Christophe Guilluy: ¡°La clase media es vilipendiada, como se ha visto con los ¡®chalecos amarillos¡¯ en Francia¡±
Te¨®rico de la Francia perif¨¦rica, ha fijado el marco que explica muchas tensiones de Occidente hoy
Fracturas francesas. Francia perif¨¦rica. Crep¨²sculo de los de arriba. Los t¨ªtulos de los libros del ge¨®grafo Christophe Guilluy (Montreuil, 1964) y los conceptos que maneja han fijado el marco te¨®rico que explica muchas de las tensiones de la Francia actual y de las democracias occidentales.
La reciente publicaci¨®n de su ¨²ltimo ensayo, No society. El fin de la clase media occidental, coincide con las protestas en Francia del movimiento de los chalecos amarillos. Esta prenda fosforescente, obligatoria en los autom¨®viles, es el emblema de la protesta contra el aumento del precio del carburante y del hartazgo en las provincias, la Francia perif¨¦rica que ¨¦l teoriz¨®. Conversamos con Guilluy en un caf¨¦ cerca de la plaza de la Rep¨²blica, en Par¨ªs, un territorio bob¨®: contracci¨®n de burgu¨¦s y bohemio, esta nueva clase dominante que vive en barrios gentrificados de grandes ciudades es cosmopolita y pol¨ªticamente progresista o liberal.
Pregunta. Si su ¨²ltimo libro fuese una pel¨ªcula de Hollywood, los bob¨®s ser¨ªan los villanos.
Respuesta. No, no son m¨¢s que actores econ¨®micos que aprovechan las l¨®gicas del mercado liberal. No creo en la idea de que haya personas que hayan decidido expulsar a las clases populares de las ciudades. Es el laissez faire del mercado: el neoliberalismo que ha triunfado.
P. Y los bob¨®s, la clase dirigente, han declarado la secesi¨®n, seg¨²n ?usted.
R. Vemos una concentraci¨®n cada vez mayor en los mismos lugares no solo de las ¨¦lites, los ricos, sino de las categor¨ªas superiores que les rodean y que se encuentran en lo que llamo las nuevas ciudadelas en las que se han convertido las grandes metr¨®polis.
P. ?Ya no son solo el 1%, como se dec¨ªa hace unos a?os en referencia al 1% de los m¨¢s ricos?
¡°El laissez faire del mercado ha expulsado a las clases populares de las ciudades¡±
R. Un sistema no aguanta con el 1%, a menos que sea una dictadura. La cosa es m¨¢s sutil. El modelo aguanta porque beneficia a muchas categor¨ªas. El mundo de arriba es vasto, no son solo los ricos. Todo depende de d¨®nde vivas. Puedes vivir en Par¨ªs y tener un salario modesto, pero culturalmente estar integrado en el modelo dominante. El proceso de secesi¨®n se hace casi inconscientemente. Se produce un efecto burbuja: cuando uno pasea por Par¨ªs, Madrid o Nueva York, ve a las mismas personas, tiene las mismas conversaciones. Hoy hay m¨¢s diferencia cultural entre un parisiense y un habitante de la Creuse [en el centro de Francia] que entre un parisiense y un neoyorquino o un barcelon¨¦s.
P. ?Por qu¨¦ es malo que el parisien?se se sienta m¨¢s pr¨®ximo al neoyorquino que al habitante de la Creuse?
R. En s¨ª no es malo. El problema es si tiene consecuencias en cuanto a la representaci¨®n democr¨¢tica. Una democracia es unas clases populares y unas superiores que interact¨²an. Una sociedad sana integra econ¨®micamente a los m¨¢s modestos, los representa pol¨ªticamente y culturalmente los respeta. Ocurr¨ªa en los Treinta Gloriosos [el periodo de prosperidad entre la posguerra mundial y los a?os setenta], un c¨ªrculo virtuoso en el que tanto el obrero como el directivo estaban integrados econ¨®micamente, estaban representados por partidos pol¨ªticos y hab¨ªa un respeto cultural entre estas categor¨ªas. El Partido Comunista consist¨ªa en una base obrera, pero arriba estaban los intelectuales.
P. Los bob¨®s de entonces.
R. S¨ª, salvo que antes hablaban en nombre del pueblo, lo serv¨ªan, lo respetaban. Hoy vivimos este proceso de secesi¨®n y ruptura con una representaci¨®n pol¨ªtica que no responde a las expectativas de las clases populares. Los grandes partidos no se han adaptado a la situaci¨®n social y cultural de las clases populares, la clase media inferior fragilizada por la mundializaci¨®n. En Francia, entre la base electoral de la izquierda o la derecha solo quedan lo que llamo los herederos de la clase media. En la derecha, los jubilados, y en la izquierda, la funci¨®n p¨²blica, categor¨ªas relativamente protegidas de la mundializaci¨®n. Macron gan¨® no solo con los ganadores y con las metr¨®polis, sino con una mayor¨ªa de estos protegidos. Y si cae en los sondeos es porque perjudica a estos electorados. El gran problema es la desaparici¨®n de la clase media en el sentido amplio: el obrero, el empleado y el ejecutivo intermedio. Hoy estas categor¨ªas son m¨¢s fr¨¢giles, viven en territorios en los que se crea poco empleo y no se ven representadas por la oferta pol¨ªtica. Y es vilipendiada, como se ha visto con los chalecos amarillos.
¡°Hoy hay m¨¢s diferencias entre un parisiense y un franc¨¦s del centro del pa¨ªs que con un neoyorquino¡±
P. Quiz¨¢ se les desprecia, pero tambi¨¦n fascinan.
R. Es como si se descubriese la tribu perdida del Amazonas. La paradoja es que la clase media occidental ha desparecido, pero en los pa¨ªses occidentales la mayor¨ªa de personas son obreros, empleados, peque?os asalariados. Durante tiempo cre¨ªmos, al vivir en las grandes metr¨®polis, que Francia se parec¨ªa a las grandes ciudades y que los otros territorios envejec¨ªan y desaparecer¨ªan. La sorpresa del Brexit o de la elecci¨®n de Trump fue el descubrimiento de la tribu perdida. Nos damos cuenta de que estas personas est¨¢n ah¨ª y potencialmente son mayoritarias. No decidieron estar en contra de la mundializaci¨®n, al contrario: siguieron el juego. Y 20 o 30 a?os despu¨¦s constatan que el modelo no les benefici¨®. Hoy han dejado de escuchar al mundo de arriba y usar¨¢n todos los pretextos para expresar el descontento. Existe un desajuste entre una oferta pol¨ªtica que no da respuestas y lo que muchas personas esperan. Los partidos populistas se deslizan en esta brecha. Hacen marketing: se adaptan a la demanda.
P. Macron sac¨® 10 millones de votos m¨¢s que Marine Le Pen. Hillary Clinton, casi 3 millones m¨¢s que Trump. ?No se sobredimensiona la fuerza del populismo?
R. Si ma?ana las clases populares eligiesen a alguien, seguramente no vendr¨ªa de la extrema derecha. Quiz¨¢ ser¨¢ un l¨ªder de izquierda o del centro. Incluso alguien como Macron, en su campa?a hizo populismo con la idea de ruptura. Entre las demandas de las clases populares est¨¢ la cuesti¨®n del trabajo, la regulaci¨®n econ¨®mica y de los flujos migratorios. ?Qui¨¦n podr¨ªa estar en mejor posici¨®n para abordar estos temas? No creo que la extrema derecha. Como se dice en geopol¨ªtica, son los halcones los que hacen la paz. La regulaci¨®n de los flujos migratorios es un tema pol¨¦mico ideol¨®gicamente pero con consenso: en Francia cerca del 70% de la poblaci¨®n, sea cual sea su origen, est¨¢ a favor de regularlo.
P. La inmigraci¨®n est¨¢ regulada.
R. Pero lo que desea la gente es una reducci¨®n de la inmigraci¨®n. Y deben ser las palomas quienes lo hagan, es m¨¢s tranquilizador. Si logramos que los grandes partidos de derecha e izquierda, y especialmente la izquierda, se apropien del tema, se encontrar¨¢ una salida honrosa. Es mejor que lo haga un Macron a una Le Pen.
P. La secesi¨®n de lo que usted llama las ciudadelas no es ineluctable.
R. De la misma manera que una sociedad no puede perdurar si se deja de lado a la mayor¨ªa de las clases populares, no puede funcionar solo con estas porque acaba en la dictadura del proletariado. El mundo de arriba tiene demasiado que perder si no se mueve. Estoy a favor de un aterrizaje suave. Si no lo hace Macron, ser¨¢ alguien con la capacidad de liberarse de su propio campo. La victoria de Trump y Macron es la de los que pensaron en contra de su propio campo. Hay que pensar contra uno mismo. No hay otra soluci¨®n. Si no, iremos al choque.
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