Las calles de enero
La designaci¨®n de Guaid¨® como presidente de la Asamblea Nacional venezolana desat¨® un vendaval de suspicacias y recriminaciones
Esta columna comenz¨® el a?o l¨²gubremente inclinada a creer, por muchas razones y al igual que una gran mayor¨ªa de los venezolanos, que la sanguinaria dictadura de Nicol¨¢s Maduro podr¨ªa sostenerse a¨²n mucho m¨¢s tiempo en el poder.
Pero los primeros d¨ªas de enero trajeron noticias que han devuelto el ¨¢nimo combativo a una poblaci¨®n que lleg¨® a sentirse resignada a sucumbir ante el designio tir¨¢nico de una camarilla criminal que hasta ahora se ha mostrado invencible.
Un joven nacido en La Guaira, Juan Guaid¨®, para muchos de sus compatriotas casi un desconocido, aunque fuese ya muy curtido por m¨¢s de una d¨¦cada de lucha contra la dictadura que Hugo Ch¨¢vez deleg¨® en Nicol¨¢s Maduro, asumi¨® la presidencia de la asediada, pero nunca disuelta, Asamblea Nacional.
En cualquier pa¨ªs de r¨¦gimen democr¨¢tico, esta asunci¨®n de funciones directivas por un diputado electo, prevista en nuestras leyes y sancionada por un pacto de funcionamiento entre los partidos de oposici¨®n que integran mayoritariamente el Legislativo, habr¨ªa sido cosa cotidiana, mero asunto de tr¨¢mite y ceremonial.
Pero en la Venezuela actual, la designaci¨®n de Guaid¨® como presidente del ¨²nico organismo del Estado verdaderamente leg¨ªtimo a los ojos de los ciudadanos de mi pa¨ªs y de muchos Gobiernos del mundo, desat¨® un vendaval de suspicacias y recriminaciones.
Al parecer, una interpretaci¨®n del libro de reglas recomienda que, puesto que, en virtud de una elecci¨®n a todas luces fraudulenta, Maduro usurpa la presidencia, toca a la cabeza de la Asamblea Nacional asumir inmediatamente las m¨¢ximas funciones del Ejecutivo y convocar a nuevas elecciones, libres y transparentes.
Sin embargo, Guaid¨® se ha guardado muy bien hasta ahora ¡ªmuy atinadamente, digo yo¡ª de incurrir en el error de creerse diputado del cant¨®n de Neuch?tel, en Suiza. Sabe muy bien que preside el ¨²ltimo basti¨®n de legitimidad que le queda a un pa¨ªs asolado por un Gobierno forajido y asesino capaz de cualquier desafuero.
Acusado de ambiguo y vacilante, el diputado se ha conducido seg¨²n la m¨¢xima atribuida a Richelieu: ¡°No me saquen de mi ambig¨¹edad que me confunden¡±. Y en lugar de decir ¡°yo soy el presidente¡±, se ha dado a la tarea de promover cabildos abiertos a todo lo largo y ancho de Venezuela.
Lo esencial del mensaje de Guaid¨® en esos cabildos es la necesidad de subir a los militares al tren del descontento y lograr que el grueso de ellos dejen de obedecer a los narcogenerales. Ello explica el anuncio de un proyecto de ley que yo llamar¨ªa de ¡°amnist¨ªa prepagada¡± ofreciendo garant¨ªas a los oficiales que ayuden a restituir la Constituci¨®n.
Los cabildos han tenido un ¨¦xito abrumador. La poblaci¨®n se ha volcado hacia esta forma de deliberaci¨®n activa que es a la vez un acto de desaf¨ªo pol¨ªtico masivo, consumado perfectamente dentro de la ley. Todo ello ha galvanizado a la masa opositora tan r¨¢pidamente que ha logrado dejar atr¨¢s a los contradictores m¨¢s veloces del planeta Twitter.
Los esbirros de Maduro y Cabello obraron instintivamente y llegaron al extremo de secuestrar al diputado para impedir su asistencia a un cabildo en Vargas, su Estado natal. La c¨²pula chavista-madurista se retrajo del error poniendo en libertad a Guaid¨® y echando la culpa del atropello a los esbirros. No est¨¢ mal como s¨ªntoma de una seria fractura en la cadena de mando.
Guaid¨® ha convocado para el mi¨¦rcoles 23 de enero un gran cabildo nacional que repudie al usurpador y, al mismo tiempo, exija su renuncia.
Habr¨¢, tambi¨¦n es seguro, una exhortaci¨®n a los militares a desobedecer al usurpador y ponerse al lado de la Constituci¨®n. Es un inescapable y prudente paso pol¨ªtico previo a la juramentaci¨®n de Guaid¨® como presidente interino de Venezuela.
La fecha tiene para los venezolanos el valor simb¨®lico de una efem¨¦ride fundacional: el 23 de enero de 1958 una insurrecci¨®n popular, apoyada por un pronunciamiento militar, derroc¨® ¡ªal precio de trescientos muertos en las calles¡ª al general Marcos P¨¦rez Jim¨¦nez, el ¨²ltimo dictador del siglo XX que padeci¨® mi pa¨ªs.
No es agorero vaticinar que Maduro querr¨¢ de nuevo ensangrentar nuestras calles. ?Viviremos esa fecha como el primer d¨ªa del comienzo del fin?
Me respondo con la frase de Benjamin Constant: ¡°Soy demasiado esc¨¦ptico para ser, adem¨¢s, incr¨¦dulo¡±.
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