Robert Kennedy 1968: el asesinato del icono progresista
?Qu¨¦ hubiera ocurrido en los Estados Unidos con Bobby Kennedy en la Casa Blanca? Nunca lo sabremos
22 de noviembre de 1963, asesinato John F. Kennedy, 46 a?os. 21 de febrero de 1965, asesinato de Malcolm X, l¨ªder de los musulmanes negros, 40 a?os. 4 de abril de 1968, asesinato de Martin Luther King, l¨ªder del movimiento por los derechos civiles, 39 a?os. En apenas un quinquenio, un presidente y dos l¨ªderes sociales hab¨ªan muerto violentamente. El pa¨ªs de la libertad se desangraba en Vietnam y tambi¨¦n en los guetos, campo de batalla de los choques raciales. El pacifismo, la contracultura hippie y los miles de muertos del sudeste asi¨¢tico pon¨ªan en jaque el modo de vida americano.
A¨²n traumatizados por el magnicidio de JFK, los dem¨®cratas hab¨ªan encontrado un gran candidato en su hermano Robert Kennedy para las elecciones de 1968. Todo apuntaba a que iba a ganar las primarias de su partido y, salvo cat¨¢strofe, los comicios de ese a?o.
6 de junio de 1968. Despu¨¦s de vencer en California, un palestino cristiano llamado Sirhan Sirhan le dispar¨® cinco veces. ?El motivo? El apoyo de Kennedy a Israel despu¨¦s de la guerra de los Seis D¨ªas. Bobby ten¨ªa 42 a?os y era el icono de la izquierda liberal. Hoy se cumple medio siglo de ese asesinato, punto de inflexi¨®n de la tragedia pol¨ªtica norteamericana de la d¨¦cada de los sesenta.
Bajito y t¨ªmido, fue un estudiante mediocre y tampoco destac¨® en los deportes. Pas¨® por media docena de colegios, donde apenas dej¨® huella como un tipo solitario y gru?¨®n. Sus hermanos mayores lo llamaban nenaza (sissy) , pero el clan apreciaba dos de sus cualidades: la lealtad y el tes¨®n. Con los a?os, su hermano John confi¨® en ¨¦l y lo tuvo a su lado como consejero. Bobby era extremadamente discreto y nunca dej¨® de admirarle. Solo importaba el ¨¦xito de los Kennedy, una familia capaz de actuar al margen de la ley cuando era necesario. Al fin y al cabo, su padre Joe Kennedy hab¨ªa hecho su fortuna traficando con alcohol durante la prohibici¨®n y especulando durante la Gran Depresi¨®n.
"El asesinato de JFK en Dallas sumi¨® a Bobby en una depresi¨®n"
Las convicciones religiosas y su anticomunismo acercaron a Bobby al senador McCarthy, tambi¨¦n cat¨®lico. McCarthy sol¨ªa visitarles porque era amigo del patriarca y le ofreci¨® trabajar para ¨¦l. Pese a que pronto abandon¨® el equipo, Bobby permaneci¨® en el Senado y consigui¨® entrar en el comit¨¦ que investigaba el control de la mafia en los sindicatos del transporte. De la noche a la ma?ana, se convirti¨® en un personaje nacional por sus feroces interrogatorios a Jimmy Hoffa, el l¨ªder estibador sospechoso de corrupci¨®n. Se trataba de la ofensiva m¨¢s amplia contra el crimen organizado jam¨¢s vista y el implacable Robert Kennedy era el ejecutor.
Abandon¨® el Senado en 1960 para dirigir la campa?a electoral de su hermano contra Nixon y tambi¨¦n una incipiente carrera literaria impulsada por el ¨¦xito de su libro sobre la corrupci¨®n sindical. La ajustad¨ªsima victoria de John Kennedy sobre Nixon (poco m¨¢s de 100.000 votos sobre un censo de 63 millones de votantes) elev¨® a Bobby al cargo de fiscal general, equivalente a ministro de Justicia. En ese puesto orden¨® las escuchas a Luther King y respaldo el plan de la CIA para asesinar a Fidel Castro. Desde entonces, la revoluci¨®n cubana se convirti¨® en una de sus obsesiones.
Durante los trece d¨ªas de la crisis de los misiles de Cuba, en octubre de 1962, Bobby Kennedy jug¨® un papel esencial. Al comienzo, se comport¨® como un halc¨®n alineado con la c¨²pula militar, pero la posibilidad cierta de que estallara una guerra nuclear moder¨® su posici¨®n hasta convertirlo en un negociador. A los 36 a?os, tambi¨¦n Bobby pod¨ªa evolucionar¡ salvo que se tratara de la fidelidad familiar. Esto le hizo cometer errores que luego lamentar¨ªa, como mentir para encubrir la agitada vida nocturna del presidente o enfrentarse al director del FBI, J. Edgar Hoover. Era capaz de justificarlo todo con tal de proteger a su hermano.
" El pensamiento pol¨ªtico de Bobby ten¨ªa un profundo sentido moral"
El asesinato de JFK en Dallas sumi¨® a Bobby en una depresi¨®n. Hab¨ªa dedicado toda su vida a ser su escudero y ahora hab¨ªa muerto. El magnicidio marc¨® un antes y un despu¨¦s en su existencia, replante¨¢ndose profundamente para qu¨¦ estaba en pol¨ªtica. Continuo unos meses como fiscal general, pero sus desavenencias con el nuevo presidente, Lyndon Johnson, le empujaron a dimitir. Al a?o siguiente, se present¨® a senador por Nueva York. Gan¨® el esca?o.
Su campa?a de 1968 para ser candidato presidencial recogi¨® parte del legado de la doctrina de la Nueva Frontera de su hermano (fondos federales para la educaci¨®n, atenci¨®n m¨¦dica para la tercera edad, aceptaci¨®n del d¨¦ficit presupuestario¡) y tambi¨¦n de la Gran Sociedad de Johnson (erradicaci¨®n de la pobreza, fin de la discriminaci¨®n racial, seguros de salud p¨²blicos¡). Para entonces, ya se le consideraba la gran esperanza del Partido Dem¨®crata, literalmente desguazado por su apoyo a la guerra de Vietnam.
Sin embargo, ni por car¨¢cter ni por convicci¨®n se le puede encuadrar en el progresismo cl¨¢sico. Al menos eso afirma el fil¨®sofo Michael Sandel, que acaba de conseguir el Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. El pensamiento pol¨ªtico de Bobby ten¨ªa un profundo sentido moral, lo que le convert¨ªa en m¨¢s conservador que la mayor¨ªa de sus votantes en algunos asuntos. Por ejemplo, en su defensa de la familia o su posicionamiento 'provida'. En otros campos, sin embargo, era mucho m¨¢s radical, como en la extensi¨®n de los derechos civiles o el pacifismo. Esto le permiti¨® conseguir el voto de los universitarios anti-Vietnam junto con el de los obreros industriales o la minor¨ªa negra. ?l se dirig¨ªa al mismo tiempo y con ¨¦xito a los dos extremos de la frustraci¨®n social, lo que le permiti¨® apelar al pa¨ªs con cuestiones muy actuales: la desconfianza hacia el Gobierno, la p¨¦rdida de los valores democr¨¢ticos o la falta de compromiso ciudadano.
"Bobby Kennedy consideraba que pod¨ªa cambiar las cosas y que cada generaci¨®n constru¨ªa su propia historia"
Por otra parte, consider¨® la violencia y el desempleo como problemas c¨ªvicos y no solo de seguridad o econom¨ªa. La delincuencia por ejemplo no supon¨ªa solo una amenaza para las personas y propiedades privadas, sino que deterioraba el espacio p¨²blico, tanto f¨ªsico como social. El paro por su parte romp¨ªa los v¨ªnculos del desempleado con la comunidad al comenzar esta a verlo como improductivo. Esa separaci¨®n dejaba a las personas en manos del mercado y terminaba por deshumanizarlas, debilitando unas comunidades que tardar¨ªan d¨¦cadas en recuperarse. Un discurso socialmente m¨¢s moderno que el de su propio hermano. En pocos a?os, el mundo era diferente.
Bobby Kennedy consideraba que pod¨ªa cambiar las cosas y que cada generaci¨®n constru¨ªa su propia historia. Pensaba sinceramente que no pod¨ªa construirse una nueva sociedad de espaldas a los pobres, los inmigrantes, los negros y latinos. Todas las minor¨ªas, incluidas por supuesto las religiosas, deb¨ªan participar en la construcci¨®n de un futuro mejor. En la presentaci¨®n de su candidatura afirm¨®: ?Este pa¨ªs lleva un rumbo peligroso y me siento en la obligaci¨®n de hacer todo lo que pueda para cambiarlo?.
El cambio que pretend¨ªa Robert Kennedy no lleg¨® porque tres balas acabaron con su vida. Ocurri¨® en el Hotel Ambassador de Los ?ngeles, donde hab¨ªa celebrado la victoria en las primarias de California, estado clave para conseguir la nominaci¨®n. La primera persona en socorrer a Kennedy fue un camarero de 17 a?os de origen mexicano. La fotograf¨ªa que recoge ese instante es un s¨ªmbolo poderoso. A ¨¦l le dirigi¨® sus ¨²ltimas palabras: ??Est¨¢n todos bien??. De inmediato, lleg¨® su esposa Ethel, embarazada del und¨¦cimo hijo. Ella le puso un rosario en las manos.
Robert Kennedy muri¨® en la madrugada del 6 de junio. Nadie volver¨ªa a ejercer una influencia tan profunda sobre un presidente. Sin embargo, la ambici¨®n pol¨ªtica y el peso del poder se hab¨ªan cobrado un precio demasiado alto. ?Qu¨¦ hubiera ocurrido en los Estados Unidos con Bobby Kennedy en la Casa Blanca? Nunca lo sabremos. La ¨²nica certeza es que ning¨²n otro Kennedy volvi¨® a intentar ser presidente.
Ignacio Ur¨ªa es profesor de Historia contempor¨¢nea de la Universidad de Navarra e investigador s¨¦nior del Cuban Studies Institute (Miami, EE UU).
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