Brasil arranca la campa?a m¨¢s incierta de su historia
Dos mujeres y 11 hombres se disputan la presidencia de la primera potencia latinoamericana en uno de sus peores momentos
Trece personas ¨Conce hombres y dos mujeres¨C se disputan a partir de este jueves la presidencia de la primera potencia latinoamericana en uno de sus peores momentos. La econom¨ªa sigue tambaleante por la peor recesi¨®n de su historia. El escenario pol¨ªtico se encuentra m¨¢s enredado que nunca, tras el juicio pol¨ªtico que desaloj¨® del poder a la ¨²ltima presidenta electa, Dilma Rousseff, y el reciente encarcelamiento de su predecesor, Lula da Silva, que pretende ser candidato desde su celda. Mientras, en las calles, los desencantados expresan cada vez m¨¢s libremente su nostalgia de la dictadura
El Tribunal Electoral de Brasil cierra este mi¨¦rcoles el plazo para recibir inscripciones de candidatos a las elecciones generales de octubre. Habitualmente ser¨ªa un tr¨¢mite m¨¢s en la enorme maquinaria electoral brasile?a; un ¨²ltimo paso antes de decretar, el jueves, el inicio oficial de la campa?a por la presidencia de Brasil, as¨ª como por todos los puestos de la c¨¢mara baja del Congreso, dos tercios del Senado y todos los gobernadores y diputados. Pero no hay nada habitual en estos comicios, los m¨¢s impredecibles que haya visto la democracia del primer pa¨ªs latinoamericano en sus tres d¨¦cadas de edad. Y por eso, hasta una diligencia burocr¨¢tica tan gris llega cargada de intrigas y arrastrando el simbolismo de que con ella se acaba una era.
La principal intriga que resuelve este tr¨¢mite ser¨¢ el fin del ya dilatado pulso entre el expresidente Lula da Silva y el poder judicial. Lula, a la cabeza en las encuestas desde hace dos a?os y en la c¨¢rcel por corrupci¨®n desde hace cuatro meses, deber¨¢ decidir si se atreve a presentar su nombre como candidato tal y como augura su Partido de los Trabajadores (PT). T¨¦cnicamente la ley se lo impide -un candidato no puede estar condenado por la segunda instancia como lo est¨¢ ¨¦l-, pero su famosa tenacidad pol¨ªtica dice lo contrario y su ingreso en prisi¨®n no le ha hecho perder su ventaja en las encuestas.
Si se presenta, se arriesga a que el Tribunal Electoral le vete, a ¨¦l y a su n¨²mero dos en la candidatura, Fernando Haddad, considerado la ¨²nica alternativa que tiene el PT. O sea, un suicidio pol¨ªtico. Pero si no lo hace, consumar¨¢ su derrota ante sus muchos enemigos en los poderes judicial y ejecutivo y ante los millones de brasile?os dispuestos a votarle de nuevo. Otra forma de suicidio.
Sin embargo, el panorama sin Lula es todav¨ªa m¨¢s confuso. No hay otro candidato que despierte las mismas pasiones que el expresidente: quien m¨¢s se acerca es Jair Bolsonaro, un exmilitar de ideas de ultraderecha, como defender la dictadura brasile?a (1964-1985), la tortura y la legalizaci¨®n de las armas. Esto le ha ganado, adem¨¢s de un sinf¨ªn de comparaciones con el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, el 17% de la intenci¨®n de voto de Brasil: un n¨²mero formidable en este panorama. No obstante, Bolsonaro apenas goza de m¨²sculo pol¨ªtico y se mueve principalmente por redes sociales, a las que muchos brasile?os empobrecidos no tienen acceso. Muchos polit¨®logos dan por sentado que esta campa?a, en la que sus rivales dominar¨¢n los medios tradicionales, solo puede perjudicarle.
Algo parecido sucede con Marina Silva, la evangelista que se presenta por tercera vez a la presidencia y a la que no le va mal en las encuestas (10% en la ¨²ltima Datafolha) pero que pertenece a un partido demasiado peque?o como para ganar impulso. No as¨ª el centrista Geraldo Alckmin, que va arrastrando los pies en las encuestas, pero es el favorito de los mercados y quien m¨¢s aliados atrae. Su debilidad: es la encarnaci¨®n del mismo establishment pol¨ªtico que los brasile?os buscan dejar atr¨¢s.
El fin de una era
Quien convenza a la mayor¨ªa de los 147 millones de votantes estar¨¢ al frente de la mayor econom¨ªa de Am¨¦rica Latina (2,2 billones de d¨®lares), pero tambi¨¦n tendr¨¢ en sus manos un gigante que acaba de pasar los peores cuatro a?os de su historia reciente. La econom¨ªa entr¨® en 2014 en la peor recesi¨®n en d¨¦cadas. La clase pol¨ªtica se encuentra catat¨®nica, entre los innumerables juicios del caso Petrobras, el impeachment en 2016 a la ¨²ltima presidenta electa, Dilma Rousseff (del PT) y la mort¨ªfera impopularidad de su sucesor, el presidente Michel Temer, que ha oscilado entre el 5% y el 7% el ¨²ltimo a?o.
Todo este tiempo, Brasil ha sido una potencia descabezada. La mayor¨ªa de sus dirigentes se ha limitado a esperar a la llegada de este d¨ªa, el inicio de esta campa?a, para moverse. Nadie ha querido llegar con las manos sucias. Mientras tanto, sin nadie a los mandos, han bajado los salarios y subido a n¨²meros r¨¦cord los ¨ªndices de la violencia -m¨¢s de 63.000 homicidios al a?o, de unas favelas en guerra constante- y los presos de la c¨¢rceles -725.000 personas, un n¨²mero solo superado por otros dos pa¨ªses en todo el mundo-. El desastre es tal que muchos han perdido el miedo a profesar nostalgia por la dictadura militar (1964-1984). Y Bolsonaro no es el ¨²nico que aspira a reba?ar este sentimiento: en las elecciones que empiezan ahora hay unos cien candidatos con pasado e ideas militares. Un r¨¦cord hasta la fecha para un pa¨ªs donde, en el Latinobar¨®metro del a?o pasado, solo el 13% de los ciudadanos dijeron estar a gusto con su democracia. Es el fin de una era, la interminable cuenta atr¨¢s hasta este momento, pero es solo un d¨ªa m¨¢s en un pais plagado de problemas.
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