Soberanismo y desglobalizaci¨®n avanzan de la mano al precipicio
Una gran coalici¨®n soberanista amaga con hacerse hegem¨®nica
Deber¨ªamos tomar la Diada independentista como una invitaci¨®n a preguntarnos qu¨¦ es aquello por lo que realmente nos estamos peleando. Parafraseando al Marx de El 18 Brumario, vemos c¨®mo en este momento contra-revolucionario, convulso, de des-globalizaci¨®n generalizada ©¤guerras comerciales, identidades cerradas, y cierre de fronteras©¤ vuelven a conjurarse los esp¨ªritus del pasado, tomando prestado los nombres de los muertos y sus ropajes. El fantasma se llama soberan¨ªa, la piedra angular de los Estados-naci¨®n modernos y del orden internacional. Y la ideolog¨ªa de la que se reviste es el soberanismo. De Luis XIV a Marine Le Pen, de las monarqu¨ªas absolutas a las nuevas democracias autoritarias, populismos y nacionalismos del Norte, Sur y Este de Europa: aunque muy diferentes entre s¨ª en valores y programa, todos hablan el mismo idioma. Una gran coalici¨®n soberanista amaga con hacerse hegem¨®nica.
Tal fue el destrozo a la democracia y los derechos sociales causado por la globalizaci¨®n y la crisis, y tales los miedos que ha despertado, que izquierda, derecha y centro, nos machacan con la misma vieja f¨®rmula: soberano es quien decide. Ahora bien, si alguien establece un ¨²nico principio incontestable de autoridad y legitimidad, y un ¨²nico sujeto, sea el pueblo o la naci¨®n, siempre operando en forma de Estado, nos estamos cerrando cualquier salida al problema. Sabemos que al soberanismo no se le puede responder con m¨¢s soberan¨ªa: eso no funciona. Por eso, en lugar de abrir m¨¢s trincheras, es mejor desactivar la ilusi¨®n soberanista. Hay que abrir una conversaci¨®n honesta y en profundidad, en todo el espacio p¨²blico, en Catalu?a, en Espa?a, y en Europa, explorando un lenguaje pol¨ªtico diferente que nos permita transitar hacia una soberan¨ªa compartida. El auge del soberanismo es una pieza de una din¨¢mica m¨¢s amplia de (des)globalizaci¨®n, de ruptura y de reconstrucci¨®n de territorios e identidades, y en ese contexto, poco sentido tiene hablar de ¡°victorias¡± y ¡°derrotas¡±, por m¨¢s que se empe?en algunos. Sobre todo, hay que tener muy clara una cosa: si la globalizaci¨®n carec¨ªa de control pol¨ªtico y democr¨¢tico, esta desglobalizaci¨®n de ahora ©¤reactiva, sin direcci¨®n©¤ tampoco nos sirve: no conduce a m¨¢s democracia ni m¨¢s poder real para la gente, sino a m¨¢s confrontaci¨®n. Soberanismo y desglobalizaci¨®n avanzan as¨ª de la mano al precipicio.
Cabe recordar que el federalismo se invent¨® en parte precisamente para des-dramatizar el juego pol¨ªtico, para ordenar jerarqu¨ªas y competencias, para repartir el poder. Solo se trata de que los estados europeos y sus gobiernos renuncien expresamente al viejo dogma de la soberan¨ªa indivisible. Pero como, de acuerdo con el imperativo democr¨¢tico, eso se tiene que traducir en votos, los l¨ªderes europeos tendr¨ªan que trabajar duro hasta que los dividendos de la prosperidad y de la convivencia respalden ese nuevo sistema de soberan¨ªas entrelazadas. Hoy apenas distinguimos ya en la l¨ªnea del horizonte unos Estados Unidos de Europa. Pero a la espera de una Constituci¨®n Europea, nada deber¨ªa impedirnos revisar en nuestras Constituciones nacionales qu¨¦ significa soberan¨ªa.
Vicente Palacio es Director del Observatorio de Pol¨ªtica Exterior de la Fundaci¨®n Alternativas
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