Las afganas temen pagar el precio de un acuerdo entre EEUU y los talibanes
Durante el Gobierno de los extremistas, a las mujeres no se les permit¨ªa estudiar, trabajar o salir a la calle sin ¡®burka¡¯
El reciente anuncio de un pr¨®ximo acuerdo de paz entre EE UU y los talibanes suscita en Afganist¨¢n tantas esperanzas como temores, en especial entre las mujeres. Despu¨¦s de cuatro d¨¦cadas de guerras sucesivas, las afganas temen ser ellas quienes paguen el precio de poner fin al ¨²ltimo conflicto. A¨²n tienen fresco el recuerdo de la misoginia y discriminaci¨®n que institucionaliz¨® el r¨¦gimen talib¨¢n derribado por la intervenci¨®n militar estadounidense en 2001. ¡°No queremos ser v¨ªctimas de la paz¡±, resume la diputada y activista de los derechos de la mujer Fawzia Koofi.
¡°En Afganist¨¢n, las mujeres hemos pagado el mayor precio por la guerra; hemos perdido padres, maridos, hijos¡y adem¨¢s, nos ha arrebatado la libertad y la educaci¨®n; as¨ª que queremos la paz m¨¢s que nadie. Pero si hay paz con los talibanes, ?cu¨¢l va a ser el precio?¡±, plantea Koofi, de 43 a?os, en conversaci¨®n telef¨®nica.
Bajo los rigoristas,
las mujeres ten¨ªan prohibido re¨ªrse o hacer ruido al andar
Habla por experiencia. Al principio de la guerra civil, su padre fue asesinado por los muyahid¨ªn, que tambi¨¦n intentaron matar al resto de la familia. Luego, perdi¨® a su marido a causa de la tuberculosis que contrajo cuando fue encarcelado por los talibanes. Y aunque ya se vio obligada a llevar el burka antes de que ese grupo se hiciera con el poder en Kabul en 1996, fue a partir de entonces cuando las restricciones a las mujeres alcanzaron el paroxismo. El r¨¦gimen talib¨¢n les prohibi¨® estudiar, trabajar, salir de casa (salvo totalmente cubiertas y en compa?¨ªa de un var¨®n), e incluso re¨ªrse o hacer ruido al andar.
¡°Estados Unidos da la impresi¨®n de tener prisa por irse de Afganist¨¢n. Habr¨ªa que preguntarles si han logrado el objetivo por el que vinieron: la erradicaci¨®n de los terroristas. Si no es as¨ª, ?qu¨¦ est¨¢n haciendo?¡±, inquiere Koofi preocupada porque no se haya consultado a las mujeres en el proceso. ¡°Nadie nos ha preguntado. Nos gustar¨ªa que al menos nos informaran de lo que est¨¢n negociando. Como v¨ªctimas de la guerra, no queremos ser v¨ªctimas de la paz¡±.
La preocupaci¨®n es compartida por la veterana activista Fatana Gailani, de 64 a?os, fundadora y presidenta del Consejo de Mujeres Afganas, y premio Pr¨ªncipe de Asturias. ¡°Queremos saber qu¨¦ provisiones para protegernos en el futuro se incluyen en un eventual acuerdo porque hasta ahora no se ha dicho nada al respecto¡±, declara a EL PA?S. ¡°En los ¨²ltimos 16 o 17 a?os ha habido muchos cambios para las afganas, desde el acceso al trabajo hasta la oportunidad de que las ni?as estudien y hagan deporte. Se han abierto muchas posibilidades¡±, explica.
Una generaci¨®n de chicas han crecido en el pa¨ªs con mayor libertad
Sin duda esas posibilidades no han llegado a todos los rincones de Afganist¨¢n y las diferencias son muy grandes entre las ciudades como Kabul, Mazar-i-Sharif o Herat, y las zonas rurales (donde viven dos tercios de la poblaci¨®n). Aun as¨ª, la mitad de los 35 millones de afganos tiene menos de 15 a?os y un 60 % menos de 25, seg¨²n la ONU. Eso significa que las afganas de la Generaci¨®n Z y las millennials no han conocido el r¨¦gimen talib¨¢n o eran demasiado peque?as cuando esos extremistas isl¨¢micos estaban en el poder. Incluso con las limitaciones de una sociedad muy tradicional, han crecido so?ando con un futuro mejor como la rapera Ramika Khabari, o Jahantab Ahmadi, la joven que hizo la prueba de acceso a la universidad con su beb¨¦ en brazos.
¡°Es imposible mantener o incrementar las oportunidades y los derechos de las mujeres con el actual nivel de violencia¡±, constata por su parte Sari Kouvo, codirectora del Afghanistan Analysts Network. No obstante, esta abogada finlandesa especializada en temas de g¨¦nero y que vivi¨® varios a?os en Kabul, se hace eco de la inquietud de las activistas afganas por el posible pacto entre EE UU y los talibanes. ¡°Un acuerdo de paz que no sea sostenible solo llevar¨¢ a m¨¢s violencia con el tiempo. Afganist¨¢n ha visto muchos acuerdos de ese tipo durante las pasadas cuatro d¨¦cadas¡±, advierte.
Aun as¨ª, Gailani mantiene la esperanza. ¡°Sabemos que los talibanes han cambiado un poco, e incluso se han declarado dispuestos a reconocer los derechos de las mujeres de acuerdo con la ley isl¨¢mica. Tambi¨¦n [confiamos en que] la comunidad internacional exija que quien llegue al Gobierno se preocupe de las mujeres. Adem¨¢s, las afganas no queremos volver atr¨¢s¡±, resume.
Selay Ghaffar, portavoz del Partido de la Solidaridad de Afganist¨¢n, ni siquiera les concede el beneficio de la duda. Esta activista de 35 a?os, que se opone por igual a la presencia de fuerzas extranjeras y a los se?ores de la guerra, se muestra convencida de que un regreso de los talibanes empeorar¨¢ la situaci¨®n de las afganas. ¡°No creo que haya ninguna diferencia con el comportamiento brutal que tuvieron en el pasado. Todos los criminales que est¨¢n el Gobierno ya tuvieron el poder antes y vimos lo que hicieron¡±, apunta. ¡°Estoy contra un proceso de paz sin justicia¡±.
?Ha cambiado en estos a?os la opini¨®n de los talibanes sobre la mujer? Si nos guiamos por su situaci¨®n en las regiones que la milicia controla, no mucho. En el informe La vida bajo el Gobierno talib¨¢n en la sombra, la investigadora Ashley Jackson ha constatado que hablar con mujeres en esas zonas es "m¨¢s dif¨ªcil" que con miembros del grupo insurgente. A pesar de que sus dirigentes han declarado que apoyan la educaci¨®n para todos, la de las ni?as ¡°se interrumpe alrededor de la pubertad (entre los 9 y los 12 a?os), que es cuando empieza el r¨¦gimen de mayores restricciones a la visibilidad de las mujeres y su participaci¨®n en la vida fuera de casa¡±.
De hecho, el estudio no pudo encontrar una sola escuela de secundaria para chicas en ninguna de las comarcas bajo influencia o control talib¨¢n. El mismo texto recoge otros requisitos como que las ni?as no acudan a clase con uniforme, sino cubiertas con un burka o un chador, que no lleven tel¨¦fonos m¨®viles o que se eduquen en escuelas cor¨¢nicas en vez de centros oficiales. Pero el mayor problema es disponer de maestras, ya que pocas ense?antes quieren ejercer bajo la f¨¦rula de los talibanes, quienes siguen empe?ados en que las mujeres no vayan solas al mercado.
¡°Mi mayor temor, como el de muchas otras mujeres, es que los talibanes no son el ¨²nico grupo extremista violento; hay otros como el ISIS. As¨ª que un acuerdo con ellos no garantiza que Afganist¨¢n recupere la paz. Incluso si la violencia se reduce, ?qu¨¦ significar¨¢ su llegada al Gobierno para las j¨®venes que durante los ¨²ltimos 17 o 18 a?os han accedido a la educaci¨®n? Me da miedo que volvamos atr¨¢s¡±, concluye Koofi.
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