?Es viable una socialdemocracia latinoamericana?
La crisis venezolana ha sido ariete dial¨¦ctico de la derecha en las elecciones recientes
La izquierda no tiene muy buena prensa en Latinoam¨¦rica ¨²ltimamente. A nadie se le escapa que buena parte de la mala fama es responsabilidad de un delimitado grupo de pa¨ªses, encabezado por la Venezuela de Maduro. La crisis venezolana ha sido ariete dial¨¦ctico de la derecha en las contiendas electorales m¨¢s importantes en lo que llevamos de a?o. Tuvo ¨¦xito en Colombia, donde Petro carg¨® con im¨¢genes muy presentes en la mente de los votantes moderados. Sin embargo, fracas¨® en M¨¦xico: Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador esquiv¨® el dardo apoyado en la divisi¨®n del establishment y en el sistema de elecci¨®n de una sola vuelta. Pero en estos y otros casos, los conservadores enmarcaban el debate de la misma manera: ¡°o nosotros, o el caos¡±. A pesar de ello, una porci¨®n respetable de los electorados latinoamericanos se sigue declarando de izquierda, sea extrema o moderada.
A la luz de estos datos cabe preguntarse si es ¨¦sta una elecci¨®n realmente inevitable en la regi¨®n. ?No hay, acaso, espacio para un centro-izquierda respetuoso con las instituciones democr¨¢ticas? ?Para una socialdemocracia latinoamericana?
Pues esta y no otra es la definici¨®n esencial de socialdemocracia. Ante quien argumenta que se trata de un fen¨®meno hist¨®ricamente irrepetible, producido por la confluencia casi m¨¢gica de factores en la Europa occidental posterior a la II Guerra Mundial, sirve una concepci¨®n desnuda y operativa del t¨¦rmino: socialdem¨®crata es aquel cuyo objetivo pol¨ªtico es la consecuci¨®n de igualdad social y econ¨®mica a trav¨¦s de mecanismos redistributivos que ponen coto al libre mercado sin renunciar a ¨¦ste, y siempre partiendo del respeto (?del fomento!) de la democracia pluralista. Es cierto que la primera condici¨®n (mantenimiento del libre mercado) es dif¨ªcil de mantener en un mundo globalizado, con flujos de bienes, capital y personas desbordando las fronteras dentro de las que, al fin y al cabo, se toman las decisiones. Pero el mayor obst¨¢culo para el desarrollo de una socialdemocracia latinoamericana, el punto d¨¦bil de algunas izquierdas por las que otras han acabado pagando, era y es el respeto a las instituciones democr¨¢ticas.
La ola rosa fue la etiqueta con la que se bautiz¨® el advenimiento de gobiernos de izquierda en la regi¨®n en la pasada d¨¦cada. Un lugar com¨²n en los an¨¢lisis de entonces era la distinci¨®n entre dos grupos bien diferenciados por su relaci¨®n con la democracia pluralista. Por un lado estaban los gobiernos basados en estrategias populistas, de construcci¨®n de mayor¨ªas amplias con propuestas vagas de vuelco a un sistema controlado por una casta, y basados en liderazgos carism¨¢ticos m¨¢s que en partidos articulados. Venezuela, Bolivia y Ecuador eran sus referentes. Pero por otra parte, los ejecutivos de Brasil, Uruguay y sobre todo de Chile eran vistos como de izquierdas, s¨ª, pero carentes de tono populista y personalista. El siguiente gr¨¢fico refleja esta diferencia al recoger la frecuencia de gobiernos de izquierda en los pa¨ªses con sistemas presidencialistas de la regi¨®n, y adem¨¢s los punt¨²a en funci¨®n del nivel de libertad disfrutado en los mismos seg¨²n el ¨ªndice de Freedom House.
A d¨ªa de hoy, s¨®lo un tercio de los gobiernos de izquierda de la regi¨®n reinan sobre pa¨ªses plenamente libres. En el centro y la derecha la proporci¨®n es de la mitad, y no cuenta con ning¨²n caso extremo como Cuba o Venezuela. Esto explica en parte la facilidad de los conservadores para vender?la equivalencia entre izquierda y autoritarismo. Sin embargo, cuando uno echa la vista atr¨¢s, la imagen es mucho m¨¢s mixta. S¨ª: Nicaragua, Guatemala o la misma Venezuela vieron regresiones en libertades bajo gobiernos (autodenominados como) de izquierda. Pero Bolivia sufri¨® sus primeras p¨¦rdidas cuando Evo no hab¨ªa llegado al poder, y Colombia ha tenido vaivenes notables bajo ?lvaro Uribe, ense?a de la derecha regional durante la pasada d¨¦cada. En contraste, tanto Brasil como Chile o incluso la habitualmente denostada Argentina kirchnerista mantuvieron o mejoraron su puntuaci¨®n en el ¨ªndice de libertades mientras la izquierda estaba en el poder.
As¨ª que la respuesta preliminar a la pregunta de si es posible la socialdemocracia en Latinoam¨¦rica es un ¡°s¨ª¡± bastante seguro, anclado en numerosas experiencias que van m¨¢s all¨¢ del tr¨ªo del Cono Sur habitualmente citado, incluyendo a Costa Rica o Panam¨¢. Pero, al mismo tiempo, es un ¡°s¨ª¡± con una adenda: ser¨¢ posible, pero no es inevitable. Porque hay una variable oculta que hace que el debate sobre si la izquierda favorece m¨¢s o menos regresiones en la libertad que la derecha sea un tanto falaz. Es cierto que la discusi¨®n dentro de la izquierda continental es si resulta factible alcanzar cambios notables en redistribuci¨®n a trav¨¦s de instituciones que se consideran cooptadas, controladas por la ¨¦lite: de ah¨ª la estrategia populista. Pero la verdad es que la derecha ha tenido su pol¨¦mica equivalente durante d¨¦cadas: si era posible mantener el orden social sin modificar esas mismas instituciones. Las regresiones democr¨¢ticas producidas por reg¨ªmenes conservadores han venido precisamente de las respuestas extremas a ese dilema. El espejo en el que se miran ambas dudas es el mismo: la eterna cuesti¨®n de si vale la pena permitir que tu enemigo mande sobre ti cuando as¨ª lo dicten las urnas. De ella siempre ha dependido el mantenimiento de la democracia, en cualquier lugar y en cualquier momento.
Por eso no resulta sorprendente que la izquierda y la derecha hayan sido menos regresivas all¨¢ donde los sistemas de partidos plurales est¨¢n m¨¢s establecidos, las instituciones son m¨¢s s¨®lidas, y todo ello redunda en una menor presencia de dudas sobre la democracia. Entre los individuos de izquierda, y entre todos en general.
Queda la enorme duda de qu¨¦ es lo que favorece la solidificaci¨®n de estos factores, pero tambi¨¦n una certeza: la socialdemocracia, igual que el conservadurismo moderado, son perfectamente viables siempre y cuando se produzcan en entornos de competici¨®n pol¨ªtica razonablemente inclusivos y estables. En los que todos esperen que su voz sea escuchada. Si no ahora, s¨ª en la siguiente ronda del juego.
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