La miseria y la violencia oprimen a las misquitas de Nicaragua
En alejadas aldeas del Caribe centroamericano, las ind¨ªgenas sufren un suplicio silencioso afligidas por el crimen organizado, el olvido del Estado y la pobreza extrema
Bilwas Karma es una aldea alejada de todo. Unas cuantas casas levantadas sobre enormes troncos componen esta comunidad del Caribe de Nicaragua azotada por la pobreza, donde los ni?os de vientres hinchados corretean desnudos a la par de perros fam¨¦licos, sin importar el ej¨¦rcito de mosquitos ansiosos de sangre. En una de las casas de madera r¨²stica del poblado Dacy Blexly sufre silenciosamente su pesadilla. Vive amenazada por su esposo, un profesor comunitario, que la culpa porque su hija de 14 a?os result¨® embarazada por una violaci¨®n.
Blexly no habla espa?ol. Cuenta su historia en misquito, una lengua ind¨ªgena que hablan unas 150 mil personas en el norte de Nicaragua y el este de Honduras. De hecho, este territorio es conocido por estos ind¨ªgenas como La Mosquitia y abarca una vasta zona de bosques tropicales y de pinos, extensos r¨ªos y lagos y una amplia sabana. La comunidad est¨¢ a unas seis horas de distancia de Bilwi, la capital de la Regi¨®n Aut¨®noma del Caribe Norte. Para llegar hasta aqu¨ª hay que atravesar una carretera de grava en mal estado, que se convierte en fango durante la ¨¦poca de lluvias, que la hacen imposible de transitar, lo que mantiene aisladas por d¨ªas a las aldeas. Con ayuda de un int¨¦rprete la mujer relata que su hija fue violentada por un hombre de 32 a?os, vecino de la comunidad, aprovech¨¢ndose de que el marido de Blexly impart¨ªa clases en otra aldea.
La ni?a no dijo nada a sus padres, pero ellos comenzaron a notar un cambio en su comportamiento. La adolescente no com¨ªa, casi no hablaba y pasaba los d¨ªas encerrada en la peque?a casa. Fue hasta los cuatro meses, cuando la barriga comenz¨® a crecer, que los padres se alarmaron. La llevaron a una cl¨ªnica comunal y la doctora confirm¨® sus temores. A Blexly la atrap¨® la angustia. Su hija naci¨® con una afecci¨®n card¨ªaca y tambi¨¦n, dice, sufri¨® un derrame. Un embarazo era una condena. La familia acudi¨® a la Polic¨ªa a poner la denuncia, pero a pesar de que oficiales llegaron hasta la aldea para hacer investigaciones, el abusador sigue libre y la violaci¨®n impune.
El padre vio el embarazo de la adolescente como una afrenta personal y culp¨® a la madre. Dej¨® a su familia y Blexly debe lidiar sola con su hija y su nieto, en un lugar donde las mujeres dependen absolutamente de la econom¨ªa y la voluntad de sus maridos. Sin trabajo, sin ingresos ni oportunidades, la mujer teme los d¨ªas cuando su marido se aparece por la casa, borracho, y las amenaza. En una de esas ocasiones lleg¨® blandiendo un machete y dijo que las matar¨ªa. Adem¨¢s, el hombre que abus¨® de su hija tambi¨¦n se pasea con impunidad en la aldea y asegura que les har¨¢ da?o si ellas contin¨²an con las denuncias. "Cuando est¨¢ borracho ¨¦l cuenta a todos que la viol¨®", dice, furiosa, Blexly, que pide a las autoridades que, por lo menos, lo apresen.
Anabel Luther tambi¨¦n pide lo mismo para su exesposo. La joven de 23 a?os habita en Saupuka, otra aldea pobre vecina de Bilwas Karma. En un espa?ol entrecortado Luther cuenta que a los quince a?os mantuvo una relaci¨®n con un hombre mayor. Ella qued¨® embarazada y su padre la oblig¨® a casarse. Fue el inicio de un suplicio. El hombre la maltrataba y en alg¨²n momento lleg¨® a agredirla con tijeras. La joven estaba atrapada en una espiral de violencia que pudo romper cuando tom¨® el valor para dejar a su agresor. Se march¨® con su hijo a casa de sus padres, que decidieron apoyarla para que continuara sus estudios.
Luther estudia en una vieja escuela de la comunidad, construida en 2005, pero que ahora se presenta con los salones sucios, los bancos quebrados, las ventanas con los cristales rotos y las puertas desvencijadas. Es, sin embargo, la ¨²nica oportunidad que tienen decenas de j¨®venes para poder estudiar en estas aldeas. Luther pens¨® que su vida cambiar¨ªa, pero su expareja, Oliver Fedrick Walter, ahora de 34 a?os, la sigue amenazando. "Estoy en un problema grande, porque vivo amenazada, tengo dolor de cabeza, tengo miedo de andar en la calle sola, tengo miedo de salir, porque el hombre me dice que me va a matar", explica, nerviosa, Anabel.
Cada tarde, cuando termina la jornada de estudios, Anabel Luther pide a un grupo de amigas que la acompa?en a su casa, porque ha habido ocasiones cuando el hombre la asalta en el camino y amenaza con matarla. Ella ha puesto denuncias en la Polic¨ªa, pero asegura que no la toman en serio. "Quiero que lo metan preso, que le apliquen la ley, que me deje tranquila, quiero andar libre, pero ¨¦l me maltrata, me dice cosas malas, estoy miedosa". Anabel asegura que al terminar sus estudios viajar¨¢ a Managua, la capital de Nicaragua, para ingresar en la Academia de Polic¨ªa. "Quiero ser antimont¨ªn. Es mi sue?o, voy a hacer eso para que ese hombre no vuelva a amenazarme, para defenderme", sentencia.
Las regiones aut¨®nomas del Caribe forman un vasto territorio de m¨¢s de 59 mil kil¨®metros cuadrados (tan extenso como el estado mexicano de Sinaloa o un poco m¨¢s grande que la comunidad aut¨®noma de Arag¨®n, en Espa?a), con una poblaci¨®n de apenas 650 mil personas. Es una extensa llanura que resguarda 76 ¨¢reas protegidas, entre ellas la mayor¨ªa de las selvas v¨ªrgenes de Nicaragua. Cuando visitamos a inicios de noviembre la parte norte, algunos municipios sufr¨ªan una epidemia de malaria, hab¨ªa varios casos de tuberculosis, el servicio de energ¨ªa se interrump¨ªa hasta por seis horas y faltaba el agua potable. La zona alberga a algunos de los municipios m¨¢s pobres del pa¨ªs y el Estado apenas tiene presencia en algunas regiones, lo que unido a su excelente posici¨®n geogr¨¢fica la convirti¨® en ruta perfecta para el narcotr¨¢fico y otras formas de crimen organizado como la trata de personas.
Jimena tiene 16 a?os y es superviviente de explotaci¨®n sexual. Con una familia de pescadores sumida en la pobreza, la joven acept¨® la oferta de trabajo que una mujer le hizo, con la condici¨®n de que deb¨ªan partir a la paradisiaca Corn Island, enclave tur¨ªstico de las costas del Caribe Sur de Nicaragua. La muchacha acept¨®, pero al llegar a la isla se desat¨® una pesadilla: la mujer la encerr¨® en un complejo de cuartos donde hab¨ªa otras muchachas y la oblig¨® a recibir visitas de hombres. Jimena se neg¨®, por lo que la proxeneta cambi¨® su estrategia. "Un d¨ªa me dijo que me tomara una pastilla, que era buena para m¨ª, para dormir, para estar calmada. Era un Diazepam. Yo me dorm¨ªa y a la ma?ana, cuando me despertaba, ten¨ªa mis partes ¨ªntimas mojadas, a veces ten¨ªa sangre, me dol¨ªan mis partes ¨ªntimas", narra la joven. La mujer comercializ¨® el cuerpo de Jimena por d¨ªas, enga?¨¢ndola con los ansiol¨ªticos, hasta que una amiga de su madre la reconoci¨® en la isla y la salv¨®. "Fue dif¨ªcil olvidar lo que pas¨¦ ah¨ª, pero lo pude superar. Me siento bien con mi familia y no quiero que me pase eso de nuevo. Les digo a las dem¨¢s muchachas que no crean a la gente, las promesas. Todo eso es mentira, porque te prostituyen, te maltratan. Yo pas¨¦ una experiencia que no quiero que otras muchachas pasen", dice la joven.
En estas regiones del Caribe las mujeres enfrentan una dif¨ªcil situaci¨®n por su condici¨®n de mujer, ind¨ªgenas y pobres. Shira Downs trabaja en el Movimiento de Mujeres Nidia White, en Bilwi, una organizaci¨®n que las ayuda a superar la violencia. "La situaci¨®n de violencia en el Caribe Norte es una alerta permanente, porque los casos de violencia contra las ni?as, sobre todo, no paran. A diario tenemos ni?as que sufren abuso sexual, que se encuentran en situaci¨®n de explotaci¨®n sexual, por lo que esto deber¨ªa tener una prioridad colectiva", explica Downs. Aunque trabajan con pocos recursos, su organizaci¨®n atendi¨® en 2017 a 1 585 mujeres v¨ªctimas de maltrato. Hasta noviembre en Nicaragua se reportaban 54 femicidios y una de las regiones con m¨¢s casos era el Caribe Norte. "Se tiene que abordar este problema de inmediato. Estamos en emergencia, porque la violencia contra las mujeres en un problema de salud p¨²blica en Nicaragua", advierte la activista.
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