El Tribunal Supremo, un instrumento pol¨ªtico en manos conservadoras
Kavanaugh es una de las claves para que Trump pueda sacar adelante su agenda, sobre todo en temas sociales
Los inquilinos de la Casa Blanca cambian, tambi¨¦n el color pol¨ªtico en el Congreso, pero los nueve jueces del Tribunal Supremo resisten a los vaivenes de Washington. Desde la atalaya de sus cargos vitalicios, marcan el rumbo social de Estados Unidos. Fue esta instituci¨®n la que acab¨® con la discriminaci¨®n de los negros en las escuelas, legaliz¨® el aborto y el matrimonio homosexual o permiti¨® el acceso desenfrenado del dinero a las campa?as electorales. Esa losa de responsabilidad se cern¨ªa este jueves sobre el futuro de Brett Kavanaugh, el candidato de Donald Trump a ocupar uno de los nueve sillones de la m¨¢xima autoridad judicial.
Cuatro mujeres han acusado a Kavanaugh de acoso sexual en el pasado. El juez lo niega. Las comparecencias este jueves en el Senado de la primera denunciante, Christine Blasey Ford, y del propio Kavanaugh eran, ante todo, un juicio moral. La cuesti¨®n es si un jurista, acusado de graves delitos y de tener un pasado marcado por la afici¨®n al alcohol y por comportamientos machistas, est¨¢ capacitado para ser el resto de su vida un ¨¢rbitro sobre las decisiones judiciales m¨¢s importantes del pa¨ªs.
Para Trump y los republicanos est¨¢ en juego garantizar la mayor¨ªa conservadora en el Supremo, lo que puede ser determinante en asuntos sociales, como el aborto o la propia agenda del mandatario. Anthony Kennedy, que era el miembro m¨¢s longevo del Supremo, anunci¨® por sorpresa el pasado junio que se jubilaba tras 30 a?os en la instituci¨®n.
Kennedy era uno de los cinco jueces conservadores frente a cuatro progresistas, pero en ocasiones actuaba de p¨¦ndulo: su voto fue clave, por ejemplo, en la legalizaci¨®n del matrimonio homosexual en 2015, en el mantenimiento del derecho al aborto en 1992 y en la decisi¨®n que permiti¨® a los presos de Guant¨¢namo recurrir su situaci¨®n de detenci¨®n indefinida ante los tribunales civiles.
¡°El Supremo est¨¢ en el centro de la pol¨ªtica en la Am¨¦rica contempor¨¢nea¡±, escribe en un correo George C. Edwards, profesor de Ciencias Pol¨ªticas en las universidades de Oxford y Texas A & M. ¡°La persona que se siente en el tribunal es de una gran importancia para los partidarios en ambos lados por el dominio de la pol¨ªtica identitaria y porque el tribunal aborda asuntos como la raza y el g¨¦nero¡±.
La retirada de Kennedy se convirti¨® en una oportunidad de oro para los republicanos: colocar a un juez m¨¢s conservador durante las siguientes d¨¦cadas ahora que el partido ostenta la mayor¨ªa en el Senado. Trump anunci¨® en julio la candidatura para la plaza vacante de Kavanaugh, un juez relativamente joven (53 a?os) que ten¨ªa, en apariencia al menos, un expediente impoluto y experimentado como magistrado de apelaciones y asesor del expresidente George W. Bush.
En lo ideol¨®gico, est¨¢ m¨¢s escorado a la derecha que Kennedy. Sus ideas ¡ªmuy influidas por la religi¨®n y contrarias al aborto¡ª encandilan a los m¨¢s conservadores y alarman a los progresistas, que temen que los avances sociales sufran un retroceso en el Supremo. El objetivo de los republicanos era aprobar la designaci¨®n antes de las elecciones legislativas del 6 de noviembre e idealmente que se incorporara a su puesto el 1 de octubre, cuando arranca el nuevo curso judicial.
Elecciones en noviembre
La aritm¨¦tica es muy n¨ªtida. El partido de Trump corre el riesgo de perder en los comicios su mayor¨ªa en el Senado y, si los dem¨®cratas se hacen con el control del hemiciclo, que se materializar¨ªa en enero, el presidente se ver¨ªa forzado a presentar un candidato m¨¢s moderado al Supremo para lograr los apoyos necesarios para su aprobaci¨®n.
Todo parec¨ªa avanzar seg¨²n la estrategia conservadora hasta el pasado 16 de septiembre, cuando la profesora Ford dio a conocer su identidad y explic¨® el presunto intento de violaci¨®n en una entrevista. La acusaci¨®n forz¨® a los republicanos a autorizar una comparecencia de la denunciante y a posponer la votaci¨®n. Desde entonces, otras tres mujeres han asegurado haber sufrido o presenciado situaciones de abuso sexual por parte del aspirante al Supremo.
Cada vez es m¨¢s dudoso que Kavanaugh logre los apoyos suficientes para salir airoso de la votaci¨®n en el pleno del Senado. Los republicanos tienen una estrecha mayor¨ªa y solo pueden permitirse perder el voto de uno de sus 51 legisladores. La pol¨¦mica recuerda un caso sucedido en 1991, cuando la profesora y abogada Anita Hill acus¨® de abuso sexual a un aspirante al Supremo, Clarence Thomas. Ambos testificaron ante el Senado, pero se acab¨® aprobando la designaci¨®n de Thomas, que sigue en el tribunal.
Si la candidatura de Kavanaugh no prospera, Trump se enfrenta a un problema. Designar a los miembros del Supremo es una de las mayores potestades de un presidente. En 2016, Trump logr¨® convencer a muchos republicanos reticentes de que le votaran al asegurarles que situar¨ªa a un conservador en la vacante que hab¨ªa entonces en el Supremo. As¨ª lo hizo con Neil Gorsuch, que tom¨® posesi¨®n el pasado abril. Ahora, Trump corre el riesgo de sufrir con Kavanaugh una derrota may¨²scula, deslegitimar al Supremo y, en plena era del Me Too, alentar todav¨ªa m¨¢s el voto femenino dem¨®crata en noviembre.
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