El punto de encuentro entre la debilidad de Londres y la fortaleza de la UE
La Uni¨®n del inmediato futuro ser¨¢ inevitablemente menos fuerte sin el Reino Unido. Pero de ninguna manera menos s¨®lida
Lo que se antoja como cercan¨ªa ¨ªntima a la cuadratura del c¨ªrculo no es una soluci¨®n parcheada a la conjunci¨®n de dos presuntas debilidades. No.
M¨¢s bien se pespuntea como una encrucijada particular e irrepetible: entre una debilidad extrema (la de Reino Unido) y una fortaleza sin fisuras (la de la Uni¨®n Europea).
Por un lado, Theresa May es la esforzada superviviente, durante dos eternos a?os, de sus propios desconciertos, de las ruinas morales intestinas de su partido y de la ventajista indecisi¨®n del tr¨¦mulo laborismo opositor.
Y de la ausencia de un liderazgo determinante entre los partidarios de un segundo refer¨¦ndum sobre el Brexit. O mejor, sobre si sus condiciones mejoran (que no lo har¨¢n) la posici¨®n dominante que Londres ostentaba entre los Veintiocho. Algo que habr¨ªa sido l¨®gico para una democracia que no supo preguntar "c¨®mo" quer¨ªan irse de Europa los brit¨¢nicos, una vez establecido el ¡°qu¨¦¡±, la aparente voluntad de irse.
Parad¨®jicamente, May cobra su fuerza de todas esas debilidades, y de las reiteradas traiciones, chantajes, amenazas e impertinencias de sus supuestos fieles, subordinados, compa?eros y amigos. Todos ellos exhiben menor fortaleza, porque ella aguanta, aunque resulte obligado decir que eso es as¨ª de momento, y que nunca puede excluirse un rev¨¦s letal. Y es que no resulta obvio trenzar una conjura entre rivales dom¨¦sticos de tan distinta naturaleza y de peso tan escaso, medido cada uno en una b¨¢scula solitaria.
Al tiempo, haber protagonizado individualmente la negociaci¨®n inclina a los continentales a la teor¨ªa compasiva del torpe conocido antes que el h¨¢bil por descubrir. Los negociadores de Michel Barnier (un astilloso ¡°frenchman¡±, para los quisquillosos supremacistas anglosajones) han destacado en pragmatismo, virtud otrora de la otra parte.
Sin abandonar, claro est¨¢, la firmeza en la defensa de la UE como comunidad de derecho construida sobre cuatro libertades b¨¢sicas, mercado interior integral e igualdad jur¨ªdica de sus socios. Sin desviarse un ¨¢pice de las orientaciones de negociaci¨®n, que por los dem¨¢s hab¨ªan, en buena parte, inspirado.
Ha jugado a su favor una paradoja no inversa, sino complementaria, de la que operaba con May. Todas las debilidades nacionales se conjugaban para hacer aparecer como m¨¢s vulnerable la posici¨®n de la Uni¨®n: el iliberalismo ultra de Polonia y Hungr¨ªa; el neopopulismo ultraderechista/ultraizquierdista de Italia; la marea demag¨®gica contra la inmigraci¨®n; los obst¨¢culos a la profundizaci¨®n del ¨¢rea euro; las tensiones Norte/Sur, Este/Oeste pr¨®speros/emergentes, federalistas/nacionalistas¡
Europa, como dijera Leonardo da Vinci sobre el Mediterr¨¢neo, aparentaba volver as¨ª a ser aquel lugar donde ¡°en cada punto hay divisi¨®n¡±. Pues no. En ese espacio de fisuras y fracturas m¨²ltiples, ha surgido el milagro sostenido de esa extra?a y peculiar comunidad. A la hora de la verdad, ninguno de los socios rompi¨® la unidad de enfoque ni la disciplina diplom¨¢tica. Ninguno cedi¨® a las sirenas seductoras de Albi¨®n. Todos al cabo afirmaron discretamente la conciencia de que las bases m¨¢s fundamentales de su club ¡ªel mercado compartido y el derecho com¨²n que lo posibilita¡ª eran esenciales para cada uno de ellos.
Por eso, sabiendo que faltan millones de detalles sobre la fragua del pacto de principio, puede asegurarse que ni el mercado interior se estrellar¨¢ en fronteras imposibles entre las dos Irlandas; que los pactos previos sobre ciudadan¨ªa y abono de la deuda brit¨¢nica ser¨¢n honrados; que el arbitraje del Tribunal de Luxemburgo y toda la arquitectura jur¨ªdica de esta (imperfecta) democracia plurinacional no sufrir¨¢ abolladuras. Que la Uni¨®n del inmediato futuro ser¨¢ inevitablemente menos fuerte sin el Reino Unido. Pero de ninguna manera menos s¨®lida.
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