Rep¨²blicas bananeras (Casa Blanca, Washington)
Entre Estados Unidos y Am¨¦rica Latina no ha habido una relaci¨®n sino un sometimiento
No s¨¦ si o¨ª bien. ?Solt¨® el presidente gringo Donald J. Trump la frase envenenada ¡°no me gusta lo que veo en nuestro patio trasero¡± en su encuentro de la semana pasada con el presidente de Colombia? ?Solt¨® Trump aquel sofisticado insulto de 1823, que lleg¨® a finales del siglo XX convertido en un lugar com¨²n y en un hecho, como si nadie le hubiera contado que reducir a la Am¨¦rica Latina a vertedero y trinchera de la Am¨¦rica del Norte fue abominable ¨Cal menos en el escenario de la diplomacia¨C incluso en tiempos de la llamada Doctrina Monroe? S¨ª, lo dijo, y lo dijo sin titubear y encogi¨¦ndose de hombros. Pero hace poco, en 2013, lo dijo tambi¨¦n el secretario de estado John Kerry. Y fue par¨®dico e indignante por lo mismo: porque prob¨® que entre Estados Unidos y estos pa¨ªses no ha habido una relaci¨®n sino un sometimiento.
En nombre de su propio nombre, los Estados Unidos de Am¨¦rica hicieron lo mejor que pudieron, desde mediados del tumultuoso siglo XIX, para explotar un continente plagado de conflictos internos que imped¨ªan una correcta propagaci¨®n del capitalismo. El proyecto a vapor de los Estados Unidos se tom¨® as¨ª Puerto Rico, Cuba, Panam¨¢ cuando segu¨ªa siendo una regi¨®n de Colombia a punto de construir un canal. Y cien a?os despu¨¦s, como siguiendo las lecciones de los imperios salvajes, ¡°Am¨¦rica¡± aprovech¨® su triunfo en la Segunda Guerra para apropiarse del resto de los estados americanos ¨Ccon el prop¨®sito y el pretexto de detener la amenaza sovi¨¦tica en plena Guerra Fr¨ªa¨C por medio de escuelas, de alianzas para el progreso, de intervenciones militares, de golpes de estado, de comedias con risas pregrabadas.
Quiz¨¢s yo nac¨ª tarde, pero la verdad es que, educado por los libros y por las pel¨ªculas gringas en los a?os ochenta, no se me ha dado bien el sentimiento anti yanqui. Y, sin embargo, me ha parecido vergonzosa la manera como, luego de la estrepitosa ca¨ªda del Muro y de la decadencia del concepto del ¡°patio trasero¡±, Colombia ha sido el pa¨ªs que no s¨®lo se ha estado ofreciendo una y otra vez a ser una base norteamericana para impedir que la dictadura venezolana ¨Cempobrecida hasta la violencia¨C termine sirvi¨¦ndoles a los intereses de otros imperios, sino que, con la ayuda de guerrillas obtusas e inhumanas, y con el pretexto de un fantasma comunista que sigue recorriendo el mundo como el Coco, ha tenido el est¨®mago para cruzarse de brazos mientras la izquierda sigue siendo sobre todo una minor¨ªa exterminada.
Dicen que fue el brillante escritor norteamericano O. Henry quien en 1901 se invent¨® la expresi¨®n perversa ¡°rep¨²blica bananera¡± para referirse a estos pa¨ªses arruinados, matoneados, corrompidos por ¨Cpor ejemplo¨C la United Fruit Company. O. Henry podr¨ªa hablar as¨ª de su propio pa¨ªs, hoy, porque tampoco all¨ª la democracia parece un hecho. Mientras Trump daba sus declaraciones irresponsables de la semana pasada bajo la mirada ben¨¦vola de Duque, mientras Trump amenazaba con mandar tropas a Colombia si Maduro no dejaba Venezuela, era claro que los pobres Estados Unidos llevan dos a?os tratando de evitar el oto?o de ese patriarca: su legitimaci¨®n de tantas violencias, su delirante cierre del Gobierno, su absurda ¡°emergencia nacional¡±, su muro caprichoso e in¨²til para que no se les vaya a meter all¨¢ nadie del patio trasero.
Fue raro pero cierto el encuentro de estos dos presidentes inesperados. Se hicieron la venia. Se dieron la mano. Y pareci¨® claro que no ser¨¢ Colombia, este pa¨ªs que ha vivido a merced de tantos locos como asumiendo un complejo, la que decidir¨¢ el futuro de Colombia: pareci¨® claro que lo ¨²nico que puede salvarnos de que el d¨¦spota de arriba nos embarque en el desastre es que el d¨¦spota de al lado se apiade y se vaya.
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