¡°En la crisis migratoria, los libios somos v¨ªctimas¡±
Al Sarraj es el dirigente reconocido internacionalmente de una Libia que lucha por recomponerse como Estado y controlar la violencia, al tiempo que ejerce de cuestionado guardi¨¢n de las puertas de Europa


Libia es un pa¨ªs partido en pedazos donde se percibe a cada paso el caos que sigui¨® a las revueltas ¨¢rabes y la ca¨ªda en 2011 del dictador Muamar el Gadafi. Edificios agujereados. Cientos de miles de desplazados por la guerra. Hasta 20 millones de armas de fuego, seg¨²n la ONU, en manos de sus m¨¢s de seis millones de ciudadanos (tocan a m¨¢s de tres por persona). Checkpoints en las carreteras, custodiados por enmascarados vestidos con uniformes de todo tipo, el kalashnikov en ristre. Cientos de miles de migrantes de toda ?frica pululando por sus calles, la mayor¨ªa con intenci¨®n de ir a Europa. Y un Estado incapaz de controlar a la mir¨ªada de milicias que se disputan barrios, ciudades e instalaciones clave.
En 2016, Libia lleg¨® a tener tres gobiernos. Hoy, solo quedan dos. Uno en el Este del pa¨ªs, que gobierna desde las ciudades de Tobruk y Bayda. Otro en el Oeste, que lo hace desde Tr¨ªpoli, nacido del esfuerzo diplom¨¢tico de la ONU. Este ¨²ltimo es la ¨²nica autoridad leg¨ªtima que reconoce la comunidad internacional. La encabeza Fayez al Sarraj (Tr¨ªpoli, 1960), presidente del Consejo Presidencial y primer ministro del pa¨ªs, un tipo alto y de porte grave, con rostro cuadrado y bigote grueso, que admite la dificultad de regir un pa¨ªs sin controlar su ej¨¦rcito ni su polic¨ªa. ¡°Es dif¨ªcil atraer todas las fuerzas armadas bajo cierta disciplina, asegurar su control y su profesionalismo en el uso de la fuerza. Pero esperamos lograrlo¡±.
Adem¨¢s de tratar de sobrevivir como Estado, Libia tiene ante s¨ª otro enorme desaf¨ªo. En 2017, con la crisis migratoria en el Mediterr¨¢neo central en su apogeo, la Uni¨®n Europea, con Italia a la cabeza, comenz¨® a entrenar y dotar de medios a los guardacostas libios. La UE ha sido criticada por eludir sus responsabilidades de salvamento, convirtiendo el mar en un lugar a¨²n m¨¢s peligroso, y por externalizar los servicios de rescate a un cuerpo improvisado, poco preparado y cuyos m¨¦todos violentos han sido denunciados por organizaciones humanitarias. ¡°La inmigraci¨®n es un asunto dif¨ªcil para nosotros¡±, responde Sarraj. ¡°Los libios, en el contexto de esta crisis, no somos sino v¨ªctimas¡±. En Libia, a?ade, viven 800.000 inmigrantes, la inmensa mayor¨ªa hombres africanos. Unos 20.000 se encuentran retenidos en centros de detenci¨®n de su Gobierno. En ellos, seg¨²n documenta un reciente informe de la ONU, se producen abusos, torturas, y m¨²ltiples violaciones de derechos humanos. ¡°En lugar de dedicar tantos recursos a crear estos informes, ?por qu¨¦ no ayudar tambi¨¦n a Libia para resolver el problema? ?Por qu¨¦ no apoyar a los pa¨ªses que exportan a estos migrantes? ?Por qu¨¦ no encontrar un lugar mejor para ellos, quiz¨¢ integrarlos en Europa? Otras soluciones, en lugar de solo crear informes y leerlos¡±.
En la UE, se queja, solo se miran las cifras de quienes arriban a sus costas, y no las de quienes permanecen en Libia. Entre las soluciones, menciona una que ya est¨¢ en marcha, con financiaci¨®n europea: el programa de retorno voluntario a los pa¨ªses de origen de la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones. Unas 30.000 personas han sido retornadas hasta la fecha. No le parece suficiente. ¡°Aceleren el proceso¡±, pide el Presidente. Ante la pregunta de si considera Libia un puerto seguro en el que desembarcar migrantes y refugiados, replica: ¡°Esta pregunta plantea de nuevo otro interrogante a quien la hace: ?por qu¨¦ no ayudar a nuestros guardacostas, por qu¨¦ no encontrar alternativas como asegurar los puertos o el pasaje?¡±. Seg¨²n ¨¦l: ¡°Libia est¨¢ atravesando tiempos dif¨ªciles e inestables [...] y estamos tratando de hacer lo mejor que podemos con los recursos disponibles¡±. En su opini¨®n, quiz¨¢ haya llegado el momento de que la agenda con Bruselas entre en otra fase. ¡°Estamos buscando tener una relaci¨®n con Europa que vaya m¨¢s all¨¢ de las cuestiones migratorias [...] Una m¨¢s amplia, que aproveche nuestra ubicaci¨®n, nuestros recursos, nuestras perspectivas ¨²nicas. Pero de cara a hacerlo es importante que nuestros socios europeos nos ayuden a lograr estabilidad y prosperidad¡±.
De momento, esa estabilidad parece lejana. La entrevista con Sarraj tiene lugar a finales de enero en la sede del Consejo Presidencial en Tr¨ªpoli, un edificio de oficinas ubicado al final de una callejuela polvorienta, protegido por militares con fusiles de asalto y bloques de hormig¨®n. Y para llegar hasta la sala donde se encuentra el presidente hay que atravesar cuatro arcos de seguridad. Las medidas parecen necesarias. D¨ªas antes, grupos armados te¨®ricamente integrados en el aparato de seguridad del Ministerio del Interior se enfrentaron en los suburbios contra otra milicia. Murieron 16 personas. En septiembre, en una contienda similar, fallecieron 120. Aun as¨ª, ¡°si lo pones en contexto la situaci¨®n en Libia es mucho mejor que la de otros pa¨ªses¡±, dice Sarraj. Y pone sus esperanzas en unas pr¨®ximas elecciones, auspiciadas por la ONU, que ten¨ªan que haberse celebrado en diciembre, y a¨²n siguen sin fecha. De momento, dice, se est¨¢n centrando en el marco constitucional adecuado, la base para que el resultado no sea contestado. ¡°Es importante que todas las partes muestren moderaci¨®n y respeten el procedimiento para tener unas elecciones v¨¢lidas¡±. La ¨²ltima vez que votaron, en 2014, se recrudeci¨® el conflicto civil en Libia. Y a¨²n no ha acabado.
¡°Los libios ya rechazaron la idea de un Estado militar¡±
Estos d¨ªas, las tropas del otro hombre fuerte del pa¨ªs, el Mariscal Jalifa Haftar, avanzan por el sur, un vasto desierto que se extiende hasta Chad y N¨ªger y donde se encuentran los estrat¨¦gicos pozos de petr¨®leo que explota la espa?ola Repsol. Haftar es un general veterano, curtido junto a Gadafi, luego perseguido por ¨¦l y refugiado desde los ochenta en Estados Unidos, adonde huy¨® con ayuda de la CIA. Regres¨® a Libia en 2011, con la ca¨ªda del dictador. Comenz¨® a organizar tropas, y a partir de 2014, su avance comenz¨® a ser significativo. Ha sido reconocido por el gobierno rival del Este como Comandante de las Fuerzas Armadas. Es cortejado por Rusia, Emiratos ?rabes Unidos y Egipto. Y, en 2017, el presidente franc¨¦s le convoc¨® a una cumbre sobre Libia en Par¨ªs, otorg¨¢ndole as¨ª el estatus de interlocutor v¨¢lido. Muchos le perciben como la esperanza de reunificar el pa¨ªs. Otros ven en ¨¦l a un fantasma del pasado. En palabras de Sarraj: ¡°Nos hemos reunido con Haftar en varias ocasiones para alcanzar un consenso¡±. Pero a¨²n hay puntos de desacuerdo. Entre ellos, ¡°los fundamentos sobre c¨®mo construir un Estado civil en el que el Ej¨¦rcito est¨¦ bajo sus ¨®rdenes. Los libios ya rechazaron y rechazan en¨¦rgicamente la idea de un Estado militar en el que una persona gobierna por la fuerza. Pero la ¨²ltima palabra ser¨¢ la de los votantes¡±.
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