La cultura viva de las Misiones Jesu¨ªticas de la Chiquitania se conserva en Bolivia
El pa¨ªs andino mantiene en Santa Cruz seis poblaciones reconocidas como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO
Cuatro mujeres de la tercera edad se encuentran paradas, lado a lado, en una de las filas que dividen las bancas de la iglesia de Santa Ana de Velasco. Cada una lleva un velo blanco de tul con flores estampadas, con decorados de encaje y flecos que cuelgan a la altura de sus codos. El textil resalta su tez morena, alumbrada por los ¨²ltimos rayos del sol de la tarde que se filtran por las ventanas. Junto a ellas, que escuchan la misa solemnemente, hay hombres, mujeres y ni?os. El escenario es una parroquia construida a finales del siglo XVII, en el marco de las Misiones Jesu¨ªticas que ten¨ªan el objetivo de fundar reducciones ¨Ccomo se conocen estos pueblos- y evangelizar las tierras del Nuevo Mundo. La comunidad ha sabido mantener la infraestructura c¨®mo era en su fundaci¨®n y la conservan como un patrimonio vivo.
La reducci¨®n jesuita de Santa Ana se encuentra en la regi¨®n de la Chiquitania, al extremo sudeste de Bolivia, en el departamento de Santa Cruz, al igual que otras cinco misiones ¨CSan Jos¨¦ de Chiquitos, Concepci¨®n, San Javier, San Miguel, San Rafael¨C que en 1990 fueron reconocidas como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Las infraestructuras fueron fundadas entre los a?os 1696 y 1760, antes de la expulsi¨®n de los jesuitas en 1768. ¡°Cuando los jesuitas fueron expulsados estos pueblos siguieron conviviendo, conservaron todas las tradiciones y todas sus costumbres hasta la actualidad. Esa es la cultura viva, estos monumentos tan llenos de actividades, tal y como fueron construidos en su origen¡±, explica Marcelo Vargas, director ejecutivo del Plan Misiones.
A diferencia de otros pueblos misionales en pa¨ªses como Paraguay, Brasil o Argentina, estas reducciones han sobrevivido al paso del tiempo gracias a una gesti¨®n integral del patrimonio del Plan Misiones (que incluye a autoridades municipales y departamentales, la iglesia cat¨®lica, el Ministerio de Culturas y Turismo), con el apoyo de la Agencia Espa?ola de Cooperaci¨®n Internacional para el Desarrollo (AECID). ¡°El Plan misiones tiene como objetivo la rehabilitaci¨®n integral de las Misiones Jesu¨ªticas de la Chiquitania para a trav¨¦s de ello generar desarrollo para la misma comunidad y la regi¨®n¡±, afirma Vargas.
El inter¨¦s por la restauraci¨®n de las misiones surge en los a?os cincuenta, detalla el funcionario. Gracias a las gestiones de ciudadanos bolivianos como Pl¨¢cido Molina, se logr¨® que las reducciones fueran primero declaradas Patrimonio Nacional. Las comunidades eran las encargadas del mantenimiento de las misiones. Hasta que en 1972, la iglesia cat¨®lica trajo al arquitecto suizo Hans Roth, cuyo trabajo ¨Cque se extendi¨® por m¨¢s de 25 a?os¨C fue importante para la obtenci¨®n de la declaratoria de la UNESCO.
Tambi¨¦n fue un aporte fundamental la creaci¨®n de la Escuela Taller de la Chiquitania, en la que j¨®venes procedentes de entornos vulnerables reciben formaci¨®n en oficios relacionados con la conservaci¨®n del patrimonio. Bajo la directriz de ¡°aprender haciendo¡±, muchos de sus alumnos y exalumnos contin¨²an contribuyendo a la intervenci¨®n y mantenimiento de las misiones.
Ignacio Ramos es exalumno de la Escuela Taller. Gracias a una beca obtuvo conocimiento sobre restauraci¨®n de bienes inmuebles, tiene un t¨ªtulo avalado por el Ministerio de Educaci¨®n y ahora trabaja independientemente. ?l se considera como un ¡°doctor del patrimonio¡±, lo que le permite ¡°curar¡± cualquier deterioro que pueda presentar.
Madera, murales y m¨²sica barroca
Las construcciones destacan por su estilo barroco mestizo y el uso de materiales naturales de la zona como la madera, que se us¨® en las columnas talladas, los p¨²lpitos y los altares ba?ados en oro, se?ala el coordinador de la AECID en Bolivia, Francisco Sancho. No solo las infraestructuras cautivan a pobladores y visitantes, tambi¨¦n otros atractivos. Como los m¨¢s de 2.000 metros de pintura mural en la Iglesia de San Jos¨¦ de Chiquitos, entre los que se incluye un retrato del rey Fernando VII de Espa?a. Tambi¨¦n est¨¢ un ¨®rgano, que data de 1754, en el que a¨²n se puede escuchar la m¨²sica que emite a trav¨¦s de sus tubos de aire para amenizar las misas en Santa Ana de Velasco.
La relaci¨®n de la m¨²sica entre los jesuitas y los pueblos ind¨ªgenas se ha mantenido como un elemento de cohesi¨®n social desde la ¨¦poca misional hasta la actualidad. Esta cualidad ha permitido a la Chiquitania convertirse en uno de los repositorios de m¨²sica barroca m¨¢s importantes del mundo, con m¨¢s de 3.000 partituras correspondientes a los siglos XVII y XVIII. Muchas de estas obras se interpretan en el Festival Internacional de M¨²sica Barroca, que se realiza desde 1996. ¡°Cuatro siglos despu¨¦s se puede decir que la Chiquitania es una de las regiones m¨¢s mel¨®manas del mundo, donde la m¨²sica barroca sigue tan viva y actual como en el siglo XVIII¡±, describ¨ªa en una de sus columnas en EL PA?S el Nobel peruano Mario Vargas Llosa.
Los seis sitios misionales forman un circuito de 827 kil¨®metros, en el cual el acceso por carretera y a trav¨¦s del tren ha mejorado en los ¨²ltimos a?os, m¨¢s la reciente adici¨®n de un aeropuerto internacional en San Ignacio, otro municipio perteneciente a la Chiquitania. La pregunta que se formulan desde la AECID y el Plan Misiones es c¨®mo rentabilizar tur¨ªsticamente los sitios de inter¨¦s que tienen en la regi¨®n. ¡°Tenemos que pasar a una estrategia de aprovechamiento de esos recursos [sitios patrimoniales], de los retornos que no son para nosotros, sino para las poblaciones, que eso d¨¦ lugar a opciones de empleo, a mejoras de las condiciones de vida y a ingresos familiares¡±, agrega Sancho. El desaf¨ªo est¨¢ en rentabilizar sin que esto signifique el sacrificio y la decadencia de las misiones, apunta Vargas: ¡°La apertura tur¨ªstica hay que hacerla de manera equilibrada para seguir consolidando este patrimonio hacia el futuro¡±.
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