Pluma de capa y alas
El escritor Juan Jos¨¦ Arreola cumple este viernes su primer centenario, pero su genio sigue tan campante entre las nuevas generaciones de lectores
Juan Jos¨¦ Arreola cumple este viernes su primer centenario de eternidad tal y como lo cifr¨® Jorge Luis Borges: un hombre que pudo haber nacido en cualquier idioma y en cualquier ¨¦poca. Para nuestra fortuna, Arreola naci¨® en Zapotl¨¢n que ahora llaman Ciudad Guzm¨¢n, en Jalisco y en letras se forj¨® una vida cuya trayectoria acad¨¦mica apenas cumpli¨® con los estudios de primaria (cuando le dec¨ªan ¡°Chivo Loco¡± y hac¨ªa travesuras gal¨¢cticas con su amigo Tom¨¢s Bayod) hasta llegar a dictar c¨¢tedra ¨Cde pin-pon¡ªen la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico, habi¨¦ndose graduado en la Com¨¦die Fran?aise como juglar verbal de la imaginaci¨®n infinita, la que nutre sus textos y abonaba todos sus parlamentos.
Era un hombre encarnado en pluma fuente (de saber e ingenio) que volaba por el mundo con las alas de su capa espa?ola y con los rizos al aire. Hablaba de f¨²tbol como fil¨®sofo sobre el c¨¦sped y se callaba ante el tablero del ajedrez como si meditara el destino del mundo en un enroque o la salida de un pe¨®n. Cuando Borges viaj¨® a M¨¦xico, ¨¦l mismo asegur¨® haber logrado ¡°intercalar uno o dos silencios¡± en la larga conversaci¨®n, m¨¢s bien mon¨®logo, donde Arreola le llen¨® la vista ciega con garigoleos barrocos de magia pura, referencias instant¨¢neas mucho antes de que se inventara la Wikipedia y citas textuales en la yema de los dedos.
?l mismo edit¨® un peque?o volumen para la colecci¨®n FONDO 2000 del Fondo de Cultura Econ¨®mica que me honr¨® en presentar ¨Ccon la presencia del presidente De la Madrid, en medio de ambos¡ªhabi¨¦ndose presentado puntualmente a la hora marcada por la bit¨¢cora siempre apurada de la FIL de Guadalajara, con un botell¨®n de champ¨¢n que tuvimos a bien zamparnos ¨Ccon la presencia del presidente De la Madrid, en medio de ambos¡ªdurante el breve espacio de tiempo que se nos concedi¨® para celebrar cada prodigioso miligramo de su prosa. Arreola el orfebre delicado de las s¨ªlabas, el que nos orientaba con ejercicios pr¨¢cticos de poemas en voz alta, el que condens¨® en un solo volumen la feria entera de su pueblo, chinampinas y loter¨ªas, papel picado y volantines o bien el animalario incre¨ªble de la fauna transformada en su prosa. Era un elegante fantasma de la lectura convertida en palabra paseante, y un duende incansable del sano contagio de las letras.
En alguna otra FIL fuimos a despedirnos de ¨¦l mi maestro Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez y, a pesar de que ya no hablaba, sonre¨ªa con ganas de re¨ªr cuando le confesamos que no lleg¨® con nosotros Al¨ª Chumacero por el simple y genial hecho de que se hab¨ªa desparecido como esfumado de Guadalajara, en brazos de una musa inesperada. En toda ocasi¨®n, al habla o por escrito, Arreola recomendaba libros o ligaba referencias de cine viejo y bueno con todo lo que se conversaba y ese d¨ªa, salimos convencidos de que Al¨ª era como Valentino, quiz¨¢ para distraer la tristeza del adi¨®s.
Sucedi¨® entonces, durante otra FIL, el raro decurso del agua del azar que dict¨® que Vicente Le?ero se fuera de este mundo en un aniversario de la muerte de Arreola; considerando que fueron entra?ables rivales en el ajedrez, podr¨ªa decirse que las musas dictaron tablas. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que Juan Jos¨¦ Arreola es lectura vigente y admirable entre las nuevas generaciones de lectores que quedan imantados al instante con sus relatos intemporales, con la misteriosa paciencia del guardagujas o la estirada elegancia de una jirafa a la mitad de una p¨¢gina. He dejado aparte lo que Arreola sab¨ªa de m¨²sica y c¨®mo recomendaba sinfon¨ªas o incluso melod¨ªas sueltas como ap¨¦ndices al pie de p¨¢gina, cuando hablaba como si se aparecieran pantallas impalpables de eso que hoy llaman hipertexto delante de sus p¨¢rpados, en asociaci¨®n imparable y por eso emociona tanto que sus nietos sean tan buenos m¨²sicos y lleven en sus propias alas el aliento incombustible del entra?able arlequ¨ªn, de capa al viento, que pronunciaba versos como si hablase rumano e hilaba las tramas de historias inventadas con el paisaje en derredor. Un genio que sigue tan campante, as¨ª pasen los siglos, con la garant¨ªa inapelable de que ma?ana mismo surgir¨¢ un nuevo lector de sus magias.
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