Elecciones en EE UU: mujeres al poder
Nunca en la historia de Estados Unidos se hab¨ªan presentado tantas candidatas a unas elecciones. La gran ola feminista afronta su prueba de fuego: traducir su empuje en poder pol¨ªtico
Las elecciones legislativas que Estados Unidos celebra el 6 de noviembre tienen algo de plebiscito sobre Donald Trump. Al fin y al cabo, los comicios de medio mandato siempre sirven para juzgar a los presidentes. Una lectura m¨¢s elaborada se?ala que es el Partido Dem¨®crata el que se encuentra ante un gran refer¨¦ndum que determinar¨¢ su estrategia futura, e incluso que tambi¨¦n los republicanos medir¨¢n sus fuerzas y podr¨¢n comprobar si, en efecto, se han convertido en el partido de Trump. Pero lo que parece indiscutible es que la gran ola feminista surgida en Estados Unidos se encuentra ante su gran prueba de fuego, su ser o no ser: ha llegado el momento de comprobar si ese empuje que ha desbordado expectativas, traspasado fronteras y hecho correr r¨ªos de tinta se traduce en poder pol¨ªtico. Poder a secas. En estas elecciones se votar¨¢n todos los esca?os del Congreso, 35 de los 100 puestos en el Senado, adem¨¢s se elegir¨¢n 36 gobernadores y la composici¨®n de 87 C¨¢maras estatales. Tambi¨¦n est¨¢n en juego 5 alcald¨ªas, entre ellas, las de San Francisco y Washington DC.
Un par de cifras reflejan c¨®mo la pol¨ªtica sigue siendo cosa de hombres en el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo: solo hay 23 mujeres entre los 100 senadores y 84 entre los 435 congresistas. Pero otra bater¨ªa de n¨²meros refleja que, a falta de terremoto, las placas tect¨®nicas se empiezan a mover irremediablemente: nunca en toda la historia se hab¨ªa concentrado tal n¨²mero de mujeres candidatas como ahora. Seg¨²n los datos de septiembre del Center for American Women de Rutgers, hay 235 que optan a la C¨¢mara de Representantes, lo que bate ampliamente el r¨¦cord de 2016 (167), y 22 se presentan al Senado (el m¨¢ximo anterior era 18 en 2012).
Una sucesi¨®n de hechos, que se combinan en algo parecido a una tormenta perfecta, ha desencadenado esta poco menos que ins¨®lita movilizaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres. Primero, la victoria de Trump a pesar de la filtraci¨®n de un v¨ªdeo en el que presum¨ªa de tocar sin permiso a las mujeres, y la derrota de la primera mujer candidata a presidente por uno de los dos grandes partidos, a pesar de que consigui¨® m¨¢s votos (individuales, no por colegio electoral) que el ganador. La multitudinaria Marcha de las Mujeres, que se celebr¨® al d¨ªa siguiente de la toma de posesi¨®n del republicano, dej¨® claro que el feminismo iba a ser un frente de resistencia clave. Segundo, la irrupci¨®n del movimiento Me Too, a ra¨ªz de las acusaciones hace un a?o de abusos sexuales contra el poderoso productor de cine Harvey Weinstein, que volvi¨® a poner el foco en el desequilibrio de poder. Y por ¨²ltimo, la confirmaci¨®n de un juez conservador acusado de abusos sexuales, Brett Kavanaugh, en el Tribunal Supremo. La ola femenina ante la cita electoral emana esencialmente del Partido Dem¨®crata.
Si hay que buscar una fecha clave, basta preguntar a Emily¡¯s List, uno de los grandes term¨®metros de este fen¨®meno. Esta organizaci¨®n, de corte progresista, se dedica desde 1985 a promover la participaci¨®n femenina en la pol¨ªtica. Tras la victoria de Donald Trump su tel¨¦fono no ha dejado de sonar: 40.000 mujeres contactaron a Emily¡¯s List para expresar su inter¨¦s en presentarse a alg¨²n cargo electo, cuando en todo 2016 no llegaron al millar. As¨ª que no tienen dudas sobre el detonante de esta ola. ¡°Al ver perder a Hillary, cuando era sin duda la mejor candidata por trayectoria, preparaci¨®n¡ Eso sacudi¨® a muchas mujeres estadounidenses, les hizo pensar que tal vez no hab¨ªamos llegado tan lejos como hab¨ªamos cre¨ªdo¡±, opina Vanessa C¨¢rdenas, directora de desarrollo de la organizaci¨®n.
La llama ha prendido entre nuevos perfiles de mujeres. Si la cantera habitual de potenciales candidatas se encontraba entre abogadas, lobistas o herederas de dinast¨ªas pol¨ªticas, explica C¨¢rdenas, ahora hay maestras y activistas que se animan a dar un paso al frente. Y tambi¨¦n camareras. Es el caso de Alexandria Ocasio-Cortez, la mujer de 29 a?os reci¨¦n cumplidos que est¨¢ a punto de convertirse en la congresista m¨¢s joven de Washington, tras haber dado la campanada en las primarias de los dem¨®cratas en Nueva York el pasado junio: arrebat¨® la candidatura del distrito de Bronx-Queens a un pata negra del partido, Joseph Crowley, que llevaba desde 1999 en la C¨¢mara de Representantes. De origen latino, forjada en el activismo de barrio y empleada en una taquer¨ªa de Manhattan hasta apenas dos meses antes de la votaci¨®n, tras su victoria se ha convertido en el m¨¢ximo exponente de la nueva oleada no solo de mujeres, sino de mujeres ajenas al establishment o pertenecientes a lo que a¨²n se consideran minor¨ªas ¨¦tnicas en la multi¨¦tnica Am¨¦rica.
?La cantera de candidatas era de abogadas, 'lobistas' y herederas de sagas pol¨ªticas, pero ahora hay maestras y activistas
Estas son unas elecciones plagadas de potenciales hitos hist¨®ricos. La dem¨®crata Deborah Haaland, de Nuevo M¨¦xico, puede convertirse en la primera ind¨ªgena del Congreso; Rashida Tlaib, de Michigan, en la primera musulmana, y Christine Hallquist, en la primera gobernadora transg¨¦nero de Vermont.
La diversidad que acompa?a este auge femenino supone uno de los principales rasgos diferenciales frente a otros comicios en el pasado en los que las mujeres candidatas cobraron protagonismo. Porque ya hubo un ¡°a?o de las mujeres¡± en el pasado: 1992. E incluso un precedente a este: 1984. Aquel a?o, la congresista Geraldine Ferraro fue elegida como candidata dem¨®crata a la vicepresidencia. Nunca hasta entonces una mujer hab¨ªa ocupado una plaza en el llamado ticket (como se conoce a la pareja de candidatos a presidente y vicepresidente) de los grandes partidos. Aquello elev¨® las expectativas sobre una masiva afluencia de mujeres a las urnas. Ferraro coloc¨® el g¨¦nero en el debate pol¨ªtico y forz¨® a los republicanos a atender asuntos tradicionalmente asociados con los intereses femeninos. Pero el esperado efecto no se produjo: ella y el candidato a presidente, Walter Mondale, no pudieron evitar la arrolladora reelecci¨®n de ?Ronald Reagan.
Rashida Tlaib. Es casi seguro que la palestina-estadounidense ser¨¢ la primera congresista musulmana.
Stacey Abrams. Si logra la victoria en Georgia, ser¨¢ la primera gobernadora afroamericana.
Mikie Sherrill. Piloto de la Armada y abogada, su victoria como congresista por Nueva Jersey lograr¨ªa arrebatar a los republicanos un esca?o que controlan desde hace m¨¢s de una d¨¦cada.
El de 1992 s¨ª supuso un parteaguas. Entr¨® una cifra r¨¦cord de 24 nuevas representantes en la C¨¢mara baja y al Senado llegaron el triple de mujeres de las que ya hab¨ªa. Aquella ola femenina se suele atribuir a la confluencia de una serie de tendencias que ven¨ªan de atr¨¢s y, entre ellas, al final de la Guerra Fr¨ªa, que desvi¨® el foco desde la seguridad nacional hacia territorios tradicionalmente m¨¢s asociados con los intereses de las mujeres como la educaci¨®n, la sanidad, el bienestar social y la econom¨ªa. Hoy, dice C¨¢rdenas, de Emily¡¯s List, el fen¨®meno se alimenta de asuntos pol¨ªticos similares (el seguro m¨¦dico, el cuidado de los padres, de los hijos, las mujeres solas) y, como si fuera un capricho de guionista, se ha disparado con gatillos rematadamente parecidos.
El momento clave de los noventa se dio con la nominaci¨®n por el presidente Bush del muy conservador juez Clarence Thomas para el Supremo. El proceso de su designaci¨®n en el Senado se convirti¨® en un espect¨¢culo nacional cuando una antigua empleada, Anita Hill, le acus¨® de acoso sexual. Aquel comit¨¦ judicial del Senado, formado enteramente por hombres, condujo un despiadado interrogatorio a la demandante, que no pudo evitar que su supuesto acosador ingresara en la m¨¢s alta instancia judicial del pa¨ªs. Fue un revulsivo para muchas. ¡°Qued¨® claro que la infrarrepresentaci¨®n de la mujer era un problema¡±, sostiene Amanda Clayton, profesora de Pol¨ªtica y G¨¦nero en la Universidad de Vanderbilt, Tennessee. ¡°Las mujeres reaccionaron desde el enfado que les produjo comprobar que no ocupaban puestos en los lugares donde se tomaban decisiones. Las similitudes con el momento actual son evidentes¡±, a?ade. Los tres eventos se notaron en las llamadas a las puertas de Emerge, una organizaci¨®n que se dedica a reclutar y formar a candidatas dem¨®cratas. ¡°Hubo muchas llamadas cuando perdi¨® Hillary en 2016, y hubo nuevos picos cuando estall¨® el movimiento Me Too y, m¨¢s recientemente, tras la nominaci¨®n del juez Kavanaugh¡±, explica A¡¯Shanti Gholar, directora pol¨ªtica de la organizaci¨®n. ¡°Muchas mujeres vieron esos episodios como muestras de que no hab¨ªamos llegado lo suficientemente lejos. Han sido tres catalizadores claros¡±.
El Clarence Thomas de 2018 se llama Brett Kavanaugh. Fue nominado por Trump para el Supremo y qued¨® confirmado a primeros de octubre, despu¨¦s de una monumental batalla por las acusaciones de abusos que pesaban sobre ¨¦l. EE UU revivi¨® el caso de Anita Hill. La profesora Christine Blasey Ford, que asegura que Kavanaugh intent¨® violarla hace tres d¨¦cadas, testific¨® durante horas ante unos legisladores mayoritariamente hombres blancos que acabaron por confirmar a Kavanaugh. La pol¨¦mica supuso la politizaci¨®n del Me Too. Conviene recordar que la ola contra el acoso hab¨ªa comenzado poniendo en la diana precisamente al muy progresista Hollywood, e hizo caer a lo largo de todo un a?o a popes de la cultura, la comunicaci¨®n o la pol¨ªtica de toda ideolog¨ªa y pelaje. Con la crisis del Supremo, Trump y los republicanos se?alaron al Me Too como una campa?a de los dem¨®cratas.
Sucede que la fractura de g¨¦nero es cada vez mayor en la pol¨ªtica estadounidense, y eso es uno de los fen¨®menos m¨¢s destacados del momento actual. Las mujeres cada vez m¨¢s votan a los dem¨®cratas, y los hombres, a los republicanos. El g¨¦nero, por tanto, se ha convertido, junto con la raza, la edad y el eje rural-urbano, en uno de los grandes factores que permiten predecir el voto. ¡°Desde hace d¨¦cadas se viene observando esa brecha de g¨¦nero en la pol¨ªtica estadounidense, pero hay evidencia de que en la actualidad es a¨²n mayor¡±, explica Ruth Igielnik, investigadora de la empresa demosc¨®pica Pew Research. ¡°En nuestro ¨²ltimo sondeo, de septiembre, un 58% de mujeres prefer¨ªan candidatos dem¨®cratas frente a un 35%, mientras que un 48% de hombres se decantaban por republicanos frente a un 45%. Resulta adem¨¢s que la percepci¨®n de que la discriminaci¨®n de g¨¦nero es uno de los principales motivos por los que las mujeres est¨¢n infrarrepresentadas en los altos cargos pol¨ªticos est¨¢ el doble de extendida entre los dem¨®cratas (64%) que entre los republicanos (30%)¡±.
Ese aparente distanciamiento de las mujeres respecto al Partido Republicano se refleja tambi¨¦n en la dificultad de esta formaci¨®n para nominar a candidatas. Uno de los motivos de que los republicanos se hayan quedado atr¨¢s en t¨¦rminos de paridad tiene que ver con la reciente radicalizaci¨®n que han experimentado las bases del partido, apunta Susan Carroll, catedr¨¢tica de Ciencias Pol¨ªticas y Estudios de G¨¦nero de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey. ¡°La mayor¨ªa de las mujeres republicanas en cargos electos pertenec¨ªan al ala m¨¢s moderada del partido, y esas mujeres ya no pueden ganar las primarias¡±, explica. ¡°El electorado republicano se ha vuelto tan conservador que los moderados no pueden ganar primarias en la mayor parte del pa¨ªs¡±.
Un an¨¢lisis en The Washington Post sobre las mujeres que han ganando en sus respectivas primarias arrojaba datos elocuentes. De las 184 que lo han logrado sin tener previamente un esca?o ¡ªes decir, derrotando al legislador que buscaba renovar su legislatura¡ª la aplastante mayor¨ªa es dem¨®crata. Entre las 12 que ahora son claras favoritas a lograr alcanzar en las urnas su esca?o, no hay una sola republicana. Entre las 56 candidatas que tienen posibilidades, solo hay una docena del Grand Old Party; y entre las 116 con menos posibilidades, solo 31 compiten por el partido de Trump. Los datos tambi¨¦n plantean la cuesti¨®n de qu¨¦ proporci¨®n de esta oleada de candidatas finalmente triunfar¨¢ en los comicios, y de si realmente lograr¨¢n incrementar la presencia femenina en las C¨¢maras de Washington y en las estatales.
Otra inc¨®gnita, m¨¢s all¨¢ de la noche del 6 de noviembre, es si este paso al frente constituye un fen¨®meno puntual o la consolidaci¨®n de una nueva era, m¨¢s femenina, en la pol¨ªtica estadounidense. En otras palabras: si esto es una reacci¨®n frente a Trump o si Trump solo es un elemento acelerador de una tendencia previa. ¡°La historia nos dice que, una vez que las mujeres entran en los puestos de poder, es dif¨ªcil ver un retroceso¡±, defiende Clayton. ¡°En 1992, por ejemplo, se produjo un gran salto. Despu¨¦s se estabiliz¨®, pero la presencia de mujeres no lleg¨® a retroceder de forma relevante. Creo que suceder¨¢ lo mismo despu¨¦s de estas elecciones. El alto n¨²mero de candidatas se convertir¨¢ en la nueva normalidad¡±.
Una inc¨®gnita es si esta ola constituye un fen¨®meno puntual o la consolidaci¨®n de una nueva era m¨¢s femenina
Algunas tendencias demogr¨¢ficas y sociales alientan este pron¨®stico. Desde hace d¨¦cadas, las mujeres, que constituyen m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n, votan en mayor proporci¨®n que los hombres. Ese ha sido el caso en todas las elecciones presidenciales desde 1980 y en todas las legislativas desde 1984. ¡°Parte de la explicaci¨®n es que el nivel de educaci¨®n de las mujeres ha subido en los ¨²ltimos a?os: hoy las mujeres van m¨¢s a la universidad que los hombres, y la educaci¨®n superior est¨¢ correlacionada con la participaci¨®n electoral¡±, explica Susan Carroll. ¡°Las mujeres, adem¨¢s, se han vuelto m¨¢s independientes de los hombres en la toma de decisiones. Hoy es m¨¢s probable que vivan solas, que sean cabezas de familia. Hay m¨¢s divorciadas, est¨¢n solteras m¨¢s tiempo antes de casarse. Pero el principal factor es el movimiento feminista, que ha conectado la vida de las mujeres con la pol¨ªtica. El feminismo, aunque no todas las mujeres necesariamente se sientan identificadas con ¨¦l, ha influido de manera m¨¢s indirecta al evidenciar que las mujeres tienen algunos intereses diferentes a los de los hombres¡±.
En su ¨²ltimo libro, A Seat at the Table (Un sitio en la mesa), la doctora Carroll ha recogido testimonios de las mujeres que est¨¢n en el Congreso sobre por qu¨¦ consideran que su presencia es importante en las C¨¢maras legislativas. Las mujeres consideran que m¨¢s all¨¢ de abrir el abanico de temas que ser¨ªan tratados o tendr¨ªan prioridad en una C¨¢mara masculina, su presencia aporta un estilo distinto, y m¨¢s productivo, que el de los hombres. ¡°Sienten que ellas est¨¢n m¨¢s preocupadas por los resultados de las pol¨ªticas, que est¨¢n m¨¢s centradas en que las cosas salgan adelante y menos en llevarse el m¨¦rito¡±, explica. ¡°Las congresistas creen que aportan cualidades nuevas al proceso. Que son m¨¢s inclusivas, m¨¢s tendentes al consenso, menos partidistas, m¨¢s capaces de votar con unos u otros. Y, por ¨²ltimo, consideran que su presencia es simb¨®licamente importante para otras mujeres, porque sirve de ejemplo y modelo¡±.
M¨¢s all¨¢ de la cita en las urnas de noviembre, si se mira al horizonte de 2020, cuando EE UU celebrar¨¢ sus elecciones presidenciales, tambi¨¦n cabe pensar que este empuje de las mujeres no se va a evaporar a corto plazo. Elizabeth Warren, senadora dem¨®crata por Massachusetts; Kamala Harris, por California, o Kirsten Gillibrand, por Nueva York, son algunos de los nombres que suenan con m¨¢s fuerza para tratar de evitar un segundo mandato de Trump.
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