As¨ª viven los inmigrantes en una de las ciudades m¨¢s progresistas de EE UU
Takoma Park, la meca de los hippies en los sesenta, se transform¨® en un refugio para los extranjeros. Pero ahora existe la amenaza de que los nuevos vecinos adinerados cambien la identidad de este templo de libertad
Las apariencias enga?an en Takoma Park. El rostro con que la ciudad de Maryland recibe al transe¨²nte comparte los mismos genes que el de centenares de peque?as urbes gestadas por Estados Unidos. Los p¨®rticos descuidados de las casas victorianas, los coches modestos, la librer¨ªa, la barber¨ªa... De repente, un Starbucks. Enfrente, una farmacia CVS. Las ¨²nicas cadenas que irrumpen una atm¨®sfera que no quiso cruzar al tercer milenio. Pero esa fachada esconde la vida de una de las ciudades m¨¢s progresistas del pa¨ªs del norte. Aqu¨ª, justo en la frontera con Washington DC, los indocumentados pueden votar en las elecciones municipales desde 1992. Aqu¨ª, sus cerca de 17.000 habitantes (48% blancos) alardean de vivir en la primera ciudad de EE UU en bajar la edad de votaci¨®n a los 16 a?os. Aqu¨ª, donde todo aparenta ser como antes, lo rutinario es la vanguardia.
Ernesto Campos, salvadore?o de 60 a?os, recorri¨® Estados Unidos de este a oeste durante su juventud. El activista se dedicaba la mitad del a?o a promover la solidaridad internacional con su pueblo durante la guerra civil (1980-1992). Visit¨® innumerables veces Los ?ngeles, Chicago, San Francisco, Nueva York... todas las grandes. Pero cuando finalmente decidi¨® establecerse con su esposa estadounidense, regres¨® a donde habitaban sus mejores recuerdos: Takoma Park. Cuando llegaron hace tres d¨¦cadas, dos miembros de la cooperativa "Takoma Park-Silver Spring Co-op" -a¨²n vigente- llamaron a su puerta y le dieron la bienvenida con una canasta de alimentos y panfletos con informaci¨®n ¨²til. "Recomendaban no cortar el c¨¦sped durante el fin de semana para no entorpecer la paz. Y en caso de no tener cortadora o lo que fuese, hab¨ªa una casa llena de herramientas que pod¨ªas usar y luego devolver", rememora Campos.
El activista tuvo dos hijas que estudiaron en el colegio biling¨¹e de la ciudad y que tras graduarse de universidades for¨¢neas volvieron a su hogar -algo extremadamente inusual en Estados Unidos-. Campos le ten¨ªa aprecio a Takoma porque era ¡°ciudad hermana¡± de la salvadore?a Santa Marta, lo que implicaba intercambios culturales y comerciales entre ellas. Las pol¨ªticas migratorias y el que fuera una zona libre de armas nucleares lo sedujeron. Esto ¨²ltimo significa que la ciudad no hace negocios con compa?¨ªas relacionadas con ese tipo de armamentos. En 2012 tuvieron un problema cuando se dieron cuenta de que los nuevos ordenadores de la biblioteca eran marca Hewlett-Packard, empresa que ha trabajado en programas de arsenal at¨®mico para el gobierno. Los dejaron en sus cajas durante meses hasta que el Consejo Municipal vot¨® que se pod¨ªa hacer una excepci¨®n. Este esp¨ªritu fue el mismo que arrastr¨® desde California a Jenny Stello: ¡°Era una veintea?era y les dije a mi padre que me ven¨ªa a Takoma. No se puso contento porque pensaba que hab¨ªa mucha droga, pero no era as¨ª¡±.
Jenny lleg¨® al ¡°Santuario Nacional para los Inmigrantes¡± en 1988, cuando todav¨ªa conservaba una importante poblaci¨®n de hippies, artistas y profesionales de la salud. La sexagenaria masajista parece atravesar sus 40. Luce una melena casta?a salpicada por algunas canas que le llega a las caderas. Se pasea ¨¢gil por su casa con un vestido rojo floreado que hace juego con el tapiz selv¨¢tico de los sillones. Cada habitaci¨®n parece un museo y cada pieza de la sobrecargada decoraci¨®n tiene una historia: cabezas de mu?ecas calvas en las macetas, l¨¢mparas construidas con botellas de vidrio recogidas del r¨ªo, un enorme cuadro en relieve que emula una vagina¡ Los gatos se pasean por la cocina y ella recuerda las dos veces que estuvo en prisi¨®n por manifestarse contra las armas nucleares. ¡°En esta ciudad si tienes un inter¨¦s por algo, vas a encontrar un grupo de gente que la comparta y se hagan cosas al respecto¡±, sostiene.
Entre las calles de Takoma es dificil encontrar una cuadra sin carteles con leyendas como Black Lives Matter (La vida de los negros importa) o Welcome everybody (Bienvenidos a todos). En el respaldo de una banqueta cerca del mercado crecen racimos de tomillo, or¨¦gano, manzanilla, entre otras hierbas. "Saca lo que necesites", est¨¢ escrito sobre la madera. La manada activista de vecinos y un Consejo Municipal progresista que ha continuado con el legado de Sammy Abbott, el alcalde socialista que gobern¨® a durante casi una d¨¦cada en los 80, ha logrado que los restaurantes entreguen sus alimentos en envases biodegradables, que exista un silo de ma¨ªz como m¨¦todo de calefacci¨®n para los miembros de la cooperativa y que se est¨¦ impulsando que las instalaciones utilicen energ¨ªa e¨®lica.
La amenaza de los nuevos vecinos
Los ciudadanos la llaman ¡°Rep¨²blica Independiente de Takoma Park¡± y es conocida como el Berkeley del Este. Gabi Hilliger y Patricio Dom¨ªnguez son un matrimonio chileno con dos hijos que vivieron siete a?os en Berkeley y que llegaron a Takoma hace un par de meses. Forman parte del nuevo perfil de vecinos que se asientan en la ciudad seducidos por la apertura de sus habitantes pero que cuentan con m¨¢s recursos econ¨®micos que estos. La edad media ha ido en ascenso y los precios de las viviendas se duplicaron en la ¨²ltima d¨¦cada, de 252.500 d¨®lares a 522.200, seg¨²n datos de la Oficina del Censo. ¡°Nos recomendaron irnos a Bethesda -ciudad aleda?a-, donde est¨¢ el instituto Wyngate, al que llaman Whitegate por la poca diversidad. Nos decantamos por Takoma, donde m¨¢s del 50% de los ni?os que van a la guarder¨ªa son afroamericanos¡±, cuenta Gabi.
Jenny Stello considera que las nuevas familias est¨¢n cambiando la identidad de la ciudad porque quieren otras cosas. ¡°Tienen los recursos para instalar aire acondicionado, calefacci¨®n central, quieren restaurantes m¨¢s finos y tiendas a las que ir andando con sus ni?os, algo muy diferente de lo que ha sido siempre Takoma Park¡±. Gabi reconoce que existe esa realidad, pero lo considera parad¨®jico. ¡°Al final, las familias que se vienen a vivir a Takoma la eligen por la identidad m¨¢s progresista y libre, pero a la vez es s¨²per agradable tener un caf¨¦ rico a una distancia que se pueda ir caminando¡±, comenta.
Kate Stewart, alcaldesa independiente de Takoma desde 2015, cre¨® hace dos a?os un grupo de debate con los vecinos para abordar el tema de la vivienda. De esas reuniones surgi¨® el proyecto piloto Homestretch, que busca subsidiar a familias vulnerables en la compra de su primera casa. El presupuesto por persona es de 10.000 d¨®lares y un pr¨¦stamo sin intereses. ¡°Estamos a punto de finalizar un plan estrat¨¦gico. Adem¨¢s, las pol¨ªticas de estabilizaci¨®n de alquileres de la ciudad limitan los aumentos de alquiler y protegen a los inquilinos contra grandes aumentos de la renta¡±, explica Stewart. ¡°Con esto queremos asegurarnos de ser fieles a nuestros valores de inclusi¨®n, equidad racial y diversidad, y esforzarnos por seguir siendo una comunidad acogedora¡±, agrega.
¡°Cuando se vendi¨® una casa por un mill¨®n de d¨®lares, supe que esto hab¨ªa cambiado¡±, dice Jenny, quien es propietaria de su vivienda, la que comparte con tres j¨®venes. El salvadore?o Campos, nost¨¢lgico por la desaparici¨®n de la casa de herramientas, comenta que los vecinos nuevos contratan a alguien para que les corten el c¨¦sped. La alcaldesa intenta calmarlos: ¡°Siempre hemos recibido gente de afuera y lo que hace especial a Takoma Park no son sus casas, sino sus habitantes, maravillosos y diversos. Estamos trabajando para que eso no cambie¡±.
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