Bolsonaro: amenaza ultra en Brasil
Nost¨¢lgico de la dictadura, racista, machista, hom¨®fobo. El l¨ªder de la derecha brasile?a apela al voto de la desesperaci¨®n en un pa¨ªs en crisis
El candidato a la presidencia de Brasil Jair Bolsonaro ha pasado las tres ¨²ltimas semanas de su campa?a sin pisar la calle, recuper¨¢ndose en el hospital de la pu?alada que un perturbado le propici¨® en el abdomen durante un acto electoral el pasado 6 de septiembre. Ha publicado alg¨²n v¨ªdeo en sus redes sociales desde aquel penoso ataque y hasta concedi¨® una entrevista corta a una radio. Pero por lo dem¨¢s ha estado desaparecido.
En la calle, sin embargo, no se ha dejado de hablar de ¨¦l. Al contrario, seg¨²n se acerca la votaci¨®n de la primera vuelta el 7 de octubre, en Brasil se habla de Bolsonaro m¨¢s que nunca. Cada rato alguien recuerda que este ultraderechista, que parec¨ªa el peor candidato imaginable para presidir Brasil, se ha convertido en l¨ªder de las encuestas. Como apenas hay im¨¢genes nuevas, los medios muestran la silueta que sus seguidores llevan en banderas y pegatinas, una que es todo cejas angulosas y peinado de raya a un lado. Sin declaraciones recientes, sus muchos enemigos refrescan una y otra vez la grotesca hemeroteca de este candidato: 27 a?os de barbaridades en el Congreso, tan repetidas y uniformemente ofensivas que cuesta saber cu¨¢l es de hace dos d¨¦cadas y cu¨¢l es reciente. ¡°Yo a usted no la violar¨ªa porque no se lo merece¡± (dicho a una diputada en televisi¨®n en 2003); ¡°La dictadura deber¨ªa haber matado a 30.000 personas m¨¢s, comenzando por el Congreso y el presidente Fernando Henrique Cardoso¡± (1999); ¡°Ser¨ªa incapaz de amar a un hijo homosexual, prefiero que muera en un accidente de coche¡± (2001), o ¡°Un polic¨ªa que no mata no es polic¨ªa¡± (2017).
Y as¨ª, entre que es ubicuo, atemporal y capaz de infundir pavor entre buena parte de la poblaci¨®n, casi se dir¨ªa que, m¨¢s que un hombre, Jair Bolsonaro es un fantasma.
No siempre fue as¨ª. Jair Messias Bolsonaro (S?o Paulo, 1955) sol¨ªa ser considerado un payaso. Hijo de un dentista rural, durante el final de la dictadura militar, en 1985, intent¨® refugiarse en el Ej¨¦rcito, pero fue expulsado a la reserva por conflictivo. De ah¨ª pas¨® a la pol¨ªtica, donde se le tomaba por un paria. Autoritario, antidemocr¨¢tico, machista, racista, hom¨®fobo, defensor de la tortura; un buf¨®n, en fin, para los cuatro nost¨¢lgicos de la dictadura. En el pr¨®spero Brasil de Lula (2003-2011) hab¨ªa pocos perjudicados por el establishment democr¨¢tico y, como todo iba a mejor cada a?o, con suerte dentro de poco no quedar¨ªa ninguno. Bolsonaro y sus cejas picudas y su peinado con raya al lado estaban condenados a ser poco m¨¢s que una an¨¦cdota hist¨®rica.
Aferrado a la est¨¦tica militar, no le gusta que se llame golpe de Estado a la asonada militar de 1964
Pero en lugar de seguir adelante, Brasil se vino abajo. La econom¨ªa colaps¨®. Empezaron a desvelarse casos de corrupci¨®n: miles de millones de reales robados de los fondos p¨²blicos por pol¨ªticos. El pa¨ªs se llen¨® de protestas de izquierda y de derecha. Y en vez de responder, la vieja ¨¦lite us¨® las instituciones para salvar el pescuezo. El Congreso, el Senado, el Supremo Tribunal Federal, el Electoral¡, todas acabaron enfangadas con procesos que buscaban retrasar, si no las investigaciones de corrupci¨®n, al menos sus consecuencias. Todos movi¨¦ndose a velocidades distintas seg¨²n el inter¨¦s. ¡°Nunca nos recuperamos de la desestabilizaci¨®n que ha producido ese mal uso de las instituciones: nos meti¨® en los tiempos dif¨ªciles¡±, lamenta Oscar Vilhena, profesor de Derecho Constitucional de la Fundaci¨®n Get¨²lio Vargas.
La violencia se dispar¨®. En 2017 Brasil bati¨® por tercer a?o consecutivo su propio r¨¦cord de homicidios: 63.880. M¨¢s que algunos pa¨ªses en guerra. Y mientras la naci¨®n entera parec¨ªa arder, aquel payaso del Congreso empez¨® a parecer m¨¢s listo. ?l, que siempre hab¨ªa criticado al statu quo; ¨¦l, que nunca dej¨® de recordar que en la dictadura se viv¨ªa mejor; ¨¦l, que desconfiaba de la izquierda de Lula. ?l era el nuevo hombre con las respuestas. En 2014 fue el diputado m¨¢s votado del Estado de R¨ªo. Ya no era tan payaso.
¡°Bolsonaro representa una cosa profunda que ¨¦l ni imagina¡±, reflexionaba en un mitin en agosto Ciro Gomes, un candidato de centroizquierda de los 12 que van por detr¨¢s de ¨¦l en las encuestas. ¡°Representa la negaci¨®n de la pol¨ªtica y de la democracia, el deseo de prender fuego para ver si vuelve a nacer algo¡±.
Si solo fuese cuesti¨®n de rechazar al establishment actual, a Bolsonaro le habr¨ªa salido m¨¢s de un imitador. Pero al igual que Donald Trump no lleg¨® a la Casa Blanca solo por exprimir el descontento con las ¨¦lites estadounidenses, sino tambi¨¦n tonteando con el racismo oculto de muchos votantes, Bolsonaro tiene tambi¨¦n algo m¨¢s.
Aferrado a la est¨¦tica militar, no le gusta que se llame golpe de Estado a la asonada militar de 1964 en el que las Fuerzas Armadas echaron al presidente electo y se instalaron en el poder. ¡°Ten¨ªamos democracia, lo ¨²nico que no ten¨ªamos eran elecciones¡±, argument¨® a la revista Piau¨ª en 2016. Aquella dictadura dur¨® 20 a?os. Hubo torturas y asesinatos de disidentes, muertos, desaparecidos y vivos llenos de cicatrices. ¡°El error fue torturar y no haber matado m¨¢s¡±, opin¨® Bolsonaro en televisi¨®n.
Encontr¨® una mina. ¡°A diferencia de la dictadura argentina, que se toma como modelo de dictadura latinoamericana, la brasile?a tuvo una propaganda y una censura muy eficaces¡±, alerta Carlos Fico, historiador especializado. ¡°La censura ocultaba la violencia. Y la propaganda vend¨ªa una idea de milagro, la imagen de un pa¨ªs donde todo el mundo era feliz¡±.
La transici¨®n, en 1985, no se atrevi¨® a cuestionarla. ¡°En 1979 se hab¨ªa firmado una ley de amnist¨ªa que exculpaba a los agentes del Estado de cualquier delito contra los derechos humanos. Esa ley fue la cl¨¢usula principal de la transici¨®n. Y ahora una parcela de la poblaci¨®n tiene un recuerdo que no es traum¨¢tico de la dictadura; de que no fue para tanto, de que fue una dictablanda¡±, a?ade Fico.
Bolsonaro ¡ªque goza de la inmunidad que la Constituci¨®n da a los parlamentarios para opinar de casi todo¡ª siempre hab¨ªa hablado de los militares con cari?o. Empez¨® a jugar con la idea de que ellos podr¨ªan contribuir a crear un lugar sin la corrupci¨®n, la violencia ni la pobreza del presente. Prometi¨® legalizar las armas y dar m¨¢s control de la seguridad nacional al Ej¨¦rcito. Eligi¨® a otro exmilitar radical como candidato a vicepresidente. No fue una decisi¨®n al azar: en estas elecciones hay 117 militares buscando puestos en pol¨ªtica. Ese fue el gran descubrimiento de Bolsonaro. Que, como dijo el periodista Demetrio Magnoli, ¡°la idea de que la sociedad civil es una enfermedad degenerativa recurrente y que la salud nacional depende de intervenciones quir¨²rgicas militares est¨¢ grabada en m¨¢rmol en la historia de Brasil¡±.
Bolsonaro nunca fue un diputado muy productivo, pero s¨ª tuvo un momento de gloria en 2011. El Ministerio de Educaci¨®n quer¨ªa distribuir en 6.000 escuelas un kit antihomofobia con cuadernos, libros y v¨ªdeos sobre relaciones homoafectivas. Consigui¨® que se retirasen los v¨ªdeos y que la iniciativa se considerase un fracaso. Pero la verdadera victoria fue otra. Logr¨® la simpat¨ªa de uno de los grupos m¨¢s poderosos del primer pa¨ªs latinoamericano: los evang¨¦licos.
¡°Todos los partidos brasile?os est¨¢n en manos de las grandes Iglesias evang¨¦licas¡±, alerta Bernardo Carvalho, escritor que retrat¨® la vida evang¨¦lica brasile?a en su libro Reprodu??o. ¡°Algunas Iglesias est¨¢n abiertamente en contra de Bolsonaro porque es imposible de conciliar con la ¨¦tica cristiana. Pero hay otras que ya hab¨ªan atacado los derechos individuales, los prejuicios de g¨¦nero, la violencia o las armas, que Bolsonaro quiere legalizar¡±.
En 2016, y pensando ya en su carrera presidencial, el exmilitar, cat¨®lico de toda la vida, se llev¨® a sus hijos al r¨ªo Jord¨¢n, en Israel, y all¨ª un pastor le bautiz¨®. Fue otra de sus grandes transformaciones: de ultranacionalista nost¨¢lgico a fan¨¢tico liberal (lo que le gan¨® el favor de los mercados) a evang¨¦lico. Hoy, esa es la fe de un 26% de los votantes que le apoyan. No siguen con tanta devoci¨®n a nadie m¨¢s.
Hace tiempo que Bolsonaro no crece en las encuestas y sus rivales s¨ª. Sigue siendo el favorito para la primera vuelta, con un 28% de intenci¨®n de voto, y nada impide pensar que as¨ª llegar¨¢ a las elecciones. La segunda vuelta, el 28 de octubre, ya es otra cosa. El rechazo que produce se ha disparado al 46%. El antibolsonarismo es el mayor fen¨®meno pol¨ªtico del momento y esa mayor¨ªa se est¨¢ organizando. Especialmente las mujeres, que le llaman, para evitar nombrarlo, O Coiso (masculino de ¡°la cosa¡±). Hay campa?as contra ¨¦l, marchas multitudinarias. ?l sigue sin poder salir del hospital.
Todo es posible en este pa¨ªs y m¨¢s en esta campa?a. Pero pocos descartan que llegue m¨¢s lejos el viaje de este hijo de dentista por el reverso oscuro de Brasil. A los fantasmas no se les puede atrapar, pero s¨ª se les puede perder el miedo.
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