ltimos 12 a?os, bajo presidencias del PRI y del PAN, los niveles de pobreza han aumentado y el coeficiente Gini que marca la desigualdad pas¨® de 0,46 en 2006 a 0,472 en 2017. Al problema de la repartici¨®n de riqueza le antecede uno de repartici¨®n de derechos.
Los Gobiernos del PRI y el PAN tuvieron oportunidades para transformar el pa¨ªs pero decidieron replicar las formas y estructuras de la desigualdad. En las elecciones de este a?o, han pagado caro su desd¨¦n. Su incapacidad de conectar con el gran electorado se debe a una miop¨ªa social imperdonable. Lo m¨¢s indignante para la sociedad mexicana no es el robo de recursos en s¨ª mismo, sino la noci¨®n de que, pase lo que pase, en M¨¦xico siempre ganan los mismos y pierden casi todos. La derrota del r¨¦gimen lleva ese sello; como si el electorado quisiera hacer ganar a los que nunca se les permiti¨® ganar como una proyecci¨®n de lo que ellos mismos han sido impedidos.
El sexenio de EPN exasper¨® esta frustraci¨®n; entre Ayotzinapa y la Casa Blanca transcurrieron solo unos meses y la narrativa del sexenio qued¨® inscrita en el inconsciente colectivo: el mexicano com¨²n condenado a una fosa mientras que la elite del poder era premiada con mansiones. En el fondo, la contienda electoral de este a?o no se trat¨® de corrupci¨®n o violencia sino de acabar con el tr¨¢fico de privilegios que permiten que un peque?o grupo de mexicanos sean los ¨²nicos que no son afectados por esa corrupci¨®n y violencia.
Los candidatos del r¨¦gimen hicieron caso omiso a esta inquietud; se presentaron coludidos con los mismos de siempre. Anaya rodeado del fracaso de la alternancia y Meade rodeado de lo m¨¢s rapaz de la restauraci¨®n. Anaya present¨® un programa que busc¨® encarar los grandes problemas de corrupci¨®n desde la pol¨ªtica p¨²blica; acad¨¦micamente su planteamiento fue adecuado pero demostr¨® una fuerte ignorancia del sentir p¨²blico. Sus propuestas fueron contrarrestadas por su incapacidad de deshacerse del universo simb¨®lico de la desigualdad; Anaya habl¨® de cambio, pero no pudo cambiarse a s¨ª mismo.
Su personaje fue construido a partir de las referencias al privilegio; idiomas, casas en el extranjero, acceso a tecnolog¨ªa de punta y un entourage pol¨ªtico monopolizado por el hombre blanco en camioneta blindada; parec¨ªa incapaz de entender que el pa¨ªs no era la sala de su casa. Meade se present¨® como un Frankenstein construido con las piezas m¨¢s repudiadas del r¨¦gimen: el tecn¨®crata obediente, el ni?o bien de toda la vida, el ciudadano que se convirti¨® en pri¨ªsta, el fiel servidor del sistema. El mensaje pudo caer bien en algunos segmentos de las clases media-altas, pero fue anticlim¨¢tico para un pa¨ªs que reclama acabar con el mundo que ¨¦l representa. La candidatura de Meade demostr¨® que el r¨¦gimen no entendi¨® las razones de su debacle; la ventana por la que observaban a M¨¦xico siempre fue un espejo.
En ese contexto s¨®lo pod¨ªa ganar un representante de la periferia. Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador entendi¨® mejor que nadie el hartazgo p¨²blico. Su campa?a no se construy¨® en base a propuestas sino a una narrativa de luchas hist¨®ricas. Entendi¨® el sentido ¨¦pico de la elecci¨®n, no se trataba de cambiar al presidente sino de cambiar la historia misma. Su triunfo fue merecido y necesario, pero por el momento ¨²nicamente garantiza una transformaci¨®n en la narrativa y sus s¨ªmbolos, para lograr un cambio en el pa¨ªs requerir¨¢ de pol¨ªticas audaces pero bien planteadas. El primer reto de AMLO es enorme, su gesti¨®n tendr¨¢ que advocar por una reconciliaci¨®n nacional. Esa reconciliaci¨®n no puede ser simplemente ret¨®rica, tiene que estar fundamentada en la construcci¨®n de un piso com¨²n para todos los mexicanos. Acabar con el sistema de privilegios y construir un sistema con base a los derechos y las libertades.
La oposici¨®n tambi¨¦n tiene un rol fundamental que jugar, pero para ello primero tienen que ser meticulosos en su autocr¨ªtica. El triunfo contundente de AMLO fue en gran medida su hechura. Su voracidad, corrupci¨®n e incompetencia construy¨® el escenario perfecto para este triunfo; si no examinan el trasfondo de su derrota perder¨¢n una oportunidad hist¨®rica para reinventarse. Hay otro elemento que a menudo se obvia: en la democracia no hay vencedores ni perdedores absolutos, y mucho de lo que han prometido en campa?a lo pueden cumplir a¨²n desde la oposici¨®n. Quedar¨¢ por verse si su af¨¢n era solo el poder, o si hab¨ªa convicci¨®n detr¨¢s de sus programas.
Por ¨²ltimo, est¨¢ el papel m¨¢s importante de todos, el de la sociedad. El primer reto que tiene es el de su propia transici¨®n de electores a ciudadanos. La sociedad mexicana tiene que asimilar dos aprendizajes hist¨®ricos: entender que ning¨²n pol¨ªtico puede transformar al pa¨ªs por s¨ª solo y no volver a cometer el error de permitirles intentarlo. La falta de contrapesos sociales al poder pol¨ªtico nos ha salido muy caro este sexenio. M¨¦xico necesita una reconciliaci¨®n consigo mismo pero esa reconciliaci¨®n presupone igualdad de condiciones para los mexicanos y la construcci¨®n de una ciudadan¨ªa robusta, diversa y libre. A partir de hoy las banderas deben ser guardadas, el rol de los ciudadanos es asegurarnos de que M¨¦xico pase de ser una sociedad de privilegios a una de derechos.
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