La izquierda no sabe qui¨¦n es
?C¨®mo dejar de solo reaccionar, someti¨¦ndose al ritmo impuesto por la extrema derecha en el poder, y empezar a moverse con consistencia, estrategia y prop¨®sito?
La violencia de los ¨²ltimos a?os, que ha culminado en las elecciones de 2018, le ha tapado los o¨ªdos a lo que podr¨ªa considerarse el otro lado. Los gritos acusaban que no se pod¨ªa votar a Jair Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), tras o¨ªr el discurso de odio que predicaba. Se grit¨® hasta casi acabarse la voz. El hecho es que la mayor¨ªa que escogi¨® a uno de los candidatos escogi¨® a Bolsonaro, ¨¦l result¨® elegido y empez¨® a gobernar desde el d¨ªa siguiente a la segunda vuelta de las elecciones, aunque la investidura solo sea en enero. Desde entonces, o incluso mucho antes, los grupos que se oponen a Bolsonaro se limitan a reaccionar. A cada declaraci¨®n, a cada ministro, a cada indicio de corrupci¨®n, se amontonan m¨¢s gritos. Reaccionar es necesario. Pero solo reaccionar es exhaustivo. Como el espacio p¨²blico est¨¢ saturado de gritos, la reacci¨®n se agota en s¨ª misma. En una ¨¦poca en que se vive de espasmo en espasmo, cada vez m¨¢s r¨¢pidos, lo que parece movimiento a menudo es par¨¢lisis. La par¨¢lisis del tiempo de la velocidad crea la ilusi¨®n de movimiento exactamente porque est¨¢ hecha de espasmos. ?C¨®mo dejar de solo reaccionar y empezar a moverse con consistencia, estrategia y prop¨®sito?
Quiero proponer una conversaci¨®n. O quiz¨¢ dos. La izquierda ha sido demonizada por el grupo de Bolsonaro, del MBL (Movimiento Brasil Libre), de Olavo de Carvalho y otros. Para una parte de la poblaci¨®n, se ha convertido en cualquier cosa que sea mala, sea lo que sea. En el discurso repetitivo y hecho para que se repita, izquierda y comunismo y marxismo se convierten en lo mismo. Y eso en lo que se convierten puede ser cualquier cosa que alguien dice que es mala. La reacci¨®n de los que se identifican con la izquierda es acusar a los que estimulan la falta de entendimiento ¡ªen el sentido de no entender realmente de qu¨¦ tratan los conceptos¡ª de manipuladores y deshonestos. Y a menudo es eso lo que son. Pero si solo fuera eso ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil.
El problema es que se ha vuelto muy dif¨ªcil saber qu¨¦ es la izquierda. Y lo que la izquierda propone que sea claramente diferente de la derecha. El Partido de los Trabajadores (PT) se corrompi¨® en el poder. Es un hecho. Se puede discutir bastante sobre si el PT es un partido de izquierda. Yo, personalmente, creo que fue de izquierda solo hasta que escribi¨® la Carta al Pueblo Brasile?o, durante la campa?a de 2002, donde se comprometi¨® con lo que llaman ¡°mercado¡± a mantener la pol¨ªtica econ¨®mica de su antecesor. Otros encuentran hitos anteriores de ruptura con un ideario de izquierda.
Negar que el PT se corrompi¨® en el poder es casi tan delirante como negar el calentamiento global provocado por la acci¨®n humana
Sin embargo, para el com¨²n de las personas, el PT es un partido de izquierda. No solo lo es, sino que tambi¨¦n fue la principal experiencia de un partido de izquierda en el poder en la historia de la democracia brasile?a. Por lo tanto, no corromperse en el poder, hacer algo diferente a la vieja pol¨ªtica conservadora, ya no es algo que diferencie a la izquierda para la poblaci¨®n. Negar que el PT se corrompi¨® en el poder es casi tan delirante ¡ªo deshonesto¡ª como negar el calentamiento global provocado por la acci¨®n humana.
Garantizar el empleo y los derechos laborales podr¨ªa ser otra diferencia visible, pero el desempleo volvi¨® a crecer y los derechos de los trabajadores se empezaron a recortar durante el gobierno de Dilma Rousseff, la ¨²ltima experiencia que tuvo la poblaci¨®n de un gobierno de izquierdas. La reforma agraria podr¨ªa ser otra diferencia, pero no avanz¨® de forma significativa durante el gobierno de izquierdas. El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que hoy est¨¢ siendo criminalizado por el gobierno de extrema derecha, se domestic¨® cuando el PT estaba en el poder. Lo mismo sucedi¨® con gran parte de los movimientos sociales, que se convirtieron en Gobierno en lugar de seguir siendo movimientos sociales, lo que habr¨ªa sido importante para garantizar la vocaci¨®n de izquierda del partido en el poder. Esta, por cierto, es una historia que tiene que contarse mejor.
Tambi¨¦n en los gobiernos del PT se fortalecieron los lazos con la bancada ruralista, que fue adquiriendo cada vez m¨¢s influencia en el d¨ªa a d¨ªa del poder, y se inici¨® un claro proyecto de desmantelamiento de la Fundaci¨®n Nacional del Ind¨ªgena (Funai). No podemos olvidar ninguna de las palabras que Gleisi Hoffmann, hoy presidenta del PT, utiliz¨® para atacar a la Funai cuando era ministra de la Casa Civil de Dilma Rousseff, como tampoco podemos olvidar ninguna de las palabras de la ruralista K¨¢tia Abreu, ministra de Agricultura de Dilma, sobre las tierras ind¨ªgenas.
Cabe recordar que, seg¨²n la Constituci¨®n de 1988, las tierras ind¨ªgenas son p¨²blicas, del dominio de la Federaci¨®n, pero de usufructo exclusivo de los ind¨ªgenas. Toda la articulaci¨®n para debilitar a la Funai, hasta hoy, entre otras acciones, tiene como objetivo cambiar la Constituci¨®n y permitir que las tierras ind¨ªgenas puedan explotarse y estar al alcance de beneficios privados.
Lula lleg¨® a decir, en 2006, que los ambientalistas, los ind¨ªgenas, los quilombolas (descendientes de esclavos rebeldes) y la Fiscal¨ªa eran trabas para el crecimiento del pa¨ªs. Dilma fue la presidenta que menos tierras ind¨ªgenas demarc¨®. La ley antiterrorista, que puede empeorarse y utilizarse para criminalizar activistas y movimientos sociales en el gobierno de Bolsonaro, la sancion¨® ella. Ninguna de estas acciones y omisiones puede relacionarse con un ideario de izquierda, por lo menos de una izquierda que merezca ese nombre.
Los gobiernos de Lula y Dilma reeditaron en la Amazonia una versi¨®n de las grandes obras de la dictadura militar, con hidroel¨¦ctricas como las de Jirau y Santo Ant?nio, en el r¨ªo Madeira, construidas cuando Marina Silva todav¨ªa era ministra de Medio Ambiente; la de Teles Pires, en el r¨ªo Teles Pires; y la de Belo Monte, en el r¨ªo Xing¨². Y no hay (todav¨ªa) hidroel¨¦ctricas en el r¨ªo Tapaj¨®s debido a la resistencia del pueblo ind¨ªgena Munduruku y de los ribere?os de Montanha-Mangabal. El complejo hidroel¨¦ctrico en el Tapaj¨®s se ha suspendido temporalmente tambi¨¦n por la debilitaci¨®n del gobierno durante el proceso de destituci¨®n de Dilma Rousseff, por la desestabilizaci¨®n de las constructoras por la Operaci¨®n Lava Jato y por la desaceleraci¨®n de las exportaciones de materias primas a China.
Durante los gobiernos del PT, se expulsaron comunidades urbanas pobres de sus casas para hacer obras infladas para el Mundial y las Olimp¨ªadas; de la misma forma, se arrancaron pueblos de la selva de sus islas y m¨¢rgenes para construir las hidroel¨¦ctricas. Tambi¨¦n durante los gobiernos del PT se utiliz¨® la Fuerza Nacional para reprimir la huelga de trabajadores en la construcci¨®n de Belo Monte y tambi¨¦n para reprimir las protestas de la poblaci¨®n afectada contra la hidroel¨¦ctrica.
Con relaci¨®n al enfrentamiento a las drogas, el gobierno de Lula empeor¨® todav¨ªa m¨¢s los problemas. La llamada Ley de Drogas, sancionada en 2006, est¨¢ considerada como una de las causas del aumento del encarcelamiento de j¨®venes negros y mujeres por porte de pequenas cantidades de sustancias prohibidas. Adem¨¢s de acentuar el horror del sistema carcelario brasile?o, tambi¨¦n fortaleci¨® la desastrosa pol¨ªtica de ¡°guerra a las drogas¡±, comprobadamente fallida. Brasil perdi¨® la oportunidad hist¨®rica de alinearse a pol¨ªticas p¨²blicas m¨¢s eficientes que ya se han probado en otros pa¨ªses del mundo.
Al final del gobierno de Dilma Rousseff, incluso los mejores proyectos construidos en los gobiernos del PT, los que eran claramente de izquierda, como los del ¨¢rea de la salud mental, empezaron a desmantelarse para intentar salvar a la presidenta de la destituci¨®n. Espero que nadie haya olvidado que las salas de la Coordinaci¨®n de Salud Mental, Alcohol y otras Drogas del Ministerio de Sanidad las ocuparon pacientes y trabajadores de la red p¨²blica para protestar contra el nombramiento del director de un manicomio para que ocupara el cargo. La lucha antimanicomial es claramente una bandera vinculada a la izquierda.
Si la izquierda quiere moverse, tiene que enfrentar las contradicciones del PT en el poder
La lista sigue. Pero creo que ya es suficiente para exponer lo que creo que es importante afirmar si queremos entender este momento tan delicado. De ninguna forma entiendo que el gobierno del PT fue igual que los anteriores, y mucho menos creo que se parezca al gobierno de extrema derecha que ya ha empezado.
El avance en las cuotas raciales, la ampliaci¨®n del acceso a la ense?anza superior, la expansi¨®n del programa social Bolsa Familia, el aumento real del salario m¨ªnimo, la consecuente reducci¨®n de la miseria y de la pobreza cambiaron el pa¨ªs. Ya he escrito bastante sobre esto y me he posicionado con bastante claridad en estas elecciones. Pero no podemos esquivar las contradicciones. Hay que caminar con ellas y enfrentar las complejidades si la izquierda quiere moverse, y no solo reaccionar y reaccionar. Y reaccionar de nuevo.
Lo que afirmo es que la ¨²ltima ¡ªy en cierto modo la ¨²nica¡ª experiencia de izquierda que marca la memoria de la poblaci¨®n la construyeron los gobiernos del PT. Y es que las diferencias no son suficientes para que la poblaci¨®n pueda comprender un proyecto de izquierda. Como el cerebro humano en general recuerda lo ¨²ltimo que sucede y lo vuelve totalizante, la diferencia entre un gobierno de izquierda y cualquier otro todav¨ªa se vuelve m¨¢s nebulosa. Es posible que, en el futuro, cuando el pasado est¨¦ m¨¢s distante, los a?os de Lula adquieran tonos de nostalgia.
Pero ahora no. Los a?os en que la vida mejor¨® por determinadas pol¨ªticas p¨²blicas los van borrando las dificultades inmediatas en un pa¨ªs formado, en su mayor¨ªa, por supervivientes que tienen miedo de perder lo que todav¨ªa tienen. La victoria de Fernando Haddad (PT) sobre Bolsonaro en el Nordeste muestra justamente que, en los estados m¨¢s pobres del pa¨ªs, la mayor¨ªa entend¨ªa muy claramente cu¨¢l era la diferencia. Pero esa diferencia, marcada por pol¨ªticas p¨²blicas como el Bolsa Familia, no tuvo el mismo impacto en las dem¨¢s regiones de un pa¨ªs gigante, desigual y culturalmente diverso.
Esa es una de las claves para entender por qu¨¦ Lula ocupaba un primer lugar distanciado en los sondeos preelectorales para la presidencia, en 2018, antes de que el poder judicial vetara su candidatura, y tambi¨¦n indica algo importante. El Brasil lleno de potencia de la primera d¨¦cada del siglo est¨¢ ¨ªntimamente relacionado a la figura de Lula, que termin¨® la segunda legislatura con casi el 90% de aprobaci¨®n, y no est¨¢ relacionado ¡ªo lo est¨¢ mucho menos¡ª al PT y a la izquierda. Tampoco en esta cuesti¨®n es diferente de la extrema derecha populista.
Haber tratado a los electores como adultos infantilizados ¡ªy no como ciudadanos emancipados¡ª les est¨¢ costando caro ahora al PT y a toda la izquierda
La relaci¨®n de Lula con los electores, especialmente a partir de la segunda legislatura, fue populista y paternalista. A los electores no se les trataba como a ciudadanos aut¨®nomos, que confer¨ªan al gobernante un mandato de poder temporal, que vigilar¨ªan rigurosamente, sino como a hijos que un padre afectuoso complac¨ªa. A Dilma tambi¨¦n se la present¨® en sus primeras elecciones como la ¡°madre del Plan de Aceleraci¨®n del Crecimiento¡± o la ¡°madre de los pobres¡±, aunque no funcionara gracias a la incomodidad encomiable que sent¨ªa en el papel.
Haber tratado a los electores como adultos infantilizados ¡ªy no como ciudadanos emancipados¡ª les est¨¢ costando caro ahora al PT y a toda la izquierda. El PT tiene gran responsabilidad en haber convertido derechos en concesiones o favores en el imaginario popular, lo que marca lo peor de la pol¨ªtica.
Por lo tanto, no me parece que la demonizaci¨®n de la izquierda se produzca solo por la manipulaci¨®n que articula la extrema derecha y como resultado de la ignorancia de gran parte de la poblaci¨®n sobre conceptos b¨¢sicos. En parte, s¨ª. Pero hay algo concreto, factual y leg¨ªtimo, aunque no siempre claro, en la reacci¨®n de parte de la poblaci¨®n contra la izquierda. Si no consigues ver la diferencia entre un proyecto y otro y tu vida est¨¢ mal, el culpable es quien estaba en el gobierno. Y el PT estuvo en el gobierno durante m¨¢s de 13 a?os. Si no consigues ver la diferencia, ¡°izquierda¡± es el nombre de todo lo que odias.
Es obvio que este sentimiento est¨¢ manipulado por grupos que disputan el poder, pero eso no significa que no haya fundamento, experiencia y racionalidad en esa interpretaci¨®n. Todos tienen derecho a querer una vida mejor y todos saben la vida que tienen.
La elecci¨®n de Bolsonaro mostr¨® que la izquierda no convenci¨® a la mayor¨ªa de los electores de que puede mejorar su vida. Por lo que mucha gente prefiri¨® intentar algo extremo, porque el desamparo es grande. Y como la vida en Brasil est¨¢ realmente mal, es cat¨¢rtico poder culpar a alguien de toda la mierda de tu d¨ªa a d¨ªa, y tambi¨¦n de la inmensa sensaci¨®n de fracaso e inseguridad. La izquierda ¡ªo el ¡°comunismo¡± o el ¡°marxismo¡±¡ª se ha convertido en este nombre para todo lo malo, ya que no se sabe qu¨¦ propone de hecho.
Cuando se le exige una autocr¨ªtica al PT es exactamente porque, sin ella, no es solo el PT que no avanza, sino todo el campo de la izquierda que se ha identificado con el PT, con o sin raz¨®n. Como el PT utiliza inn¨²meras justificaciones para no hacer autocr¨ªtica, lo que me parece no solo una falta de respeto con los electores sino tambi¨¦n una tremenda equivocaci¨®n pol¨ªtica, nada avanza. Si no puedes hablar sobre tus errores, y todos han visto que te has equivocado, ?c¨®mo van a creer en tus aciertos?
Como el PT es la experiencia de izquierda que la poblaci¨®n ha vivido, la autocr¨ªtica es fundamental para que la izquierda pueda construir otro proyecto para el pa¨ªs
La credibilidad tambi¨¦n se construye con la dignidad de asumir los errores cometidos y de respetar lo suficiente el voto de quien te ha elegido para debatir tus errores p¨²blicamente. Cuando insisto en la autocr¨ªtica del PT, no estoy preocupada con el futuro del partido, sino con la necesidad de que la izquierda sea capaz de crear un proyecto que muestre su diferencia. Como el PT es la experiencia de izquierda que la poblaci¨®n ha vivido, la autocr¨ªtica es fundamental para que la izquierda pueda construir otro proyecto. Autocr¨ªtica no como expiaci¨®n cristiana, sino como deber democr¨¢tico, compromiso p¨²blico con el p¨²blico.
A principios de diciembre, durante una charla en la Universidad de Londres, la activista Bianca Jagger afirm¨® que el movimiento que enfrenta la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua no es de izquierdas o de derechas. Los manifestantes, muchos estudiantes, ¡°walk for life¡±. Esta es posiblemente la interpretaci¨®n precisa de la activista sobre los movimientos que se caracterizan por no estar marcados por una cohesi¨®n ideol¨®gica. Pero tambi¨¦n es una respuesta a la estrategia de los que apoyan el r¨¦gimen de opresi¨®n.
Daniel Ortega y Rosario Murillo, su mujer y vicepresidente, al igual que sus partidarios y parte de la izquierda mundial, intentan vender a la opini¨®n p¨²blica internacional la idea de que Ortega est¨¢ siendo atacado por un complot de derechas. El problema de la teor¨ªa conspiratoria es que Ortega ya no se parece ni remotamente a un proyecto de izquierda desde hace a?os. Pero esa parte de la izquierda, corro¨ªda y obsoleta, finge que no lo sabe e insiste en driblar los hechos porque manchan a sus h¨¦roes y sus revoluciones.
Las dictaduras de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en Nicaragua, y de Nicol¨¢s Maduro, en Venezuela, ayudan bastante a que se borren las diferencias entre izquierda y derecha. Hace muchos a?os que Ortega traicion¨® la revoluci¨®n sandinista y cualquier ideario de izquierda y est¨¢ fuertemente conectado a lo peor de la derecha. De la misma forma, a Maduro no se le puede considerar un dem¨®crata de izquierda por varias razones, como matar y arrestar a los opositores de un r¨¦gimen que hace mucho que dej¨® de ser una democracia.
Hay que superar esta izquierda podrida, que muere abrazada a dictadores y no consigue admitir que se corrompi¨®
Parte de la izquierda mundial, de los partidos y de los intelectuales que se autodenominan de izquierda, sin embargo, simplemente ignora los hechos o tuerce las evidencias para defender lo indefendible. ?C¨®mo se puede afirmar luego que es la poblaci¨®n la que es ignorante y no sabe entender la diferencia entre izquierda y derecha? Si la izquierda no se hace respetar, no merece respeto. Hay que superar esta izquierda podrida, que muere abrazada a dictadores y no consigue admitir que se corrompi¨®. Esta izquierda que ya no lo es molesta a la izquierda que quiere serlo.
Hay mucha gente, de diferentes matices ideol¨®gicos, que defiende que ¡°esto de izquierda y derecha se ha acabado¡±. No es mi posici¨®n. Al contrario. Creo que es m¨¢s urgente que nunca que se cree un proyecto de izquierda para Brasil, una visi¨®n de izquierda para uno de los pa¨ªses m¨¢s culturalmente diversos del mundo. Un proyecto creado con los varios pueblos brasile?os, porque una de las diferencias de la izquierda es crear conjuntamente, como lo hizo el PT un lejano d¨ªa con el presupuesto participativo de ciudades como Porto Alegre.
En un art¨ªculo en el peri¨®dico The Intercept, la cient¨ªfica social y antrop¨®loga Rosana Pinheiro-Machado escribi¨® sobre lo que denomina ¡°revueltas ambiguas¡±. Las que no se definir¨ªan por estar alineadas con la izquierda o la derecha, como sucedi¨® en las manifestaciones de 2013 en Brasil, en la huelga de camioneros en 2018 y como sucede ahora con los ¡°chalecos amarillos¡± en Francia. Intentar etiquetarlas como de derecha o izquierda es un error:
¡°Fruto de la crisis econ¨®mica de 2007 y 2008, las revueltas ambiguas son un fen¨®meno que lleg¨® para quedarse. Son una respuesta inmediata de la intensificaci¨®n de la austeridad del neoliberalismo del siglo XXI, marcado por la creciente captura de los estados y de las democracias por parte de las grandes corporaciones. Si el neoliberalismo flexibiliza las relaciones de trabajo y, consecuentemente, las formas de hacer pol¨ªtica sindical, actuando como una m¨¢quina de moler colectividades, desdemocratizar, desagregar e individualizar, las protestas del precariado tienden a ser desorganizadas, ya que la esfera de politizaci¨®n deja de ser el trabajo y se establece de forma descentralizada en las redes sociales. Las protestas suceden m¨¢s como riots (motines) para llamar la atenci¨®n. Nacen, muchas veces, de forma espont¨¢nea y contagiosa, sin una gran planificaci¨®n centralizada y estrat¨¦gica, y expresan un gran sentimiento de indignaci¨®n contra algo concreto vivido en un d¨ªa a d¨ªa marcado por dificultades. Son un grito de ¡®basta¡¯¡±.
En 2016, al volver a entrevistar a los j¨®venes que participaron en los rolezinhos (grandes concentraciones de j¨®venes pobres y negros en centros comerciales, que fueron reprimidas por la polic¨ªa sin que hubiera crimen), Pinheiro-Machado y la antrop¨®loga L¨²cia Scalco constataron que algunos se convirtieron en ¡°bolsominions¡±, nombre despectivo dado a los seguidores de Bolsonaro. Otros se involucraron en luchas m¨¢s identificadas con la izquierda, como la lucha contra el machismo, contra el racismo y contra la homofobia. Pero los rolezinhos no eran un movimiento de izquierda o derecha cuando surgieron, a finales de 2013, como qued¨® claro, aunque tuvieran una expresi¨®n pol¨ªtica. ¡°Derecha e izquierda son los polos hacia donde las revueltas ambiguas pueden tender. Son, por lo tanto, una disputa, un fin. (...) Eso significa que la ambig¨¹edad no es un lugar donde conseguimos mantenernos por mucho tiempo¡±, escribi¨® Pinheiro-Machado.
Una parte de los pensadores de izquierda ha decidido parar de pensar por miedo a enfrentar las contradicciones de la experiencia concreta de poder
Si la ambig¨¹edad es una marca de las revueltas recientes en Brasil y en el mundo, me parece que el desaf¨ªo no radica en superar los conceptos de izquierda o derecha, sino de actualizarlos, exactamente para que las personas consigan diferenciarlos. No son los conceptos los que est¨¢n obsoletos, sino que muchos de los pensadores de izquierda han decidido parar de pensar, por miedo a enfrentar las contradicciones, y se han anquilosado en significados de un mundo que ya no existe. El pensador solo est¨¢ vivo mientras siga pensando y pens¨¢ndose. Lo que estanca, paraliza, es el dogma.
Hay un riesgo enorme cuando todo se confunde, como hoy. Si se difuminan los l¨ªmites entre izquierda y derecha, ?c¨®mo podemos elegir de manera consistente? ?C¨®mo crear un proyecto si no conseguimos decir claramente ni siquiera lo que no es?
En el caso de los ¡°chalecos amarillos¡±, en Francia, hay un punto en el que vale la pena prestar atenci¨®n, como indican algunos analistas. Como se sabe, el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, puso un ¡°impuesto ecol¨®gico¡± a los combustibles, provocando la indignaci¨®n de los que dependen de ellos para trabajar. Gravar los combustibles f¨®siles es una de las medidas importantes para enfrentar los cambios clim¨¢ticos provocados por la acci¨®n humana, que pueden destruir el planeta, nuestra vida y la de otras especies si no se toman medidas urgentes.
El aumento de los combustibles ser¨ªa uno de los varios pasos que Francia har¨ªa en direcci¨®n al compromiso de reducir las emisiones de carbono en un 40% hasta el 2030 y prohibir la venta de veh¨ªculos de gasolina y di¨¦sel hasta el 2040. Algunos economistas se?alan que aumentar el precio del carbono es una herramienta esencial para mantener el calentamiento global por debajo del nivel peligroso de 1,5 grados cent¨ªgrados.
El problema fue la elecci¨®n que hizo Macron: el gravamen no se estaba compartiendo de forma justa. La mayor¨ªa de los manifestantes estaban en la calle porque gastan una parte desproporcional de lo que cobran en combustible y transporte. Por otro lado, el impuesto se utilizar¨ªa principalmente para reducir el d¨¦ficit presupuestario de Francia, pagando a acreedores ricos. En la pr¨¢ctica, el ¡°impuesto ecol¨®gico¡± de Macron agudizar¨ªa la desigualdad.
Aunque estuviera alineada con la necesidad de tomar medidas urgentes ante el calentamiento global, la decisi¨®n de Macron no estaba orientada por principios de izquierda, sino por principios de derecha. Visto como un pol¨ªtico de centro cuando result¨® elegido, el presidente franc¨¦s forma parte del grupo de pol¨ªticos que ha ganado las elecciones repitiendo que no es ¡°ni de derecha ni de izquierda¡±. En Brasil, la principal representante de esta l¨ªnea que no es ni carne ni pescado es Marina Silva.
La izquierda brasile?a es incapaz de dar al cambio clim¨¢tico el lugar central que tiene en realidad
Cito el caso franc¨¦s no solo porque est¨¢ sucediendo actualmente, sino porque una gran parte de lo que se llama izquierda, principalmente en Brasil, es incapaz de tratar el cambio clim¨¢tico como una cuesti¨®n central que tiene que enfrentarse a partir de principios de izquierda. El cambio clim¨¢tico lo causa la acci¨®n humana, pero no de todos los humanos. Algunos humanos, los m¨¢s ricos, al igual que los pa¨ªses m¨¢s ricos, con Estados Unidos en cabeza, son los grandes responsables de la destrucci¨®n en curso del planeta. Pero las consecuencias afectar¨¢n primero y mucho m¨¢s a los m¨¢s pobres. Es lo que ya est¨¢ sucediendo.
No hay ninguna gran cuesti¨®n actual que no est¨¦ atravesada y determinada por la crisis del clima. Otro ejemplo de este momento: la caravana de miles de personas de Honduras, El Salvador y Guatemala que se dirigi¨® a la frontera entre M¨¦xico y Estados Unidos puede significar la primera migraci¨®n en masa de Am¨¦rica Latina provocada por el cambio clim¨¢tico. Se habla de hambre y violencia, pero porque es lo que aparece como causa inmediata. Cuando los entrevistan periodistas que saben preguntar, sin embargo, muchos cuentan que el clima empez¨® a cambiar y las cosechas disminuyeron, provocando una serie de consecuencias que los llev¨® a esa marcha desesperada.
?Cu¨¢l es la respuesta de la izqueirda brasile?a al cambio clim¨¢tico? ?Cu¨¢l es el proyecto para enfrentar o adaptarse a lo que vendr¨¢, m¨¢s all¨¢ de los discursos habituales? No hay. A parte de iniciativas puntuales, los partidos y pol¨ªticos de izquierda ni siquiera entienden qu¨¦ est¨¢ en juego.
Cuando Ernesto Ara¨²jo, el ministro de Asuntos Exteriores de Bolsonaro, afirm¨® que el cambio clim¨¢tico es una ¡°ideolog¨ªa de izquierda¡±, no estaba solo siendo irresponsable y diciendo una tonter¨ªa tremenda. Tambi¨¦n estaba sobreestimando a la izquierda. Y especialmente al PT. Algunos, incluso, se despertaron entonces y corrieron a consultar en la Wikipedia qu¨¦ es el calentamiento global.
Lula y Dilma Rousseff, los dos ¨²ltimos presidentes del PT, nunca llegaron ni siquiera cerca de entender que el cambio clim¨¢tico les concern¨ªa. Al contrario. Dejaban claro que les encantaba ver las calles llenas de coches individuales, que funcionan con combustibles f¨®siles, construir hidroel¨¦ctricas en la Amazonia y ver la selva convertida en soja y bueyes. Los dos estaban arraigados al siglo XX, a veces al XIX. Como afirm¨® el antrop¨®logo Eduardo Viveiros de Castro, en una entrevista a esta columna, la izquerda que estaba en el poder era una ¡°izquierda vieja¡±, que no alcanz¨® ni siquiera 1968, refiri¨¦ndose a los cambios profundos provocados por los movimientos de mayo de aquel a?o, en Francia.
Hay varios pensadores en el mundo que est¨¢n elaborando respuestas de izquierda para el desaf¨ªo del cambio clim¨¢tico provocado por la acci¨®n humana. O enfrentando la necesidad de reflexionar sobre lo que puede ser una respuesta de izquierda para un fen¨®meno que, a la vez, est¨¢ causado por la desigualdad y causa desigualdades.
Una respuesta de izquierda, por ejemplo, ser¨ªa gravar a los grandes productores de combustibles f¨®siles o a todos aquellos que causan da?os a lo que es com¨²n a todos, a lo que es patrimonio colectivo, incluso de otras especies. Aunque se piensa bastante en el mundo, esta reflexi¨®n parece que no tiene lugar en Brasil, m¨¢s all¨¢ de nichos especializados. Creo que no cometo ninguna injusticia al decir que la mayor¨ªa de los intelectuales brasile?os no tienen ni idea de las implicaciones y los efectos del cambio clim¨¢tico, lo que compromente cualquier an¨¢lisis del momento actual.
Si la izquierda no tiene una respuesta consistente ni siquiera para el mayor desaf¨ªo de la trayectoria humana, ?para qu¨¦ sirve la izquierda?
En varias partes del mundo, los j¨®venes les dicen a los actuales l¨ªderes y tambi¨¦n a sus padres que son ¡°unos mierdas¡± que est¨¢n destruyendo el planeta en el que vivir¨¢n. Son adolescentes como la sueca Greta Thunberg, de 15 a?os, que en septiembre dej¨® de ir al colegio para plantarse frente al parlamento para protestar contra la falta de medidas para combatir el calentamiento global, o los estudiantes australianos que salieron a la calle a finales de noviembre inspirados en ella.
Estos adolescentes se convertir¨¢n en adultos en un mundo en que la izquierda no ha mostrado en qu¨¦ se diferencia. Aunque se hayan beneficiado de pol¨ªticas p¨²blicas de izquierda en el pasado, no lo sabr¨¢n. Si la izquierda no tiene una respuesta consistente ni siquiera para el mayor desaf¨ªo de la trayectoria humana, ?para qu¨¦ sirve la izquierda?
Cualquier proyecto de izquierda para Brasil tiene que tener una respuesta de izquierda para enfrentar el cambio clim¨¢tico y la deforestaci¨®n de la Amazonia y del Cerrado. Sin ella, no se puede ni siquiera empezar cualquier conversaci¨®n que pueda interesar a quien vive en el siglo XXI y sabe que sus hijos vivir¨¢n en un planeta peor, algo que ya es seguro, o en un planeta terrible, algo que suceder¨¢ si no se toman las medidas necesarias en los pr¨®ximos 12 a?os. Sin ella, no se puede ni siquiera empezar cualquier conversaci¨®n que pueda interesar a quien vive en el pa¨ªs que tiene la mayor parte de la mayor selva tropical del planeta en su territorio y que es el m¨¢s biodiverso del mundo.
Al contrario que muchas personas comprometidas a enfrentar el cambio clim¨¢tico y a tomar medidas para adaptarse a la nueva realidad del planeta, creo que esta lucha tiene que trabarse a partir de principios de izquierda. No estamos todos en el mismo barco. No lo estamos. Muchos solo tienen barquitos de papel.
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes ¨C o Avesso da Lenda, A Vida Que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum/ Facebook: @brumelianebrum
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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