M¨¢s de 11 horas torturada sexualmente por soldados de la Marina en M¨¦xico
29 casos de mujeres detenidas, violadas y golpeadas por el Ej¨¦rcito y la Polic¨ªa avivan el debate sobre la decisi¨®n de L¨®pez Obrador de crear un cuerpo militar que se encargue de la seguridad del pa¨ªs
Magdalena Saavedra podr¨ªa haber estado dormida, pero estaba despierta. La noche del 10 de mayo de 2013, en la que alrededor de nueve marinos irrumpieron en su casa de San Luis Potos¨ª y le pusieron una bolsa de pl¨¢stico en la cabeza, se repiti¨® a s¨ª misma varias veces que aquello solo pod¨ªa ser una pesadilla. Pero estaba muy consciente, tanto, que dio gracias a Dios de que su hija, que viv¨ªa con ella, no estuviera ah¨ª. Esa noche del D¨ªa de la Madre la detuvieron, la golpearon, la electrocutaron varias veces y la violaron en grupo, hasta que despu¨¦s de m¨¢s de 11 horas de soportar lo insoportable accedi¨® a firmar una confesi¨®n por la que ha pagado el precio de cinco a?os y medio de c¨¢rcel. Hace unas semanas un juez determin¨® que no hab¨ªa pruebas suficientes para inculparla de todos los cargos: posesi¨®n de armas, tr¨¢fico de drogas y operaci¨®n con recursos de procedencia il¨ªcita. Hoy est¨¢ libre y recuerda en una entrevista a este diario su caso que, junto al de otras 28 mujeres, aviva el debate sobre las violaciones a los derechos humanos de las Fuerzas Armadas, poco despu¨¦s de que L¨®pez Obrador anunciara la creaci¨®n de un nuevo cuerpo militar, la Guardia Nacional, que garantice la seguridad del pa¨ªs.
Todos llevaban la cara cubierta. Mientras registraban su casa y saqueaban sus armarios pens¨® que aquel grupo de hombres eran criminales a los que la ley les hab¨ªa garantizado un fusil. Y la capacidad de someterla sin mostrarle una orden judicial ni explicarle los motivos, respaldados en la estrategia pol¨ªtica de ganar la guerra al narcotr¨¢fico ¡ªun conflicto que todav¨ªa perdura y que ha dejado m¨¢s de 200.000 muertos y decenas de miles de desaparecidos desde 2006¡ª. Supo m¨¢s tarde que eran marinos de la Armada, parte del Ej¨¦rcito mexicano.
La calavera estampada en el pasamonta?as de uno de ellos fue el primer aviso. "La llevaba ah¨ª, sobre la boca", cuenta y, como si lo estuviera viendo, indica con sus manos el lugar exacto donde la tra¨ªa. Despu¨¦s de que por tercera vez le colocaran aquel pl¨¢stico en la cabeza, Magda se desmay¨®. No entend¨ªa por qu¨¦ le estaba ocurriendo algo as¨ª a ella. Madre soltera de tres hijos, que como muchas otras se hab¨ªa buscado la vida vendiendo u?as de acr¨ªlico para sacar adelante a su familia. Ten¨ªa guardada una agenda con las direcciones de sus clientes. Quiso con ello demostrar su inocencia, que no era una peligrosa operadora del cartel del Pac¨ªfico o de los Zetas ¡ªla involucraron con los dos¡ª. Pero, aunque lo supo m¨¢s tarde, aquella libreta les pondr¨ªa en bandeja la esperada confesi¨®n. En una de sus p¨¢ginas estaba se?alada la nueva direcci¨®n de su hija.
La sacaron de su casa con los ojos vendados y descalza. Sus pies fueron los ¨²nicos capaces de identificar los lugares por los que iba pasando: un veh¨ªculo, grava, asfalto, fr¨ªo. La retuvieron en lo que en la jerga militar se conoce como casa de seguridad y ah¨ª comenz¨® el calvario que lleva marcado en el pu?o derecho, en el ombligo, en su frente, en la vagina y en el ¨²tero. Tambi¨¦n en su mirada, nublada por el terror que le produce que un hombre, aunque sea su padre, la toque. En aquella habitaci¨®n, seg¨²n su testimonio certificado por ex¨¢menes m¨¦dicos posteriores, la obligaron a desnudarse de cintura para abajo sobre una silla y le propinaron descargas el¨¦ctricas en diferentes partes del cuerpo ¡ªen las manos, en las orejas, en los pies, en la boca y en la vagina¡ª, le destrozaron la r¨®tula y no dejaron de golpearla con los codos en la cabeza. Cuando pens¨® que se iba a morir, la giraron. Y aquel grupo de soldados la viol¨®. "La sangre me corr¨ªa por las piernas", recuerda.
El caso de Magdalena Saavedra, de 51 a?os, no ha sido el ¨²nico que ha denunciado el Centro Prodh, de referencia nacional en la defensa de los derechos humanos. Otras 28 denuncias similares han puesto de manifiesto las terribles pr¨¢cticas perpetradas por los cuerpos de seguridad del Estado, militares y polic¨ªas, al detener a sospechosas de colaborar con el crimen organizado entre 2006 y 2015. Seg¨²n sus cifras, en 16 de los casos hubo violaci¨®n, en 12 fue tumultuaria. En casi todos, 28, las detenidas fueron abusadas sexualmente, mediante tocamientos y obligadas a desnudarse frente a sus agresores, muchas de ellas se?alan en sus demandas que fueron fotografiadas o grabadas en v¨ªdeo. Adem¨¢s, han registrado una decena de v¨ªctimas de tortura dirigida a los genitales, especialmente mediante descargas el¨¦ctricas.
El informe elaborado por el organismo se?ala la existencia de un patr¨®n com¨²n en estos actos: la detenci¨®n ilegal de las mujeres, sin que se les informe de los motivos; su traslado a instalaciones oficiales o clandestinas de las fuerzas de seguridad, donde son torturadas sexualmente, en la mitad de los casos entre 12 horas y tres d¨ªas; su presentaci¨®n ante el Ministerio P¨²blico (Fiscal¨ªa), "que en la totalidad de los casos omite su deber de certificar e investigar las lesiones" ¡ªlas pruebas m¨¦dicas que las corroboraban se realizaron ya en prisi¨®n¡ª; y un proceso judicial basado en las confesiones obtenidas bajo tortura. El subdirector del Centro Prodh, Santiago Aguirre, ha apuntado que los testimonios "no son aislados" y que dan cuenta de la extensi¨®n de esta pr¨¢ctica durante los a?os de la llamada guerra contra el narcotr¨¢fico. La Comisi¨®n Nacional de Derechos Humanos ha emitido desde 2014 cinco recomendaciones al Ej¨¦rcito por casos de tortura, violencia sexual, detenci¨®n arbitraria, desaparici¨®n forzada y ejecuciones extrajudiciales. La ¨²ltima, de agosto de este a?o, dirigida a la Marina por 17 casos documentados de tortura y 11 de violencia sexual.
En el caso de Saavedra, los militares que la retuvieron durante m¨¢s de 11 horas alegaron que su traslado a una sede clandestina y la tardanza en la puesta a disposici¨®n judicial estaban justificados, pues tem¨ªan un ataque del cartel para recuperar los objetos asegurados y las personas retenidas. Una explicaci¨®n que coincide en otros casos registrados y que responde a las prioridades militares de la lucha contra el crimen organizado. Poco antes de salir de la c¨¢rcel, la comisi¨®n de derechos humanos de la Secretar¨ªa de la Marina quiso atraer su caso y ofrecerle una indemnizaci¨®n de m¨¢s de 100.000 pesos (unos 5.000 d¨®lares), cuenta Saavedra, aunque los rechaz¨®.
Junto a Magda, en habitaciones contiguas, esa noche estaban sufriendo algo similar un hombre y otra mujer. Ella los escuchaba. Recuerda tambi¨¦n que una mujer que se identific¨® como m¨¦dico de la Marina la observ¨® en un descanso de aquella tortura. Despu¨¦s de tomarle la tensi¨®n, le recomend¨® a sus agresores que esperaran un poco antes de continuar. Y continuaron. Entre golpe y descarga, le mostraron la direcci¨®n de su agenda donde se?alaba el lugar en el que se hab¨ªa ido su hija a vivir y la amenazaron con hacerle lo mismo a ella y al resto de su familia. "Yo, por est¨²pida, les di todo", cuenta llena de coraje.
¡ªFirmo lo que quieran.
Aquella confesi¨®n se?alaba que hab¨ªa trabajado como operadora del crimen organizado y a aquel hombre y aquella mujer como sus c¨®mplices. Ese documento fue la prueba fundamental en su proceso y pese a las lesiones registradas por la Fiscal¨ªa ¡ªseg¨²n documenta la denuncia¡ª ning¨²n juez lo desestim¨® hasta cinco a?os y medio m¨¢s tarde. Este mi¨¦rcoles recuerda fuera de prisi¨®n esas m¨¢s de 11 horas de terror: "El dolor era insoportable. La humillaci¨®n... Yo toqu¨¦ la muerte. Pero sobreviv¨ª".
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